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Así puede acabar usted con la boina de polución de Madrid
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Así puede acabar usted con la boina de polución de Madrid

Llega el invierno y, con la nueva estación, la típica estampa madrileña de la boina marrón cubriendo el skyline de la capital y parte del área

Foto: Boina de polución en Madrid tras el paso del temporal Filomena. (Greenpeace/Pedro Armestre)
Boina de polución en Madrid tras el paso del temporal Filomena. (Greenpeace/Pedro Armestre)

Llega el invierno y, con la nueva estación, la típica estampa madrileña de la boina marrón cubriendo el skyline de la capital y parte del área metropolitana de Madrid. “Ya han encendido las calefacciones”, exclaman los viejos del lugar. Pues no. En la capital funcionan 126 calderas de carbón (hasta el próximo 31 de diciembre, que deberán apagar su quemador para siempre) y 300 en el conjunto de la comunidad. Si el combustible es gasoil las calderas suman 2.100 en toda la región, sobre todo en la sierra norte. Con este inventario, la Agencia Europea del Medio Ambiente cifra en un 18 por ciento el total de las emisiones contaminantes de Madrid relacionadas con los sistemas de refrigeración y calefacción, tanto en verano como en invierno. El resto de las emisiones se corresponden con la operatividad del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, la industria y el transporte, tanto de mercancías como de personas, que incluye la movilidad privada y pública. Por tanto, si la “txapela” de polución no es sólo consecuencia del encendido de las calefacciones en invierno, ¿a qué se debe?

En 2020, con todas las semanas que permanecimos en confinamiento estricto, las cifras de contaminación no se redujeron como se esperaba. La explicación, como cuenta Fernando Prieto, desde el Observatorio de Sostenibilidad, hay que buscarla en “la contaminación estructural de las ciudades del siglo XXI, su dinamismo económico y el modelo irracional de consumo en el que nos hemos instalado”. En el año de la pandemia, el papel higiénico siguió llegando a nuestras casas, es decir, el transporte de mercancías operó con cierta normalidad. Es más, en casa, a golpe de “click”, el comercio electrónico disparó sus ventas. Vivimos rodeados de flotas de reparto a domicilio que trabajan casi 24x7, en muchos casos, con vehículos altamente contaminantes.

placeholder Madrid, la cuna de la contaminación. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Madrid, la cuna de la contaminación. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Además, al problema estructural de una capital como Madrid y de todos los grandes núcleos urbanos del área metropolitana, se añade ese fenómeno meteorológico que se conoce como “inversión térmica”, propio de los fríos días de invierno en los que no sopla ni una brizna de aire que “ventile” la polución de las ciudades, que se queda atrapada en las capas más bajas de la atmósfera. Es la visual y nociva “boina” de contaminación, que ya no tiene su origen sólo en las calefacciones de carbón.

Todos los esfuerzos deben centrarse en minimizar los niveles de contaminación

Responsabilidad de todos

Por definición socioeconómica, Madrid nunca podrá tener una calidad del aire como la de Campisábalos (Guadalajara), con el aire más limpio de España. Todos los esfuerzos deben centrarse en minimizar los niveles de contaminación. Javier Benayas, catedrático del Departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del Consejo Asesor de la Red Española para el Desarrollo Sostenible apela a un ejemplo que todos conocemos: el Protocolo de Montreal, que entró en vigor el 1 de enero de 1989 para proteger la capa de ozono. Acuerdo universal por el que los países firmantes de las Naciones Unidas se comprometieron a eliminar el uso de sustancias que dañan y agotan la misma. Y se consiguió. La capa sigue recuperándose gracias al compromiso de la Humanidad.

Los elevados niveles de contaminación que se respiran en las grandes ciudades de Madrid necesitan también de un consenso amplio, dice Benayas, “de una sensibilización de todos, desde las administraciones públicas a los ciudadanos, pasando por las empresas”. Implementar medidas restrictivas al tráfico privado, aumentar la capacidad del transporte público, racionalizar los horarios de los trabajadores para reducir los atascos en horas punta, favorecer el teletrabajo, crear paquetes de ayudas económicas para la renovación de las flotas de reparto de mercancías, usar medios de transporte alternativos, no usar el coche privado para desplazamientos cortos. “Abrir la mente e ir todos a una”, explica Benayas, “con medidas transversales”.

Llega el invierno y, con la nueva estación, la típica estampa madrileña de la boina marrón cubriendo el skyline de la capital y parte del área metropolitana de Madrid. “Ya han encendido las calefacciones”, exclaman los viejos del lugar. Pues no. En la capital funcionan 126 calderas de carbón (hasta el próximo 31 de diciembre, que deberán apagar su quemador para siempre) y 300 en el conjunto de la comunidad. Si el combustible es gasoil las calderas suman 2.100 en toda la región, sobre todo en la sierra norte. Con este inventario, la Agencia Europea del Medio Ambiente cifra en un 18 por ciento el total de las emisiones contaminantes de Madrid relacionadas con los sistemas de refrigeración y calefacción, tanto en verano como en invierno. El resto de las emisiones se corresponden con la operatividad del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, la industria y el transporte, tanto de mercancías como de personas, que incluye la movilidad privada y pública. Por tanto, si la “txapela” de polución no es sólo consecuencia del encendido de las calefacciones en invierno, ¿a qué se debe?

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