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Abuse de un inmigrante para pintar, alicatar o lavar dinero negro. Es (casi) gratis
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DESESPERADOS POR LA PANDEMIA

Abuse de un inmigrante para pintar, alicatar o lavar dinero negro. Es (casi) gratis

La plaza Elíptica de Madrid es la meca de los 'pistoleros', empresarios pirata que usan mano de obra barata para sus actividades, delincuencia incluida. El covid ha agravado el fenómeno

Foto: Varios hombres negocian una jornada de trabajo con el conductor de un vehículo en la plaza Elíptica, Madrid. (David Brunat)
Varios hombres negocian una jornada de trabajo con el conductor de un vehículo en la plaza Elíptica, Madrid. (David Brunat)

A la plaza Elíptica de Madrid uno puede ir a buscar trabajo como albañil y terminar metido en una furgoneta rumbo a una casa de cambio a hacer una transferencia de dinero de la cocaína con destino Colombia. O puede uno ir como pintor y terminar participando en algún negocio turbio, tal vez un robo de material, quizá un trabajito como camello de marihuana. Lo más normal, aun con todo, es que si uno acude como pintor termine trabajando como pintor. Eso sí, con salarios que rozan el esclavismo y en condiciones laborales tercermundistas.

Hace años que la plaza Elíptica, un gran nudo de circulación ubicado en el sur de Madrid, es una especie de mercado persa laboral. Allí acuden cada mañana decenas de hombres dispuestos a trabajar en cualquier cosa. Lo que necesite el patrón ese día o esa semana. El patrón es el conductor de la furgoneta que aparece por allí para cargar a dos, cinco o diez de estos hombres para llevárselos a trabajar a cualquier obra en Madrid, Segovia o Toledo. O para ir a recoger chatarra, o para lo que se tercie que precise mano de obra irregular y que haga pocas preguntas. En la jerga, a estos patrones por un día se los conoce como 'pistoleros'.

placeholder El chaflán frente al bar Yakarta es el punto de encuentro de todos los días. (D.B.)
El chaflán frente al bar Yakarta es el punto de encuentro de todos los días. (D.B.)
placeholder Dos hombres esperan con sus mochilas una oportunidad laboral en la plaza Elíptica. (D.B.)
Dos hombres esperan con sus mochilas una oportunidad laboral en la plaza Elíptica. (D.B.)

Antes de que el 'pistolero' tenga tiempo de echar el freno de mano ya hay un puñado de cuerpos echados sobre el capó. “Necesito un oficial y dos ayudantes”, y ahí empieza la subasta de los precios, las peleas incluso entre los aspirantes porque uno ya había pactado trabajar por 30 y otro se ofrece por 25. Lo habitual son unos 60 euros la jornada de 8 o 9 horas por un albañil y unos 30 o 40 para el ayudante.

Sin embargo, la pandemia ha hecho volar por los aires este precario ecosistema que lleva muchos años operando en el mismo lugar sin que a ninguna autoridad le incomode. En tiempos de coronavirus, se paga peor y se abusa más que nunca. También hay más hombres al límite en búsqueda de un trabajo. La plaza Elíptica es hoy el vertedero de las miserias que ha magnificado la crisis del covid-19: economía sumergida, delincuencia y desesperación.

De pronto, una lujosa furgoneta Mercedes negra se detiene junto al chaflán del bar Yakarta, punto neurálgico de este mercado de voluntades. Ni se ha parado la furgoneta que ya hay un enjambre de hombres, casi todos inmigrantes, muchos sin papeles, alrededor. “Necesito un par de soldadores”, pregona el conductor, un hombre alto de pelo corto blanco. En ese instante muchos se descuelgan porque no saben usar un soplete. A pie de capó se produce el regateo. Dos suben y la Mercedes arranca.

placeholder Negociación para llevarse a soldadores frente a una furgoneta. (D.B.)
Negociación para llevarse a soldadores frente a una furgoneta. (D.B.)
placeholder Subasta de jornales en plaza Elíptica. (D.B.)
Subasta de jornales en plaza Elíptica. (D.B.)

“Estos van a dar un palo por ahí”, suelta con media sonrisa Omar, que presencia la escena agarrado a su caja de herramientas. “El soplete es una cosa delicada, hay que ser profesional y es un trabajo peligroso. ¿Tú crees que alguien vendría aquí a buscar soldadores? Además mira qué furgoneta. Estos son ‘paisanos’ que se traen algo entre manos”.

Es lunes es el día fuerte de la semana porque es cuando se subastan los trabajos más potentes: una semana alicatando un chalé en la sierra de Madrid, tres días pintando una casa en Getafe… Pero la mañana está muy floja y la cuarentena de hombres apostados frente al Yakarta suspira ante la previsión de pasarse el día en blanco.

René es ciudadano de Costa de Marfil y espera nervioso a que aparezca alguna furgoneta pidiendo pintores. “Me pagan 30 euros el día, soy ayudante, no oficial”, cuenta. “Llevo un par de años viniendo y esto está peor que nunca. Hay mucha gente nueva, precios muy malos… Mi habitación cuesta 300 euros al mes y con esto no me da”.

placeholder Una furgoneta arranca cargada de trabajadores irregulares. (D.B.)
Una furgoneta arranca cargada de trabajadores irregulares. (D.B.)

