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Regreso a la residencia tras el horror: "Mamá, eres afortunada. Ha muerto mucha gente"
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LA DESESCALADA EN EL FOCO DEL CORONAVIRUS

Regreso a la residencia tras el horror: "Mamá, eres afortunada. Ha muerto mucha gente"

En el pico de la pandemia sufrieron las peores cifras de muertes. Las residencias en Madrid avanzan en la desescalada con los reencuentros familiares. El sector defiende que se ha dejado la piel

Foto: Encarna se mira el peinado que le han hecho en la primera visita de su hijo. (Carmen Castellón)
Encarna se mira el peinado que le han hecho en la primera visita de su hijo. (Carmen Castellón)

Eran las doce en punto y los nervios se acumulaban en la puerta de la residencia donde Paqui tiene a su madre instalada desde hace más de cuatro años. De punta en blanco y sin quitarse las gafas de sol accedió al 'hall' principal con la inquietud de lo que se encontraría tres meses después. Se desinfectó los zapatos y una empleada le tomó la temperatura con una pistola eléctrica. Bajó los escalones y ahí estaba, sentada en una silla de ruedas, con sus gafas de montura rosa y la mascarilla puesta. Los 94 años y el alzhéimer galopante impidieron a Engracia reconocer del todo a su hija, pero el reencuentro fue igual de emotivo. Por fin, volvía.

Se sentaron en el patio interior de la residencia DomusVi —la principal compañía de geriátricos de España— en Puente de Vallecas alrededor de una mesa y sin poder tocarse. "Le he dado un caramelo, que es lo que siempre le traía. Me vais a decir que no se puede, pero se lo he dado". La hija confesaba sus dudas sobre si acudir o no a la visita. Las videollamadas muchas veces habían sido traumáticas en mitad de la pandemia. "La he visto llorar. Me asustaba verla muy deteriorada. Sinceramente, estoy sorprendida del buen aspecto que tiene. La veo bien". La semana próxima le cederá el turno a su hijo Borja. "Yo no sé por qué, pero con él conecta más. Son todo sonrisas, es como si a su nieto lo reconociera".

placeholder La desescalada en la residencia de Puente de Vallecas, con varios ancianos al sol respetando la distancia de seguridad. (Carmen Castellón)
La desescalada en la residencia de Puente de Vallecas, con varios ancianos al sol respetando la distancia de seguridad. (Carmen Castellón)

Las residencias en Madrid, principal foco de contagio y muertes por coronavirus en la región —en total más de 6.000 fallecimientos— empiezan a asomar la cabeza muy poco a poco. En mitad de la bronca política, con la presión sobre el Gobierno de la Comunidad y una ofensiva judicial que ya señala incluso a los médicos, las familias empezaron a reencontrarse esta semana con la llegada de la fase II. Eso sí, con muchas restricciones: visitas de treinta minutos y un solo familiar por residente. En esta, en concreto, ninguno de ellos coincide en el establecimiento. Cuando termina una, empieza la siguiente.

Al pasar media hora clavada llega un nuevo visitante. A este le temblaban incluso las piernas. "Estoy nervioso", avisaba ya desde la calle. Su madre, Encarna (95 años) es de peluquería diaria. El carácter que tiene se ve a lo lejos. Mueve las manos muy rápido, lanza reproches, pregunta dónde está el pendiente que le falta. Es la inquilina más presumida de la residencia, pero este día es todavía más especial. Su hijo vuelve a visitarla después de doce semanas. "¿Vienes a comer?", le espeta al verle como si nada. Como si no hubiera pasado la peor crisis sanitaria de la historia reciente. Borrón y cuenta nueva. Cuando le ve aparecer se le viene a la cabeza la imagen de su hijo comiendo con ella cada día. Así lo hacía hasta el 9 de marzo.

placeholder Engracia recibió esta semana la primera visita de su hija Paqui después de tres meses. (Carmen Castellón)
Engracia recibió esta semana la primera visita de su hija Paqui después de tres meses. (Carmen Castellón)

"No puedo quedarme a comer, mamá. ¿No ves que ni me acerco a ti? No puedo tocarte", le explica. Los besos van a través de las manos, con gestos, con saludos en la distancia. "¿Sabes lo que ha pasado, no? Ha muerto mucha gente. Eres muy afortunada. Mírate lo bien que estás. Estás guapísima. Te llevo a la peluquería y no te dejan tan bien".

