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"Ya no soy el estudiante cabreado, también soy mucho menos idealista que entonces"
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HABLAN LOS PROTAGONISTAS

"Ya no soy el estudiante cabreado, también soy mucho menos idealista que entonces"

Antes de las manifestaciones, las pancartas, la politización y de todo eso que asocias al 15-M, hubo un 'Woodstock' espontáneo creciendo en el centro de muchas ciudades españolas

Foto: Un momento del debate sobre el estado de la nación alternativo al del Congreso de los Diputados que tuvo lugar en Sol. (EFE)
Un momento del debate sobre el estado de la nación alternativo al del Congreso de los Diputados que tuvo lugar en Sol. (EFE)

Hace diez años, Pablo Gallego era becario en el departamento de 'marketing' de BMW. Como es ya conocido, él y otros compañeros que hablaban por Facebook quedaron un día en el bar Casa Granada de Antón Martín para planear una manifestación que tendría lugar el domingo 15 de mayo. Esta concentración, a la que se acabaron sumando miles de personas, comenzó en Cibeles aquel día a las seis de la tarde y terminó en la Puerta del Sol a principios del mes de agosto de 2011, que es cuando fueron expulsados los últimos 'indignados' de la plaza y la ciudad recuperó la normalidad.

Sí, todo esto sucedió, aunque ahora, diez años y cientos de horas de televisión más tarde, tendemos a recordar el 15-M como un fugaz cúmulo de manifestaciones, eslóganes contra la banca y los dos principales partidos, etcétera. ¿Pero sucedió así realmente o es algo que hemos acabado homogeneizando entre los medios de comunicación y los partidos políticos hasta convertirlo en un cliché audiovisual?

De empuñar micros a cambiar pañales

Entonces, Gallego tenía 23 años y el activismo como su principal obsesión, día y noche pensando cómo cambiar el mundo desde Democracia Real Ya, la plataforma que montaron 'ad hoc' para aquel evento. Hoy, sin embargo, este gaditano antepone a su familia o sus proyectos laborales –trabaja para un grupo de restauración– a cualquier otra ambición. "Este año estáis llamando a tope otra vez y la verdad es que uno está ya oxidado, porque antes estaba todo el tiempo haciendo política, y ahora me dedico a mi carrera, a mi niña y poco más", explica a El Confidencial. "Ya no soy el estudiante que estaba cabreado con todo, también soy mucho menos idealista que entonces, aunque mantengo esa esperanza".

placeholder Pablo Gallego, polo verde a la derecha, junto a otros impulsores del 15-M. (EFE)
Pablo Gallego, polo verde a la derecha, junto a otros impulsores del 15-M. (EFE)

Algo parecido le ha sucedido al resto de estandartes humanos del 15-M. Ramón Espinar, por entonces en Juventud Sin Futuro, la otra organización clave en el impulso del 15-M en Madrid, se define hoy en su Twitter como 'padre' antes que cualquier otra cosa. Muchos otros tienen en sus perfiles de WhatsApp fotos de ellos mismos abrazando o dando la mano a sus retoños. Hace una década todos estos padres protectores eran los furiosos indignados que el poder político y económico observaba con tanto temor como incredulidad. ¿Qué les ha pasado en estos años? ¿Qué nos ha pasado al resto?

Los periodistas llevamos toda la semana rastreando la Puerta del Sol y acosando a los protagonistas de entonces en busca de recuerdos. El décimo aniversario es una fecha señalada en las agendas informativas, pero si bajo los adoquines de París 1968 estaba la playa, bajo los de Sol lo único que parece encontrarse es una arenilla nostálgica convenientemente acomodada en la era de la sobreinformación, viejos rostros de juventud y viejos himnos que vuelven a sonar. Un día más tarde serán olvidados de nuevo hasta, por lo menos, el 15º aniversario.

