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Así se vive el 8-M en mi barrio: "Claro que voy a la huelga. Queda mucho por hacer"
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18 TESTIMONIOS A PIE DE CALLE

Así se vive el 8-M en mi barrio: "Claro que voy a la huelga. Queda mucho por hacer"

Solo hace falta un paseo por Madrid para comprobar que el debate está en cada esquina. Patricia, Kati, Miriam, María José... Muchas paran. Otras no, aunque querrían. Estas son sus historias

Foto: 18 testimonios a pie de calle sobre la huelga de mujeres del 8 de marzo. (Fotos: EC)
18 testimonios a pie de calle sobre la huelga de mujeres del 8 de marzo. (Fotos: EC)

El debate sobre la desigualdad entre hombres y mujeres está en la calle. Ha traspasado la barrera de la política y de los medios de comunicación y ya se encuentra en cada esquina de Madrid. La inmensa mayoría apoya las reivindicaciones que se celebran este 8 de marzo —Día Internacional de la Mujer—. Muchas harán huelga y acudirán a la manifestación por la tarde. Las que no secundan los paros reconocen a este diario que no pueden permitirse perder el salario de una jornada laboral o que no están dispuestas a dejar sus cuidados domésticos aunque apoyen la causa. Todas parecen estar comprometidas aunque, entre las mayores, el pesimismo también abunda: dudan de que el movimiento logre los avances necesarios y envían un recado a las nuevas generaciones: de ellas depende. Un paseo por el barrio de Las Letras, muy cerca del Congreso de los Diputados, donde los cambios legislativos reales deben progresar, permite conocer las muchas historias que se vivirán en este día que puede ser histórico.

Por la Carrera de San Jerónimo pasean Ester, Dolors y Lina. El acento es inconfundible. Vienen de Barcelona, están jubiladas y lucen pañuelos violetas. "Hemos venido solo para estar en la manifestación. Tenemos que ir todas". Harán la huelga en la medida de sus posibilidades, y eso incluye el consumo. Hicieron sus compras este miércoles porque hoy tienen prohibido gastar aun siendo turistas. El compromiso, insisten, es absoluto por todas las que lo necesitan. En la calle Ventura de la Vega, unos metros adelante, los restaurantes aún se están despertando. Hay trabajadores de descarga, pero ni una sola mujer. En una de las aceras aparece la primera junto a un cubo de agua. Se llama Carmen, tiene 37 años, es camarera de piso en un hotel y este 8 de marzo será un día más para ella: se levantará igual de pronto y acudirá a trabajar. Literalmente no puede permitirse que le descuenten un día de sueldo y, además, no quiere asumir las posibles represalias. Es una de muchas que se encuentran en esta situación, como publicó este diario.

placeholder Nieves es limpiadora en la Cámara de Comercio e Industria de Madrid y hará huelga. (EC)
Nieves es limpiadora en la Cámara de Comercio e Industria de Madrid y hará huelga. (EC)

En la misma línea se encuentra Irina. Llegó a Madrid desde Ucrania hace años y trabaja como limpiadora en distintas casas de Madrid de lunes a viernes. Sigue buscando otro empleo, pero cada vez es más difícil. No parará este 8-M porque le hace falta el dinero. Llegando a la calle del Prado está Mar, que ha cogido una hora libre en el trabajo para ir al dentista. Es administrativa y secundará el paro de dos horas que respaldan los sindicatos mayoritarios. También irá a la manifestación de por la tarde. Raquel trabaja en el sector de las telecomunicaciones y tiene 33 años. Hará huelga y no se perderá la concentración porque entiende que "cada cosa cuenta". A su lado aparece María José, empleada de una empresa tecnológica que supera la cuarentena. Ella está muy concienciada: "Hago huelga de todo. De trabajo, de consumo. Aunque las cosas vayan poco a poco, te aseguro que todo hace efecto. Nos tenemos que movilizar".

En una de las tabernas de la plaza de Santa Ana está Elena atendiendo detrás de la barra. Hay tortillas recién hechas, aunque todavía es la hora del café. Es más pesimista que el resto. No hará huelga porque le supone un roto importante en los ingresos semanales, aunque reconoce que le gustaría parar. "Todo lo que se reivindica es verdad. No hay ni una sola cosa que se exagere". Reprocha la falta de iniciativas legislativas y asegura que si no se empieza por la educación, hay poco que hacer. Tiene un hijo de 20 años y en su entorno ve a gente joven aún muy machista.

placeholder Miriam no puede cerrar su negocio. Trabajará para que sus empleadas paren. (EC)
Miriam no puede cerrar su negocio. Trabajará para que sus empleadas paren. (EC)

Nieves va corriendo por la calle Huertas con cartones en la mano. Es limpiadora en la Cámara de Comercio e Industria de Madrid y mañana para 24 horas. Pasa de los 50 años, pero su indignación es pura juventud. "Por supuesto que hacemos huelga. Mi compañera y yo [son dos las que se ocupan de las oficinas]". Le preocupan, sobre todo, las desigualdades que se producen en el mundo laboral y en las tareas domésticas. Piensa en las mujeres más jóvenes. Unos pasos más adelante se encuentra el gastrobar Alimentación Quiroga. Su dueña, Miriam —con un moño lleno de rizos y una gran sonrisa—, ya ha avisado a todos sus empleados de que este jueves toca arrimar el hombro. Cuenta con que las trabajadoras harán huelga y lo defiende. "Están en todo su derecho, y es más, espero que todas la hagan". Ella reconoce que no la secundará. "Es mi negocio y yo no puedo cerrar. Pero trabajo para que ellas paren".