En el otro lado del patio y con la distancia de dos metros entre cada uno, otros cinco ancianos descansan al sol en compañía. Un empleado hace repaso generalizado de manicura. Se levantan, pasean. En poco tiempo dará la hora de comer. Ya hacen uso del comedor. Por fin han abandonado las habitaciones, de las que no salieron en semanas para nada. Aun así, un residente por mesa. Nada de contacto por ahora. Los dividen en distintos comedores y en la cafetería principal, ahora cerrada a los visitantes.

El centro de DomusVi de Puente de Vallecas tiene 100 residentes en sus instalaciones. A día de hoy solo 3 permanecen aislados por tener sintomatología compatible con el coronavirus a la espera de conocer el resultado de las pruebas. La media de edad son 87 años. Ha habido contagios y también muertes, aunque la mayoría, como en otras residencias, no figuran en las estadísticas oficiales por no tener una PCR positiva. Solo pudieron notificar síntomas compatibles con la enfermedad.

Los besos van con gestos y saludos en la distancia. "¿Sabes lo que ha pasado, no? Ha muerto mucha gente. Eres muy afortunada, mamá"

El reto en la residencia ha sido mayúsculo. La directora, Mari Luz Domínguez, explica cómo han tenido que cambiar su día a día por completo. La planificación ahora es semanal y se va adaptando a las novedades de la desescalada. Las residencias son entornos de convivencia y todo está enfocado a los espacios compartidos. Ahora, los tratamientos de fisioterapeuta, igual que el resto de terapias o el trabajo de los animadores, se ha tenido que individualizar. Nada es como antes.

Uno de los puntos de inflexión fue el desembarco de la UME para hacer las labores de desinfección y la imposición de nuevos protocolos. La llamada "sectorización" (reorganización de espacios) que pretendía reducir drásticamente las posibilidades de contagio. La dificultad era precisamente el lugar. La mayor parte de residentes tienen un deterioro cognitivo en estado muy avanzado. Un tercio de los ancianos se encuentran en una unidad específica de demencias. "Nos tuvimos que poner las pilas, pero no siempre era todo compatible y fácil. El cambio de espacios, de hábitos y de rutina para este tipo de personas es muy perjudicial también. La inquietud aumenta, se desestabilizan", explica la directora.

Los recuerdos van acompañados de gestos de pena. Mucha pena. La mascarilla le tapa la cara, pero los ojos lo dicen todo. Las residencias han pasado por un infierno y ahora, poco a poco, intentan salir del agujero. Lo han pasado muy mal. En ellas se encuentra la población más vulnerable y afectada por el covid-19. Y los titulares, reconoce, no han ayudado. El centro que dirige cuenta con asistencia de médicos y enfermeras, además de auxiliares —"nuestro gran pilar"— y desde que la situación estalló en marzo, la pata asistencial tomó el mando. Pero no todas las residencias tienen una amplia presencia de médicos y enfermeras.

placeholder La directora de DomusVi en Puente de Vallecas, Mari Luz Domínguez. (Carmen Castellón)
La directora de DomusVi en Puente de Vallecas, Mari Luz Domínguez. (Carmen Castellón)

De hecho, el presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, José Augusto García Navarro, recuerda que los centros sociosanitarios no son en ningún caso hospitales. "Ni tienen una dotación adecuada, ni están preparados para ese tipo de atención". No esconde lo tocado que se encuentra emocionalmente el sector después de estos meses de horror.