Ni 'Democracia Real Ya' ni 'Juventud Sin Futuro' existen a día de hoy

Hoy, 15 de mayo de 2021, hace más de cuatro años que Juventud Sin Futuro se disolvió, ¡Democracia Real Ya! se encuentra atomizada en varias páginas de Facebook o cuentas de Twitter –Gallego, Fabio Gándara y otros fundadores fueron expulsados en 2012 al tratar de canalizar el movimiento formando una asociación– y la única página de entonces que subsiste con el mismo espíritu, Spanish Revolution, lo hace desde la pequeña aldea ourensana de Paderne de Allariz.

Toda aquella energía concentrada en las plazas y calles parece haberse deshilvanado, pero los problemas que encendieron la llama del 15-M (precariedad laboral, paro juvenil, opacidad gubernamental...) están igual que entonces, si no peor.

Foto: Una pancarta del 15-M en una manifestación en Valencia. (EFE)

Pese a tener casi los mismos ingredientes, hubo algo distinto, en aquel momento, que produjo la chispa. Nadie en realidad estaba preparado para lo que ocurrió. Había ciertos movimientos de izquierda o antiglobalización, pero no fueron tan predominantes al principio. Había otros, vinculados a internet y al rechazo a la Ley Sinde, como #nolesvotes. Había una suma de descontentos que generó un sustrato que muchos otros apoyaron, pero nadie trató de capitalizar. Al menos, al principio. La cosa fue cambiando con el paso de los días, cuando se acercaban las elecciones autonómicas y municipales del 22 de mayo.

La cuenta de Twitter de Izquierda Unida, por ejemplo:

El PSOE, por entonces en el Gobierno de España, estaba realmente incómodo. Con una mano apoyaba que la gente saliera a la calle a expresar su descontento... ¡pero no contra ellos! Pedro Sánchez, por entonces un joven diputado, contra los cánticos que pedían recurrentemente no votar a estos dos partidos.

Otros como José Luis Ábalos, por entonces en la Comunidad Valenciana, trataban de deflectar la indignación contra el Gobierno popular de Barberá y Camps. Esperanza Aguirre esperaba por su parte pescar en el río revuelto que mantuvo la plaza ocupada durante meses. La presidenta de la Comunidad declinó pronunciarse sobre si los indignados debían seguir allí o no, diciendo que era un tema de orden público que no afectaba a ella sino a Rubalcaba, entonces ministro del Interior.

Los nuevos partidos que pedían regeneración, por entonces básicamente UPyD y Ciudadanos, se frotaban las manos con las consignas que salían de Sol.

Este era el ambiente en las altas esferas, pero en la calle el 15-M carecía de una identidad reconocible. Los eslóganes no iban directamente contra un único objetivo, en muchos casos eran tan 'naïve' como "si no nos dejáis soñar no os dejaremos dormir".

En Madrid, en Barcelona, Sevilla, Zaragoza, Bilbao y también en capitales de provincias, aquellas concentraciones fueron un potente imán para cualquiera que estuviera indignado con cualquier cosa. También para personajes con ganas de dar la nota. La noche del 19 de mayo, por ejemplo, apareció en Sol el 'showman' Leo Bassi y colocó un pato amarillo hinchable gigante. Levantó algunos aplausos, pero no fue en ningún caso un 'main event', más bien parte del menú de aquel 'Woodstock' que había brotado de repente alrededor del kilómetro cero.

Como en 'El señor de las moscas', aquella sociedad iba formándose a contrarreloj antes de que alguien la desmontara. Donde el lunes no había nada, el martes había unas jaimas, el miércoles gente poniendo un huerto urbano en los parterres de la fuente de Sol y el jueves no se podía pasar por determinados sitios porque un bedel improvisado a cargo de un círculo determinado lo prescribía. ¿Qué demonios estaba pasando?

