'Generación 2022': los jóvenes creadores piden paso con un arte inmersivo

Hace un tiempo, ante la pregunta de cuál debería ser el papel del espectador ante una obra, el artista Isidoro Valcárcel Medina contestaba: “El papel del espectador es el que ha debido tener siempre pero que nunca ha tenido. Tiene que asimilar el papel de coautor evitando en cualquier caso el papel pasivo”. El cuestionario, formulado a otras muchas figuras del arte contemporáneo, aparecía en el libro ‘Lecturas para un espectador inquieto’. El volumen se publicó en 2012 y toma importancia ahora a raíz de la última exposición que ha sido inaugurada en La Casa Encendida: ‘Generación 2022’.

La muestra, que recoge a los ocho seleccionados dentro de la convocatoria Generaciones, promovida por la fundación Montemadrid, se encarga de exhibir el trabajo de creadores emergentes menores de 35 años. Los ganadores fueron Nora Aurrekoetxea, Christian García, Pablo Durango, Esther Gatón, Abel Jaramillo, Mónica Mays, Sofía Montenegro y Sara Santana. La mitad de ellos nacidos en Madrid.

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Bajo el subtítulo ‘Espacio, memoria e identidad’, el comisario Ignacio Cabrero ha armado un discurso que de alguna manera los engloba y los vincula a esa idea que formulaba Valcárcel Medina. “La relación entre el arte y el espacio ha sido tratada desde diferentes campos del saber a lo largo de la historia. Sin embargo, es en los últimos cincuenta años cuando el espacio se convierte en protagonista del campo artístico”, cuenta Cabrero, que lleva asociado a este certamen desde su creación, aunque ha sido en la última década cuando ha disfrutado más de su trabajo, según explica.

“Antes era un concurso con sus disciplinas y sus obras ya realizadas. Desde 2012, que lo comienzo a comisariar, vivo mucho más los procesos”, indica este comisario, que suele residir en Burdeos. “Me gustaría destacar que todas las propuestas me han parecido muy profesionales. Mi trabajo, que ha consistido en acompañar durante siete meses a los ocho creadores, me ha permitido también ver que no exista diferencias con otras autores de perfil internacional”.

Ocho artistas para ocho espacios

La exposición comienza o finaliza, según se quiera, recorriendo un pasillo con la instalación sonora de Sofía Montenegro. “Quería recrear sensaciones atmosféricas sin una imagen proyectada”, apunta la artista, que ha realizado un largo y completo ejercicio de edición, que por momentos recuerda a las grabaciones de campo de un Francisco López o un Chris Watson. La idea es profundizar en la capacidad humana para imaginar el entorno de otra manera. La escucha como elemento con el que poder alterar la percepción visual. Toda la pista de audio, unos treinta minutos, ha sido confeccionada con el sonido de diferentes tipos de plásticos.

Sara Santana, que presenta una traducción apócrifa de la novela ‘Lectura fácil’, de Cristina Morales, alude a los beatos medievales, que reproducían, comentaban y reinterpretaban los textos de la época. Es de interés resaltar que esta pieza forma parte del proyecto 'Escribas modernas', que pretende convertir al lector en un sujeto activo. En la sala contigua, Pablo Durango plantea una fantasía donde construir nuevos relatos con diferentes obras escultóricas y dibujos. Recrea un estado ciborg ficticio, con el que pensar también nuevas identidades y alteridades. Con Dune, Arca, los videojuegos de arcade o la estética marcadamente drag queen como referentes.

Por otro lado, también es de interés el documental de Abel Jaramillo que rastrea la historia del cineasta experimental Celestino Coronado. Jaramillo se va a rodar a la finca del también compositor y utiliza los guiones que nunca llegó a filmar Coronado. Una forma diferente y radical de construir memoria y archivo, “siempre desde lo pequeño y minúsculo”, como indica Cabrero. La microhistoria, tomando aquella que es macro, es lo que Mónica Mays cuenta en ‘Cardados’. “A partir de un caso de estudio, como es el mantón de Manila, me desplazo a Sevilla”, explica Mays en una conversación telefónica. La artista madrileña visitó el Archivo de Indias y vio con claridad que faltaba mucha historia intima. “Me abrió los ojos”, dice. La artista visita el pueblo de Villamanrique de la Condesa y habla con las descendientes de las hilanderas primigenias para entender por qué desaparecen determinados motivos. “Son alegorías y cosmologías distintas que se comen unas a otras”, concluye.

La procedencia, el lugar de origen y su transformación también son determinantes en las diferentes obras que componen ‘Algunas formas inéditas’, de Christian García. El artista de A Coruña presenta una serie de piezas elaboradas con materiales vinculados al territorio gallego: corteza de pino y roble, cera de abeja, minio de plomo o esperma de ballena. Las dos últimas instalaciones las firman Nora Aurrekoetxea y Esther Gatón, que ahondan y examinan la relación de los usos amorosos y el espacio. La primera con una habitación dentro de una habitación que “cuestiona los espacios domésticos”, según Cabrero; y la segunda planteando “un lugar para enamorar” donde se examinan las relaciones entre luminosidad y exaltación amorosa.

Los ocho proyectos, seleccionados de entre un conjunto de cuatrocientos, representan una de las mejores muestras de arte español contemporáneo. El jurado, compuesto por Irene Aristizábal, jefa de curaduría y programas públicos en el Baltic Centre for Contemporary Art de Londres; Juan Canela, director artístico de ZsONAMACO en Ciudad de México y comisario asociado en el MAC-Panamá; y Keyna Eleison, directora artística del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, se ha encargado de valorar facetas y disciplinas que implican acercarnos al presente más inmediato e inquieto.