Más abuso que nunca

También ocurre con más frecuencia desde que irrumpió la pandemia que el empleador no paga al final de la jornada. O que si se pactaron 40 euros se reciban solo 20 “y ya te pagaré el próximo día que ahora no tengo”. Alan, peruano de 50 años, dice que a un paisano suyo le dejaron a deber 6.000 euros y que a él le deben unos trabajos también. “Aquí nadie denuncia porque muchos no tenemos papeles, ¿qué vas a hacer? Además ellos juegan con eso: te dicen “si te pones chulo hago que te echen del país”.

No todos agachan la cabeza, claro. “A veces llega una furgoneta de los que te deben dinero, se les encaran varios y tienen que arrancar corriendo”, cuenta Alan. En noviembre se produjo un homicidio en un callejón contiguo a la plaza relacionado con una cuenta pendiente entre asiduos de este mercado negro laboral.

placeholder Los trabajadores esperan en plaza Elíptica desde primera hora. (D.B.)
Los trabajadores esperan en plaza Elíptica desde primera hora. (D.B.)

“Esta zona se ha puesto muy peligrosa, aquí hay muchos robos últimamente y hay que cuidarse con el bolso”, explica Marisol, que vive en una calle contigua a la plaza. “Ellos vienen aquí a buscar trabajo, no a robar, pero si por la mañana no han conseguido nada llega la frustración y por la tarde y la noche es cuando te asaltan para quitarte la cartera o el móvil. Los vecinos ya sabemos por qué calles y aceras no pasar cuando anochece. El problema es que aquí hay gente cada vez más desesperada porque ya no pueden trabajar en bares o en otra cosa, muchos son chicos jóvenes que no tienen papeles y se quedan aquí día y noche porque no tienen adónde ir”.

Hace un tiempo que el Centro de Ayuda Cristiano (CAC) acude por las mañanas a ofrecer un sándwich y un café caliente a los hombres que buscan suerte entre las furgonetas. “La necesidad aquí es bastante grande y se ha agravado con la pandemia. Vemos gente que ha caído en el laberinto de la miseria laboral, la mayoría inmigrantes cuyas familias dependen de las remesas que les mandan a sus países. Hay un estancamiento crónico que con el panorama actual se ha vuelto más duro, porque muchos llevan meses sin dinero para comer”, explica Alberto Díaz, responsable del CAC.

placeholder El Centro de Ayuda Cristiano reparte desayunos en plaza Elíptica. (D.B.)
El Centro de Ayuda Cristiano reparte desayunos en plaza Elíptica. (D.B.)

“Muchos tienen esposa e hijos y los ves aquí un día sí y otro también mendigando trabajos a 30 euros la jornada, que a veces ni siquiera se los pagan”, prosigue Díaz. “Los llevan a trabajar una o dos semanas con la promesa de que les pagarán y los tienen malviviendo en algún campo. Cuando les damos el sándwich algunos se lo guardan. ‘Es que no traigo nada para comer y me vendrá bien para luego’, te dicen. La plaza Elíptica es un círculo vicioso. Empiezan el día con fuerza pero luego su frustración va cayendo. Es un ambiente tóxico de desesperanza y negatividad en el que muchos viven atrapados durante años. Los sueños de muchos inmigrantes que llegan a España en busca de una vida mejor se estancan en este lugar”.

"Muchos tienen esposa e hijos y los ves aquí un día sí y otro también mendigando trabajos a 30 euros la jornada"

Carlos, peruano, solía acudir cada mañana a buscar trabajo a la plaza hasta que se declaró el estado de alarma hace un año. No tenía ni idea de construcción, igual que muchos jóvenes que se abalanzan sobre los vehículos, pero esta era su única vía para obtener ingresos. “Cuando el de la furgoneta ve que eres novato, aprovecha para rebajarte el precio. Yo he trabajado por 20 euros la jornada de 9 horas haciendo de todo. Pintor, reformas, mudanzas, jardinería, tirar escombros, de todo. Los días que no había trabajo me tendía en el suelo a hacer de mantero, buscaba lo que fuera para comer. He ido muchas veces a comedores sociales, he dormido un mes en el aeropuerto y venía aquí cada mañana a por trabajo, también he dormido en un parque”, explica.

placeholder Carlos es uno de los pocos que ha logrado salir de la espiral de plaza Elíptica. (D.B.)
Carlos es uno de los pocos que ha logrado salir de la espiral de plaza Elíptica. (D.B.)