"De algunas asambleas salías maravillado y de otras horrorizado"

"Siempre me interesó la política, pero fui a las acampadas como un ciudadano más, estupefacto por lo que allí acontecía", explica el antropólogo Ernesto García López, entonces un simple viandante curioso, hoy autor de varios estudios sobre el fenómeno. "Por entonces era mayor, tenía 37 años, y en mi juventud había militado en el movimiento antiglobalización y en experiencias asociativas, pero el 15-M me puso la cabeza del revés".

García López distingue mucho aquellas primeras semanas de acampada –caóticas, llenas de personajazos, incluso absurdas– de lo que vino después y donde él participó más activamente. "A Sol asistí con asombro constante, como ciudadano que se deja contaminar por aquel caos, desbordaba con mucho mi capacidad de atención", indica, "luego la experiencia del 15-M barrial era algo más estructurada y orgánica".

"Había asambleas de las que salías maravillado y de otras salías horrorizado", recuerda.

placeholder Miles de 'indignados' durante la concentración, celebrada en la plaza de Cataluña y el paseo de Gracia de Barcelona. (Albert Olivé / EFE)
Miles de 'indignados' durante la concentración, celebrada en la plaza de Cataluña y el paseo de Gracia de Barcelona. (Albert Olivé / EFE)

Una experiencia parecida tuvo Miguel Álvarez Peralta, investigador y profesor en la Universidad de Castilla-La Mancha. "A mí el 15-M me sirvió para repolitizarme, había llegado a Sol muy decepcionado del mundillo de las izquierdas a la izquierda del PSOE, en las que milité entre los 17 y los 25 años y donde coincidí precisamente con gente como Pablo Iglesias o Rafa Mayoral", explica. "Había salido muy cansado de las miserias de partido y el 15-M me devolvió la ilusión de organizarme con más gente, hacer cosas en el barrio, etcétera".

Álvarez investigaba precisamente cómo los medios de comunicación alteraron los relatos en la esfera pública de la crisis económica de 2008. ¿Pero no sucedió algo muy parecido con el relato del propio 15-M? ¿Dejamos fuera muchos aspectos reales, como su heterogeneidad, al reconstruir ese parque temático de la nostalgia pancartera que ahora celebramos? "Conviven muchos relatos hoy sobre lo que fue el 15-M, con lo cual no todos pueden ser ciertos", reflexiona, "y se homogeneiza un sujeto cuyo principal valor era la heterogeneidad: si por algo hablamos del 15-M y si por algo fue importante es porque en todas las encuestas tenía un apoyo por encima del 80% de la población, había gente joven, mayor, con y sin estudios, fue algo imposible de homogeneizar".

Este apoyo también contribuye a explicar por qué ni la Comunidad de Madrid ni la Delegación del Gobierno se atrevieron a desmantelar la acampada de Sol de primeras. En otros lugares de España sí se actuó con más celeridad, especialmente una vez pasadas las elecciones, y a principios de junio ya se habían disuelto casi todas.

Poco a poco desaparecieron los yayos, los vecinos y la gente con ideas frescas que nunca sale, pero en aquel momento lo hizo. Permanecieron en la plaza los anarquistas y comunistas, los concienciados, todas esas caras que Álvarez Peralta tan bien conocía de su juventud. "La izquierda de siempre haciendo lo de siempre".

El principio del fin

¿Cuándo tocó techo este 15-M surreal para convertirse en algo diferente? Probablemente la medianoche del 20 al 21 de mayo. La jornada de reflexión comenzaba entonces y la Junta Electoral Central había prescrito que aquella concentración sería declarada ilegal. La Puerta del Sol, hasta arriba de gente, levantó los brazos y comenzó a agitar las manos. Cada decibelio de más era censurado con la mirada y el momento que se creó fue muy emotivo, de total comunión entre personas de distintas generaciones, ideologías, creencias o aptitudes incapaces de imaginar que pudieran ponerse tan de acuerdo.

