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La historia del primer secuestro del año en Madrid: "Métete al maletero o te rajo"
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"solo pude verle los ojos"

La historia del primer secuestro del año en Madrid: "Métete al maletero o te rajo"

La perspicacia de un agente de Policía fue el detonante de la liberación, se fijó en los movimientos nerviosos del conductor asaltante mientras circulaba y decidió pararlo

Foto: Imagen del momento de la detención. (Policía)
Imagen del momento de la detención. (Policía)

La víctima es un hombre corriente, con una vida normal y sin aspavientos. No quiere que se conozca su nombre, aunque este sea común. Tampoco acepta enseñar su rostro y casi ni hablar desde que el pasado 5 de enero fuese asaltado por un desconocido en el garaje de su propia casa. Vive aterrorizado. Jamás pensó que la vida le depararía un susto tan severo. Había visto en las películas situaciones similares, pero correspondían a la ficción. En su caso la pesadilla se hizo realidad. Este es su testimonio en primera persona: "Sería la 01:30 de la madrugada cuando llegué con el coche a casa. Estacioné donde lo hago habitualmente, en mi plaza, que está en el garaje del edificio. Como tantas otras veces, apagué el contacto, cerré y me dirigí hacia la puerta de acceso a la finca".

Es a partir de este instante donde la vida de Salvador, por ponerle algún nombre, aunque obviamente no sea el suyo, gira de forma dramática: "De repente, apareció un hombre al que no había visto jamás. Iba vestido con un pantalón de chándal negro y una cazadora marrón. La cabeza la llevaba tapada con una capucha oscura y el rostro cubierto con una braga. En realidad solo pude verle los ojos. En la mano derecha blandía un cuchillo. Era grande, diría que de cocina. No me dio tiempo a reaccionar. Me quedé paralizado. Sin mediar palabra se abalanzó sobre mí y me amenazó con el cuchillo: "Dame todo el dinero que lleves o te rajo ahora mismo".

De repente, apareció un hombre al que no había visto jamás, llevaba la cabeza tapada con una capucha oscura y el rostro cubierto con una braga

A Salvador le invadió el miedo a recibir un tajo. "Llevaba encima veinte euros y no me lo pensé dos veces", reconoce. "Los saqué y se los di. Le debió parecer poco, porque no los había cogido todavía y ya me estaba reclamando más: "¿Eso es todo lo que llevas? ¿¡Me estás tomando el pelo!?". Salvador solo pudo asentir. La voz no le salía, también se la habían secuestrado. "Agarró el dinero y con tono muy intimidatorio me ordenó: "Vamos a tu coche a ver". Yo iba delante y él detrás. "Es este", conseguí decirle. "¡Dame tu cartera y las llaves del coche!", me gritó. Lo hice, obedecí, y cuanto lo tuvo, siguió pidiendo: "Ahora dime los números PIN de las tarjetas que llevas", me dijo en el mismo tono brusco mientras seguía esgrimiendo el cuchillo contra mí. Yo estaba en 'shock'. Bloqueado. Sin capacidad de reacción”.

Salvador hacía todo lo que le pedían. El miedo lo tenía completamente agarrotado. “Le di mis claves y en cuanto las ha memorizado me ha gritado: “¡Ahora métete en el maletero!”. Aunque le he suplicado que me dejara libre, que podía llevarse el coche, que no pensaba decir nada a nadie, ni denunciarle, le ha dado lo mismo. Me ha obligado a meterme en el maletero a empujones y con el cuchillo siempre amenazante”.

Foto: Imagen de archivo de varios agentes de la Policía Nacional.

La víctima tiene un Nissan Micra y el espacio reservado atrás para los bultos de viaje es angosto. Allí se tuvo que incrustar Salvador y ver como la portezuela se cerraba sobre él de un golpe. "He escuchado como encendía el motor y salía del garaje, pero después de eso no he sido capaz de orientarme ni saber dónde me llevaba. Iba circulando y de repente paró. Se bajó del coche y regresó al rato. Entonces abrió el maletero y muy enfadado me dijo: "He podido sacar 600 euros de una tarjeta, pero no he logrado extraer nada con las otras. Así que ahora vamos a ir a otro cajero, te voy a sacar del maletero, y vas a sacar tú el dinero. ¿Te queda claro? Y te aviso. No quiero un movimiento extraño ni nada que sabes lo que te puede pasar".

placeholder El cuchillo del delincuente. (Policía)
El cuchillo del delincuente. (Policía)

Al rato, desde el maletero, Salvador escuchó el sonido de las alarmas características de un coche de la policía y supo que ellos eran su salvación, pero todavía tenía que ocurrir algo más. Comenzó una persecución a gran velocidad. Hasta que el delincuente chocó con algo. Entonces se bajó del vehículo y salió corriendo como un loco. La víctima también lo escuchó todo. "Oí llegar a varias patrullas más de la policía segundos después. Como pude comencé a golpear el cristal trasero del coche para que los agentes se dieran cuenta de que yo estaba allí, secuestrado, y me pudieran auxiliar. Gracias a Dios me oyeron. Uno abrió el maletero y me liberó". Salvador rompió a llorar fruto de una crisis nerviosa. Los agentes le dieron apoyo y cobijo hasta que llegaron las asistencias sanitarias del Samur.

Salvador sabe que debe la vida a los policías que le socorrieron. La perspicacia de uno de ellos fue el detonante de su liberación. Un agente se fijó el los movimientos nerviosos del conductor asaltante mientras circulaba y decidió pararlo para identificarle. Si no hubiese sido por ese sexto sentido, quién sabe que podría haber ocurrido. La actuación fue completa, de las que merecen reconocimiento: tras una persecución a pie detuvieron al delincuente. Llevaba encima todas las pertenencias de Salvador, todas menos el miedo, que le va a acompañar todavía durante mucho tiempo.

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La víctima es un hombre corriente, con una vida normal y sin aspavientos. No quiere que se conozca su nombre, aunque este sea común. Tampoco acepta enseñar su rostro y casi ni hablar desde que el pasado 5 de enero fuese asaltado por un desconocido en el garaje de su propia casa. Vive aterrorizado. Jamás pensó que la vida le depararía un susto tan severo. Había visto en las películas situaciones similares, pero correspondían a la ficción. En su caso la pesadilla se hizo realidad. Este es su testimonio en primera persona: "Sería la 01:30 de la madrugada cuando llegué con el coche a casa. Estacioné donde lo hago habitualmente, en mi plaza, que está en el garaje del edificio. Como tantas otras veces, apagué el contacto, cerré y me dirigí hacia la puerta de acceso a la finca".

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