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La otra cara del Orgullo Gay: "Me obligan a irme de casa. Esos días no es mía"
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PROPIETARIOS Y VECINOS DE CHUECA

La otra cara del Orgullo Gay: "Me obligan a irme de casa. Esos días no es mía"

Es la fiesta más famosa de Madrid. Personas de todo el mundo soñarían por un piso en pleno Chueca. Pero los vecinos de toda la vida se marchan de sus casas. Cuentan por qué

Foto: Publicidad de un local de la zona en bolardos de la calle Gravina de Chueca. (Carmen Castellón)
Publicidad de un local de la zona en bolardos de la calle Gravina de Chueca. (Carmen Castellón)

El Orgullo Gay de Madrid está considerado uno de los grandes eventos del año. En 2017 "el más importante" para la ciudad según sus organizadores y la corporación local presidida por Manuela Carmena. Las primeras estimaciones aseguran que podrían visitar la ciudad en esos días —del 23 de junio al 2 de julio— más de dos millones de personas y que los beneficios económicos podrían alcanzar los 300 millones de euros. Cifras que cuestionan los 'opositores' a la fiesta que, aunque cuesta encontrarlos, los hay. Propietarios, vecinos desde hace más de una década de Chueca, personas que no visitan el barrio gay madrileño una vez al año, sino que salen a pasear a su perro a diario, a comprar el pan en los locales de toda la vida, bajan a desayunar cada mañana al bar de abajo y abandonan sus casas cada edición del ya conocido como MADO (Madrid Orgullo) para poder dormir.

Una verja y desconectar el portero automático

Medidas drásticas para 'salvar' el edificio. Ocurre en una de las comunidades de vecinos en la misma plaza de Chueca, uno de los grandes escenarios de las fiestas del colectivo LGTB y en la misma en la que se encuentra la boca de metro, que ampliará su horario las 24 horas el sábado 1 de julio, jornada de la manifestación y de máxima afluencia del Orgullo. Sonia vive en el inmueble desde hace 16 años y relata con cierta desesperación los episodios que cada año afrontan los propietarios en esas fechas. Tiene la 'suerte' —en este caso ella no usaría esa palabra— de vivir en el epicentro del evento y el descansillo de su edificio se convierte a menudo en un marco más de la fiesta. "Los vecinos nos encontramos a gente desconocida en las escaleras. Sentados, de pie charlando, con sus copas. La afluencia es tal en la plaza que la gente busca algo de intimidad y nuestro edificio es idóneo para ello", comenta a El Confidencial.

"Nos hemos encontrado de todo. Cristales rotos de vasos, de litronas de cerveza e incluso de nuestras propias ventanas en alguna ocasión. Lo del pis, por supuesto, es horroroso". El Ayuntamiento de Madrid prevé la instalación de 1.319 urinarios portátiles repartidos por las zonas claves de la zona. Una cifra que parece grande pero que los vecinos ven "insuficiente" teniendo en cuenta la posible presencia de más de dos millones de personas. "Y aunque los haya, no los respetan", insiste. La situación llegó a tal extremo hace unos años que la comunidad de Sonia decidió tomar cartas en el asunto instalando una verja de barrotes en el último piso para evitar que la gente siguiera de fiesta en su buhardilla, donde se alojan los cuartos trasteros. "Se trata de un recoveco de lo más cómodo, es como un patio exterior cubierto en el que se escucha la música y tienes total intimidad", explica con ironía la vecina.