En Huertas no es el único negocio que ha decido tomar cartas en el asunto. La tienda Peseta —negocio 'made in Spain'— ha decidido cerrar sus puertas este jueves. Ha sido una decisión de la propietaria, que tiene en su plantilla seis empleadas, según relata Kati, una de ellas. El cartel en el que se lo explican a sus clientes lo deja muy claro: "Secundamos la huelga general contra la ineficaz política laboral, económica y social que provoca la desigualdad". También es una forma de protesta contra la violencia machista, afirman. "Yo nací en 1978 y creo que nos dormimos en los laureles. Conseguimos cambios y nos conformamos. Ahora miro hacia atrás y me doy cuenta de lo insuficiente que es".

placeholder El cartel de la tienda Peseta en que se explica por qué echan el cierre este jueves. (EC)
El cartel de la tienda Peseta en que se explica por qué echan el cierre este jueves. (EC)

Ya al final de la calle aparecen dos chicas jóvenes paseando. Patricia trabaja en una multinacional del sector de la comunicación y de su cuello cuelga una cámara Reflex. Tiene 22 años y es de Granada. Este 8 de marzo no piensa pisar su trabajo. "Hago huelga convencida. Iré a la manifestación con mis amigas. Queda mucho por hacer". No puede evitar entrar a un debate con su acompañante. Isabel, que tiene siete años más que ella, estudia un máster en ESIC. Llegó a Madrid desde Holanda, donde ha vivido muchos años. No está tan al tanto del movimiento del 8 de marzo y reconoce haber estado siempre en ambientes laborales de igualdad. "Holanda no es España", le dice Patricia, "aquí las cosas son más difíciles para nosotras", zanja.

El quiosco de la plaza Platería de Martínez lo regenta Alicia. Abrirá este jueves, pero cerrará el negocio con suficiente tiempo para asistir a la manifestación. "Mis amigas están muy concienciadas e iremos juntas. Yo, además, colgaré un delantal en el balcón para que quede claro". Más adelante, ya en la plaza de las Cortes, aguarda una larga cola de taxis. Ocho o 10. Solo en uno hay una mujer. Es Patricia y tiene ganas de hablar del asunto. Sale del coche y se enciende un cigarro. Después de darle vueltas ha descartado la huelga porque entiende que el movimiento tendrá más visibilidad si hay una mujer al volante de un coche empapelado de pegatinas y consignas feministas. Aprovechó la pasada noche para forrarlo entero de violeta. "En mi sector, el del taxi, no veo que sea muy efectivo parar. Ni mis compañeros lo notarían. Así al menos contribuyo. Y por la tarde sí paro para ir a la manifestación". Patricia señala al Congreso mientras critica la falta de políticas reales en materia de igualdad. "Luego se nos llena la boca diciendo que somos una democracia. Hay que actuar".

placeholder Isabel y Patricia debaten sobre la huelga. La primera no la hará y la segunda sí. (EC)
Isabel y Patricia debaten sobre la huelga. La primera no la hará y la segunda sí. (EC)

placeholder Patricia conducirá este jueves su coche empapelado de consignas feministas. (EC)
Patricia conducirá este jueves su coche empapelado de consignas feministas. (EC)

De vuelta hacia el epicentro del barrio de Las Letras, en la plaza del Ángel, se encuentra Ángela paseando a su perro, 'Sugus'. Su caso es uno de los más comunes entre mujeres adultas: se prejubiló para poder atender a sus padres enfermos. Ahora solo le queda su madre y no tiene con quién dejarla. No hará huelga y no se identifica con los paros que proponen dejar a un lado el cuidado de personas dependientes. "Después de una vida, ahora me toca a mí. No voy a dejarla un día entero aunque esté de acuerdo con los motivos que hay para parar".

En una de las tiendas junto a la plaza está Carolina detrás del mostrador. Tiene 38 años. Vende guantes de piel y bufandas. No hará huelga porque lleva poco tiempo en este puesto de trabajo, aunque reconoce que no está a favor del paro de 24 horas. "Lo que hay que hacer es tomar decisiones y ser coherentes. No hay que callarse y hay que aprender a decir las cosas en los trabajos y romper el tabú de las condiciones laborales". Aun así, también reconoce un cierto miedo: "Llevo solo unos días aquí. Y hasta me podrían despedir".

* Este artículo no tiene firma porque ha sido escrito por una periodista que hoy hace huelga.

El debate sobre la desigualdad entre hombres y mujeres está en la calle. Ha traspasado la barrera de la política y de los medios de comunicación y ya se encuentra en cada esquina de Madrid. La inmensa mayoría apoya las reivindicaciones que se celebran este 8 de marzo —Día Internacional de la Mujer—. Muchas harán huelga y acudirán a la manifestación por la tarde. Las que no secundan los paros reconocen a este diario que no pueden permitirse perder el salario de una jornada laboral o que no están dispuestas a dejar sus cuidados domésticos aunque apoyen la causa. Todas parecen estar comprometidas aunque, entre las mayores, el pesimismo también abunda: dudan de que el movimiento logre los avances necesarios y envían un recado a las nuevas generaciones: de ellas depende. Un paseo por el barrio de Las Letras, muy cerca del Congreso de los Diputados, donde los cambios legislativos reales deben progresar, permite conocer las muchas historias que se vivirán en este día que puede ser histórico.

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