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"Cogí un cuchillo y se lo metí en el cuello": la confesión del asesino de Chapinería
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ACUCHILLÓ A SU SUEGRA

"Cogí un cuchillo y se lo metí en el cuello": la confesión del asesino de Chapinería

Mató a su suegra en el municipio madrileño. En una declaración judicial, relata constantes peleas, insultos, gritos...

Foto: Un operador de cámara toma imágenes de la vivienda de la mujer de 70 años asesinada en Chapinería. (EFE)
Un operador de cámara toma imágenes de la vivienda de la mujer de 70 años asesinada en Chapinería. (EFE)

Los presuntos asesinos de Chapinería, Emilio y África, se enamoraron como muchos otros jóvenes de nuestra generación, a través de una red social, en este caso Facebook. Lo suyo fue un flechazo virtual que se confirmó presencialmente cuando Emilio acudió a ver a África al bar que trabajaba en Torrejón. Se gustaron tanto que desde entonces no volvieron a separarse. Ninguno tenía dónde vivir e iban saltando de casa en casa hasta que África recibió una llamada de su madre, Marisa.

Lo cuenta Emilio Ramos en su declaración judicial, a la que ha tenido acceso en exclusiva El Confidencial: “Un día cogimos un taxi para y a Chapinería. Allí vivía la madre de África. Fuimos porque el perro de Marisa se había muerto y ella quería que alguien le ayudase a enterrarlo. De paso que también le limpiase el jardín de la vivienda que estaba bastante descuidado. Lo negociamos y me prometió que me pagaría 1.100 euros”. El dinero le iba a servir para abonar una multa pendiente después de tener un altercado con dos guardias.

Foto: Chapinería "intenta encajar" el "macabro" suceso de la mujer descuartizada. (EFE)

Asegura que las fechas concretas no las recuerda, pero sí los detalles de lo que ocurrió alrededor del día en que acuchilló a su suegra: “Cumplí lo pactado y enterré el perro en un lateral del jardín de la vivienda y luego se lo arreglé todo, hasta por fuera de la casa. Al final decidió no pagarme nada, pero a cambio nos mantenía a mi chica y a mí. Yo bebía mucho. También tomaba pastillas. Marisa tenía un pulsador de una empresa de seguridad y a veces cuando discutía con su hija África, lo pulsaba y llamaba a la Guardia Civil. No parábamos de gritarnos porque Marisa bebía todo el día. El alcohol hacía que no parase de insultarnos: "¡Muertos de hambre! ¡África, eres una guarra! ¡Te has tirado a todo Chapinería! ¡Un día me voy a cabrear y os vais a ir a la puta calle!". Sé que cuando África y yo hacíamos el amor, a ella le gustaba escucharnos, quizá por celos o porque tenía envidia".

Frecuentes roces, peleas, gritos, pastillas, drogas y alcohol y sobre ese caldo de cultivo germinó el asesinato

Ese era el día a día de su convivencia según Emilio. Frecuentes roces, peleas, gritos, pastillas, drogas y alcohol y sobre ese caldo de cultivo germinó el asesinato. “El día que maté a Marisa, África y yo salimos a tomar algo por el pueblo. Fuimos al bar del Chulo. Yo llevaba unos 'trankimazines' en el bolsillo que me tragué con unas cervezas, me fumé unos porros de hachís y un chico del pueblo me invitó a una raya de cocaína. Nos dimos un fiestón padre. Cuando acabamos regresamos a casa de Marisa. Nada más llegar África dijo que estaba cansada y se fue a descansar a uno de los cuartos de la planta de arriba. Yo mientras me quedé cerrando la puerta de acceso a la parcela con un candado que me había llevado previamente, porque no tenía cerradura”.

Emilio cuenta que entra en casa y ya no ve a África. Va a la cocina, saca una cerveza de la nevera y se la bebe. "Cuando acabé, me lié un porro de hachís y estaba a punto de apurarlo cuando Marisa me llamó. Estaba en la salita de la planta de abajo, donde hacía la mayor parte de su vida y me dice:

Marisa: ¿De dónde cojones venís a estas horas? ¿Por qué te has llevado el candado? Me has dejado todo este rato con la puerta abierta.

Emilio: Es que si no me lo llevo, lo cierras y tú hija y yo no habríamos podido entrar.

M: Tenéis que iros de la casa. ¡Sois unos muertos de hambre! ¡Me tenéis hasta las narices!! Estoy acostumbrada a estar sola. ¡Yo mando más que la Guardia Civil y os puedo echar cuando quiera!