"Nos encontramos a desconocidos con copas en nuestras escaleras. Pusimos una verja en el último piso. Había gente que se quedaba a dormir"

Y esta no es la única iniciativa que el vecindario ha llevado a cabo. Al inicio de las fiestas todos acuerdan que el presidente de la comunidad, Antonio, desenchufe el portero automático para poner freno a la entrada de desconocidos. "Con el ruido, el trasiego de la gente y la fiesta, llaman mucho al telefonillo", y algunos vecinos abren confiando en que sean amigos o familiares de visita. Ocurre también que al entrar o salir la puerta se queda entreabierta. Precisamente por eso, los inquilinos no tienen posibilidad de abrir la puerta exterior desde las viviendas y para conseguirlo tienen que bajar directamente a hacerlo manualmente. Antonio tiene 74 años y lleva media vida en la plaza, concretamente 32. Aún recuerda cuando aparcaba el coche en la misma puerta. Cuenta que desde hace años se marcha con su mujer a la casa de la sierra ante la imposibilidad de poder vivir tranquilo la semana festiva. "Lo dejan todo hecho una pena. Se han llegado a instalar en la buhardilla incluso para dormir".


Obligados a cogerse vacaciones

Sonia, que trabaja muy cerca de casa y tiene la opción de ir caminando, reconoce que en la semana del Orgullo también se las apaña para dormir fuera. "Mi objetivo es abandonar mi casa. Aunque tarde más en llegar al trabajo, aunque suponga salir de mi hogar… Esos días ya no es tu propiedad. Es como si te alienaran tu casa y tu vida". Y no es la única. De hecho, los vecinos habituales reconocen que dejan el barrio en su mayoría durante las fiestas. "Lo que da miedo es volver. Nunca sabes lo que te vas a encontrar y asusta que si ocurre cualquier cosa no haya nadie en el edificio para resolverlo", comentan.

Eva también lleva en torno a 17 años en el barrio y no pisa las fiestas desde hace ocho. Su casa está en la calle San Bartolomé, especialmente 'conflictiva' al servir de enlace entre la plaza Pedro Zerolo (antes Vázquez de Mella) y la de Chueca. Este año se irá a Málaga los últimos cinco días de las fiestas del Orgullo, desde el miércoles que es cuando empieza "lo gordo". No le supone un problema en el despacho de abogados en el que trabaja… pero reconoce que puede ser un impedimento para su bolsillo y, sobre todo, para sus intereses. "La verdad es que me veo obligada a irme. Es terrible. Sinceramente no me apetece gastarme una pasta ni coger vacaciones en unos días que no me vienen bien". Eva tiene un grifón de Bruselas y si los fines de semana "normales" ya se ve obligada a llevarlo en brazos para evitar la multitud… los del MADO se ve forzada a marcharse de su barrio.


Los episodios en primera persona, cuanto menos, sonrojan. "En mi portal he llegado a echar a gente haciendo botellón en las escaleras. Metiéndose rayas. La gente no se puede ni imaginar lo que es esto". Lo más normal, insiste, "es salir de casa y encontrarte en la puerta vomitonas". Una vivencia similar recuerda al otro lado del teléfono Esteban, otro propietario de la calle San Marcos y miembro de la Asociación de Vecinos de Chueca, cuando un año no pudo marcharse de vacaciones hasta el jueves y salió temprano de casa por la mañana. "De verdad que caminaba por un río de basura. Me llegaba a los tobillos".

"En mi portal he llegado a echar a gente haciendo botellón, metiéndose rayas. La gente no se puede ni imaginar lo que es esto"

Esteban es de los que se planifica sus vacaciones dependiendo del Orgullo. Desde 2008 solo se ha quedado una edición en Chueca... y no lo volverá a hacer. "La verdad es que me veo obligado a cogérmelas, me gustaría hacerlo en otro momento del año. Para mí es un lío, pero el problema fundamental es que no se puede dormir por la cantidad de ruido". Gritos, roturas de botellas, y una masa de gente constante que, explica, no permite conciliar el sueño.