Justo ahora, cuando lo peor de la pandemia ha pasado, las residencias acaparan todas las miradas en el plano político. No es solo la oposición. Las discrepancias se han abierto dentro del propio Ejecutivo regional a raíz de los protocolos de actuación y derivación de ancianos a los hospitales. "Lo que hace falta de una vez por todas es un debate serio. En los últimos 20 o 30 años ningún partido, de ninguna ideología, se ha preocupado por esta situación. Nadie ha puesto encima de la mesa el abandono que sufre la atención de nuestros mayores. Las políticas sanitarias y sociales han sido negligentes y se han dejado de lado hasta que ha llegado el desastre".

Para el presidente de los geriatras en España lo que hace falta después de esta pandemia es un diagnóstico real y una reestructuración total del sector. "Hay que decidir si es una cuestión prioritaria o no. El entorno que viene ahora de crisis económica no facilita las cosas, pero tenemos que decidir si atendemos a la población más vulnerable como merece. Estamos hablando de 380.000 personas de un total de 48 millones. No es tanta gente. Y luego, de esos, solo 9 millones son mayores de 65 años".

placeholder Varios residentes hacen actividades en la cafetería del edificio. Uno por mesa y con distancia de seguridad. (Carmen Castellón)
Varios residentes hacen actividades en la cafetería del edificio. Uno por mesa y con distancia de seguridad. (Carmen Castellón)

El debate es hondo y complejo. Las residencias dependen de los servicios sociales y no de los sanitarios. "Cuando el foco estaba puesto en los hospitales y todos estábamos pendientes de conseguir respiradores y material para los hospitales, el virus crecía en las residencias. Los trabajadores se iban a sus domicilios y luego volvían al trabajo. Ya era tarde", asume.

Igual que la directora de la residencia de Puente de Vallecas, el doctor García Navarro pone el foco en la indetectabilidad de un virus tan desconocido en personas mayores. "En torno al 30% de los residentes con coronavirus son asintomáticos. Del resto, una parte puede manifestar fiebre, tos o sensación de falta de aire. También los mayores tenían otros síntomas como diarreas o alteraciones cutáneas que no se veían en otras personas". Mari Luz Domínguez recuerda que en el mes de febrero, además, los síntomas de gripe son habituales cada año. Pero este 2020 febrero ya traía el virus consigo. Nadie era consciente.

Foto: Una residencia en Ourense. (EFE) Opinión
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Además de la tardanza en los recursos y equipos de protección para las residencias —las administraciones regionales denuncian que nunca llegaron desde Sanidad— el presidente de la Sociedad Española de Geriatría reconoce que la falta de personal jugó un papel determinante. "En muchos casos se producía una baja del 50% de la plantilla. La dirección de las residencias intentaba cubrir las plazas y no había manera. Los empleados doblaban turnos, se han dejado la piel haciendo el doble de trabajo. Algunos profesionales se iban a Ifema y otros lo rechazaban por muchos motivos. Entre otros, los propios laborales. El convenio colectivo de este sector es un 35% inferior al sanitario. Otra cosa que los políticos tendrían que anotar".

"La negligencia del resto de la sociedad también ha sido mirar hacia otro lado. Y esto nos atañe a todos. Hemos fallado como sociedad en la protección de las personas más vulnerables", explicaba el doctor García Navarro hace días en este diario.

Mientras intentan recuperarse del golpe más duro que han vivido, los ancianos siguen paseando por el patio interior de la residencia de Puente de Vallecas. Después de lanzarle más besos al aire a su madre, el hijo de Encarna se despide de la directora. Las palabras no le pueden dar más oxígeno. "Muchas gracias. Vosotros lo habéis hecho muy bien".

Eran las doce en punto y los nervios se acumulaban en la puerta de la residencia donde Paqui tiene a su madre instalada desde hace más de cuatro años. De punta en blanco y sin quitarse las gafas de sol accedió al 'hall' principal con la inquietud de lo que se encontraría tres meses después. Se desinfectó los zapatos y una empleada le tomó la temperatura con una pistola eléctrica. Bajó los escalones y ahí estaba, sentada en una silla de ruedas, con sus gafas de montura rosa y la mascarilla puesta. Los 94 años y el alzhéimer galopante impidieron a Engracia reconocer del todo a su hija, pero el reencuentro fue igual de emotivo. Por fin, volvía.

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