E: Tu marido, por mi militar que fuese militar, era una basura, un borracho como tú y un pedófilo. África me lo ha contado todo, hasta cómo la violó cuando tenía once años.

M: ¡Mientes!

E: ¿Mentira? Pero si también violó a la hija del vecino cuando tenía quince años.

M: Eso es falso.

E: ¿Falso? ¿Y qué me dices del asesinato que le encargaste a unos tipos en una discoteca? ¿Qué crees que no me ha contado África que quisiste asesinar a tu marido para quedarte con la casa y la paga de viuda de comandante? Y después tu plan era echar a la calle a África, a la que maltrataste siempre".

Según Emilio, ella se quedó callada y él decidió irse de la habitación porque estaba muy caliente. "Entonces escuché a mi espalda: '¡Hijo de puta!', '¡Mentiroso!', 'Voy a llamar ahora mismo a la Guardia Civil', amenazó y trató de echar mano a la botonera de alarma. Yo no le dejé. Le di un manotazo y la tiré al suelo. Aproveché para coger un cuchillo que estaba encima de la mesa y se lo metí entero en el cuello. No lo vio venir. Estaba desprevenida. Me arrepentí un segundo después, pero ya no podía deshacer su muerte. Salí al jardín a tranquilizarme y me fumé un porro mientras pensaba en qué hacer a partir de ese momento. Se me ocurrió enterrarla cavando un agujero como había hecho con el perro. Solo quería que África no se diera cuenta de que había asesinado a su madre. Salí fuera de la casa y busqué un sitio donde esconderla.

"Nos amenazó y trató de usar la botonera de alarma. Yo no le dejé. Le di un manotazo y la tiré al suelo. Aproveché para coger un cuchillo de la mesa"

Vi un campo de olivos y me pareció el mejor lugar, además no tenía mucho tiempo. Cabe un agujero y regresé a casa. Saqué el cuerpo al jardín arrastrándolo sobre los cojines de sofá. Pesaba tanto que decidí partirla con un hacha en varios trozos para poder cargarla mejor. La desnudé. Comencé por una pierna, después un brazo, después otra pierna, después el otro brazo y por último la cabeza. Después descansé y me lié otro porrito de hachís que me sentó de maravilla. Cuando se apagó, lo fui metiendo todo en bolsas de plástico y luego en maletas. La llevé al sitio, la metí en el agujero y la tapé”.

Foto: Google Maps

Según su versión, luego se deshizo de las pruebas que le incriminaban en los alrededores de Chapinería y cuando regresó a casa encontró un producto químico bajo el fregadero, tipo aguarrás, para limpiar la escena principal. "Limpié el cuchillo, el suelo y los restos de sangre. También sustituí los cojines del sofá para que África no notase nada. Cuando acabé me senté y me puse a beber cervezas y a fumarme porros uno tras otro. Quería que me entrase el sueño. Me metí en la misma cama de África y me quedé dormido. Cuando nos despertamos mi chica y yo bajamos a desayunar como siempre. Ella buscó a su madre. Como no la encontraba me preguntó y yo le dije: 'Cariño, estate tranquila. Se habrá ido a tomarse un vino o a hacer la compra. Ya sabes cómo es. Cuando menos te lo esperes volverá. Por cierto, fíjate, ha cambiado los cojines del sofá. No me extraña porque como tenía incontinencia había empapado los cojines de pis'. Ella me creyó".

Dos días después se presentaron en casa la otra hija de Marisa, que se llama como ella y Arturo, que es su marido. "Ellos estaban mosqueados. 'Me parece muy extraño que mamá haya desaparecido sin decir nada', dijo Marisa hija nada más llegar. 'Me da a mí', le respondí yo, 'que se ha ido a ver a ese militar de Galicia con el que no paraba de ligar por teléfono'. Al final nos sentamos y estuvimos todos bebiendo cervezas. 'Si no aparece en dos días, yo voy a denunciar', avisó Marisa hija. Eso me dio dos días para largarme de allí".

A pesar de que Emilio exonera a África del crimen y afirma que ella no sabía nada, el juez que instruye el caso mantiene a ambos en prisión provisional por asesinato.

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Los presuntos asesinos de Chapinería, Emilio y África, se enamoraron como muchos otros jóvenes de nuestra generación, a través de una red social, en este caso Facebook. Lo suyo fue un flechazo virtual que se confirmó presencialmente cuando Emilio acudió a ver a África al bar que trabajaba en Torrejón. Se gustaron tanto que desde entonces no volvieron a separarse. Ninguno tenía dónde vivir e iban saltando de casa en casa hasta que África recibió una llamada de su madre, Marisa.

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