A partir de ahí aquello fue pudriéndose bastante rápido. La acampada fue tomada por aquellos capaces de dormir durante dos semanas en la calle, es decir, los más locos o los que esperan un beneficio. "La salida de Sol fue agónica, aquellas asambleas eran terroríficas", recuerda García López. "Lo que vino después fue bonito también, pero distinto, al menos mi mirada está más influida por aquel 15-M barrial y descentralizado, que duró hasta 2015".

El psicólogo Javier Toret era entonces el encargado de las redes sociales de Democracia Real Ya. Desde entonces, este profesor en la UOC ha teorizado mucho acerca de la tecnopolítica y lo que ha supuesto desde entonces en la vida del país. "El 15-M fue, sobre todo, un gran proceso de politización de masas: participaron hasta ocho millones de personas y derivó en cosas como Podemos y sobre todo el municipalismo, que se ganaran en 2015 Madrid, Barcelona, Zaragoza, A Coruña y Cádiz con candidaturas que venían del movimiento es historia reciente", explica.

Los pequeños 'momentos 15-M'

"Una de las cosas en las que no se consiguió avanzar es la democracia participativa", opina Gallego. "Soñábamos con más referéndums, con mecanismos de democracia interna más fáciles de utilizar, como las ILP (Iniciativa Legislativa Popular) que tenemos ahora pero más accesibles y fáciles de organizar, no que necesites un millón de firmas... los españoles siempre nos quejamos de que nunca cambia nada, pero en aquellos días cambiaron muchas cosas".

Una de las más claras fue quizás una sorprendente capacidad de autoorganización impulsada por las redes sociales. En muchas ocasiones desde entonces, los españoles hemos demostrado una habilidad sobrenatural para hacer obras colectivas de forma espontánea, fuera de las lógicas de partido y con sorprendente coordinación. Por ejemplo: el movimiento feminista, la organización de despensas solidarias o el cuidado de personas mayores que vivían solas durante la pandemia. Todas ellas son iniciativas ciudadanas y espontáneas que han salido en los últimos tiempos usando fórmulas similares a las que dieron lugar a aquel 15-M primigenio.

placeholder Voluntarios del Banco de Alimentos de Barcelona en el almacén de la entidad durante el primer confinamiento. (EFE)
Voluntarios del Banco de Alimentos de Barcelona en el almacén de la entidad durante el primer confinamiento. (EFE)

Álvarez Peralta tuvo uno de esos pequeños 'momentos 15-M' este pasado mes de enero. Su mujer fue a dar a luz justo cuando Madrid estaba colapsado por la nieve de Filomena. "Mi hijo nació en el hospital de Torrejón porque un voluntario lo llevó en un 4x4, porque llamé al 112, mi chica con contracciones y nos dijeron que no había ni ambulancia ni policía", relata. "La propia policía me dijo que mirara un grupo de voluntarios que había en Telegram, y uno de ellos vino desde Coslada hasta Carabanchel para recogernos a medianoche".

En aquel coche pudo comprobar también cómo los conductores de la patrulla de todoterrenos eran guiados por otro voluntario, un radioaficionado que les iba indicando en todo momento. De repente, el investigador pudo sentir un pequeño ramalazo de Sol, diez años después y en mitad de la noche. "El principal poso que me ha dejado el 15-M es que es como una vacuna contra el cinismo".

Hace diez años, Pablo Gallego era becario en el departamento de 'marketing' de BMW. Como es ya conocido, él y otros compañeros que hablaban por Facebook quedaron un día en el bar Casa Granada de Antón Martín para planear una manifestación que tendría lugar el domingo 15 de mayo. Esta concentración, a la que se acabaron sumando miles de personas, comenzó en Cibeles aquel día a las seis de la tarde y terminó en la Puerta del Sol a principios del mes de agosto de 2011, que es cuando fueron expulsados los últimos 'indignados' de la plaza y la ciudad recuperó la normalidad.

Movimiento 15M Puerta del Sol