"Decepción" con las administraciones

Los vecinos se ven como los grandes damnificados en una fiesta que cuenta con todo el apoyo de las administraciones. Eva insiste en que es necesario encontrar un "equilibrio" que permita celebrar las fiestas y a la vez no bloquee la vida y la actividad de vecinos y comerciantes. No esconden tampoco la "decepción" con la actual corporación que dirige Manuela Carmena. "Pensábamos que con Ahora Madrid las cosas cambiarían respecto a lo que hacía el PP. Nos encontramos con que es igual o peor", asienten de forma unánime. Los vecinos ven "contradicciones" en que la Administración insista en que el Orgullo sirve para dar visibilidad al colectivo LGTB. "Creen que es una forma de sensibilizar y dar oxígeno. Creo que son unos ingenuos. Los grandes vencedores en esta fiesta son los empresarios del alcohol", afirma Sonia. "Si analizas el evento te das cuenta de que no reivindica nada", sostiene Eva.

El "sistemático incumplimiento" de las ordenanzas es otro de los grandes caballos de batalla. Los niveles de ruido permitidos son el mejor ejemplo. Los vecinos llevan años denunciando la situación al Ayuntamiento y nunca han obtenido una respuesta. Y lo de la publicidad, continúan, "es sangrante". Todavía falta un mes y medio para el inicio de las fiestas y en el barrio ya se pueden apreciar pegatinas y carteles en bolardos de las principales calles. Anuncian fiestas en discotecas y una amplia oferta de lo que los participantes podrán encontrar durante el MADO. "Incumplen la ordenanza de limpieza y la ley de publicidad. Lo hemos denunciado mucho y nadie hace caso", dice Esteban. Los vecinos reconocen que a menudo constituyen 'brigadas' entre sí para quitarlos.

"El Ayuntamiento cree que esto da notoriedad a la ciudad. En realidad, los que ganan son un puñado de empresarios. Los beneficios son solo para unos"

Muchos ven al Ayuntamiento como principal responsable. "Si tú vendes la imagen de 'Madrid is fiesta' es lo que ocurre", comenta Eva. También Marisa, vecina de la calle Regueros, reprocha a la Administración "el modelo de ciudad" que poco a poco están construyendo a base de un "ocio salvaje y ordinario". Los vecinos piden "no ser expulsados" de sus barrios en favor de la "masificación de gente, los ruidos y la suciedad" y piden una profunda reflexión a los gobernantes: "En Madrid podemos enseñar otras muchas cosas y no un parque temático de garitos", afirma Marisa, que comparte calle con los míticos bares 'Fulanita de Tal' y el antiguo 'Búho Real'.

La situación es crítica para muchos y, aunque se acentúa durante la fecha tan señalada que supone el Orgullo, aseguran que ya se ha constituido una nueva realidad en el barrio. "Lo normal es que la gente diga que esto es Chueca y que aquí todo está permitido". Muchos propietarios comienzan a plantearse un futuro a medio plazo lejos del barrio. Eva estuvo a punto de vender su vivienda y al final se arrepintió. "Me da pereza. Con lo que me gusta mi casa… y verme obligada a irme, a venderla o a alquilarla. En fin, la verdad es que sí me lo estoy planteando". Salvador está incluso más convencido. Pasa de los 50 y cuando llegue la edad de jubilación lo tiene claro. "Me iré. La cosa se está agravando además con los pisos turísticos".

El Orgullo Gay de Madrid está considerado uno de los grandes eventos del año. En 2017 "el más importante" para la ciudad según sus organizadores y la corporación local presidida por Manuela Carmena. Las primeras estimaciones aseguran que podrían visitar la ciudad en esos días —del 23 de junio al 2 de julio— más de dos millones de personas y que los beneficios económicos podrían alcanzar los 300 millones de euros. Cifras que cuestionan los 'opositores' a la fiesta que, aunque cuesta encontrarlos, los hay. Propietarios, vecinos desde hace más de una década de Chueca, personas que no visitan el barrio gay madrileño una vez al año, sino que salen a pasear a su perro a diario, a comprar el pan en los locales de toda la vida, bajan a desayunar cada mañana al bar de abajo y abandonan sus casas cada edición del ya conocido como MADO (Madrid Orgullo) para poder dormir.

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