“En cuanto te suben a la furgoneta ellos ponen las reglas. Si te vas una semana fuera, te van pagando poco a poco. Te dicen ‘te pagaré tanto esta semana y lo que falta te lo daré más adelante’. Y cuando les llamas ya no los encuentras”, prosigue Carlos. “Aquí vienen a ofrecerte trabajos de todo tipo porque saben que haremos lo que haga falta a cambio de un poco de dinero. Es habitual, por ejemplo, que vengan buscando gente que preste su pasaporte para hacer una transferencia de dinero a Colombia, Ecuador o Perú. Yo nunca he cruzado esa línea, pero muchos aquí lo hacen. Por una transferencia de 1.000 euros con tu pasaporte te pagan 40 euros. Si son 1.500 euros te pagan un poco más, y así vas subiendo”.

"Por una transferencia de 1.000 euros [a un país de América Latina] con tu pasaporte te pagan 40"

El estado de alarma de hace un año cortó en seco el negocio de los 'pistoleros' en la plaza Elíptica y los cientos de inmigrantes habituales tuvieron que quedarse en sus casas sin ingresar un solo céntimo. Algunos cayeron en una espiral de pobreza que dura hasta el día de hoy. Otros pocos, como Carlos, lo aprovecharon para salir del agujero. “Yo tengo un curso de barbería y peluquería hecho en Perú y empecé a cortar el pelo a domicilio. Y me fue bien. Hace unos meses he abierto una barbería con un socio y de momento nos funciona. Me pasé mucho tiempo dando tarjetas aquí en la plaza a los compañeros; algunos se reían de mí, me decían que no iba a funcionar, pero mira ahora, hace un año que no necesito pasar por esto”.

placeholder Un 'pistolero' negocia desde su asiento con los trabajadores que necesita. (D.B.)
Un 'pistolero' negocia desde su asiento con los trabajadores que necesita. (D.B.)

El sindicato Comisiones Obreras (CCOO) lleva años haciendo campañas periódicas de sensibilización entre los asiduos a la plaza Elíptica. “No volvamos atrás, pon freno a los pistoleros”, rezaba su último cartel informativo, repartido en varios idiomas. “Esto es cíclico, cuando llega una crisis las condiciones laborales para los inmigrantes se deterioran y aumenta el número de personas desesperadas. El fenómeno de los ‘pistoleros’ viene ya de los años 80 y ahora vive un nuevo pico a raíz de la pandemia. Un ‘pistolero’ o ‘pistolo’ es un hombre con un móvil y una furgoneta, esa es toda su infraestructura. Muchas veces no tienen ni dada de alta su empresa”, explica Daniel Barragán, secretario de Acción Sindical de CCOO.

"Un ‘pistolero’ o ‘pistolo’ es un hombre con un móvil y una furgoneta, esa es toda su infraestructura", explican desde CCOO

“Los 'pistoleros' se aprovechan de personas en situación extrema que necesitan llevar pan a sus casas”, prosigue Barragán. “Hace poco en Valencia tiraron de un coche frente al hospital a un trabajador que se había accidentado en una obra, en ese nivel de inhumanidad nos encontramos. Las obras no tienen documentación, puede ser la reforma en negro de una casa en un pueblo, no dejan rastro en ninguna parte. A eso se junta que los trabajadores casi nunca se atreven a denunciar, lo que complica que sean detectados por la Inspección de Trabajo”.

placeholder En la plaza Elíptica se mercadean todo tipo de servicios en negro. (D.B.)
En la plaza Elíptica se mercadean todo tipo de servicios en negro. (D.B.)

La plaza Elíptica es la foto más cruda de nuestro mercado laboral, la misma cara de la moneda que reflejan los invernaderos de Murcia y Almería, tantas veces denunciados por sus condiciones tercermundistas. La diferencia es que aquí el mercadeo de personas se produce a plena luz, en mitad de Madrid, con la mayor normalidad del mundo. Y no es el único punto. En Atocha también es célebre el fenómeno de los 'pistoleros'.

“Esto es un círculo vicioso, es el problema social que tenemos en España con la precariedad. Si de repente prohibimos que estas personas vengan a buscar trabajo a la plaza, ¿de qué van a vivir si muchos no tienen papeles?”, se pregunta Díaz, del Centro de Ayuda Cristiano. “Hay que ir paso a paso, cada uno aquí tiene una historia detrás y nuestra misión es ir sacándolos de esto”.

El sol ya ha salido por completo y frente al Yakarta quedan los descartes humanos de la subasta. Muchos están de pie mirando al horizonte en busca de esa furgoneta que hoy no aparecerá, por mucho que tengan ropa para varios días metida en una mochila y sus herramientas listas para trabajar. Los que han tenido suerte posiblemente se dirijan a reformar alguna vivienda particular, una de esas reformas tan baratas y sin licencia de obra que abundan por todo el país y cuya carga de responsabilidad compartimos entre todos.

A la plaza Elíptica de Madrid uno puede ir a buscar trabajo como albañil y terminar metido en una furgoneta rumbo a una casa de cambio a hacer una transferencia de dinero de la cocaína con destino Colombia. O puede uno ir como pintor y terminar participando en algún negocio turbio, tal vez un robo de material, quizá un trabajito como camello de marihuana. Lo más normal, aun con todo, es que si uno acude como pintor termine trabajando como pintor. Eso sí, con salarios que rozan el esclavismo y en condiciones laborales tercermundistas.

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