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Los 'no olvidados' de la droga: así se ocupa Madrid de los toxicómanos
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12.600 acuden voluntariamente a sus centros

Los 'no olvidados' de la droga: así se ocupa Madrid de los toxicómanos

A Fito le llegaban desde Colombia los gramos de cocaína metidos en fotografías Polaroid. Empezó a consumir lo inimaginable cuando aún no había cumplido la mayoría de edad

Foto: Vista de material para consumo de drogas en una narcosala. (EFE)
Vista de material para consumo de drogas en una narcosala. (EFE)

A Fito le llegaban desde Colombia los gramos de cocaína metidos en fotografías Polaroid. Empezó a consumir lo inimaginable cuando aún no había cumplido la mayoría de edad y por esto él mismo se define como un niño precoz del lado tóxico de la vida. Era en el chalé de ‘mamá-droga’ en Madrid donde compraba sus cinco gramos de polvo diario que luego mezclaba con alcohol para contrarrestar el efecto inhibidor del estimulante. Hoy han pasado más de 30 años del que podría haber sido el principio del fin de su vida y, tras dos años limpio de sustancias, ha sustituido las latas de cerveza por las de Coca-Cola.

La cocaína es la segunda droga ilegal después del cannabis con mayor prevalencia de consumo en España, según la encuesta de 'Alcohol y drogas en España' (Edades) que promueve la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. Madrid, a diferencia de otras ciudades —como la polémica Middletown en Estados Unidos, que ha decidido no atender a los heroinómanos—, se está consagrando como un modelo de éxito en el tratamiento de este tipo de adicciones.

Según los datos proporcionados por la Consejería de Sanidad, más del 70% de los pacientes atendidos en los centros de Atención Integral a Drogodependientes (CAID) logran llevar una vida normalizada. Es decir, dejan de consumir y alcanzan su autonomía. Solo en 2016 fueron atendidos más de 12.600 usuarios en los 24 CAID que existen en la actualidad. El primero de estos centros ambulatorios abrió en 1985: constituyen la puerta de entrada voluntaria a los tratamientos para toxicómanos y se han consagrado como un referente dentro de la red de servicios comunitarios dirigida a este tipo de enfermos.

Fito es uno de los más de 600 usuarios que reciben tratamiento médico y terapéutico en el CAID Norte del distrito de Tetuán. Tras años de calle, prostitutas, drogas y alcohol, que le costaron los dos grandes motores de su vida, su exesposa y su hija, hoy confiesa con dolor en la herida: “Yo antes a mi hija la veía como un ser de carne y huesos y ahora la veo como el amor de mi vida”. Antes de rendirse al total descontrol, dirigía un negocio que le permitía ganarse bien la vida, pero todo el dinero más tarde se esfumó.

“No podemos hablar de que haya un repunte de cocaína ni de que la heroína se haya dejado de consumir, porque esto es una cuestión del mercado y mucha gente que antes consumía heroína ahora es adicto a otra droga”, explica a El Confidencial la directora del CAID Norte, Alba Alcolado, cuyo centro recibe en la actualidad un 70% de adictos a la cocaína frente un 30% por heroína.

En la década comprendida entre 1999 y 2009, la prevalencia en el consumo de cocaína aumentó progresivamente, pasando de poco más del 3% hasta más del 10%. A partir de entonces, el indicador se ha mantenido entre el 9% y el 10%. En 2015, casi el 9% de la población reconocía haberla consumido en alguna ocasión en su vida, según el informe Edades.

“Cada uno encuentra su herramienta para salir de esto, mi medicina es venir al centro cada día y prestarme a cualquier cosa que se pueda hacer”, cuenta Fito. Y añade: “El tiempo lo tienes que tener ocupado porque si no el demonio te visita”.

La fuerza de voluntad de Fito ayuda a entender por qué la cifra de abandono del tratamiento en este CAID específicamente no supera los cinco pacientes al mes. “La clave es que cada paciente tiene unos objetivos individualizados y además lo hacen por voluntad propia, por lo que quien viene es porque realmente detecta que tiene una enfermedad y quiere intentar curarse”, explica Alba Alcolado.

Triunfa en la generación joven mejor informada

Los jóvenes entre 15 y 34 años que han consumido cocaína alguna vez en la vida siguen estando ligeramente por encima de los mayores. Alberto llegó al CAID de Tetuán después de pasar por varios centros cristianos, sobrevivir a dos infartos y tener el hígado destrozado. Se enganchó a la heroína en los años ochenta, cuando esta droga arrasó entre los jóvenes, que no tenían conocimiento ni información sobre sus consecuencias. “No puedo entender que la juventud, con todos los recursos que tiene ahora, se siga metiendo en el infierno”, lamenta este madrileño, que lleva tres años y medio sin consumir.

Tuvo 10 recaídas y llegó al CAID de Tetuán porque quería, pero no podía, dejar de jugar al juego que ya parecía perdido con la heroína. “Lo que más me ha servido es salir del entorno, ahora donde veo peligro, cojo y me voy porque ya ni me viene de gusto”, explica Alberto, que ahora trabaja como montador.

Perdió el contacto con la mayor parte de su familia y, en el camino, encontró la indiferencia de muchos frente a la ayuda de pocos: “Solo te admite la gente que consume, porque el rechazo empieza en el momento en que una persona conoce tu historia”, confiesa decidido.

Despertarse por las mañanas y no necesitar nada es el mayor triunfo al que, según Alberto, puede llegar un toxicómano, y él ha llegado: “La sociedad no te perdona, el único que se puede perdonar eres tú”, sentencia.

A Fito le llegaban desde Colombia los gramos de cocaína metidos en fotografías Polaroid. Empezó a consumir lo inimaginable cuando aún no había cumplido la mayoría de edad y por esto él mismo se define como un niño precoz del lado tóxico de la vida. Era en el chalé de ‘mamá-droga’ en Madrid donde compraba sus cinco gramos de polvo diario que luego mezclaba con alcohol para contrarrestar el efecto inhibidor del estimulante. Hoy han pasado más de 30 años del que podría haber sido el principio del fin de su vida y, tras dos años limpio de sustancias, ha sustituido las latas de cerveza por las de Coca-Cola.

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