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"Nadie quiere que un autobús de yonquis llegue a su barrio"
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LA PRIMERA RUTA URBANA QUE LLEGA A LA CAÑADA REAL

"Nadie quiere que un autobús de yonquis llegue a su barrio"

El ayuntamiento y la comunidad de Madrid reconocen la existencia del asentamiento y tienen un plan para revitalizar la zona y dotarla de los servicios básicos

Foto: El Servicio Especial a la Cañada Real inauguró ayer su ruta
El Servicio Especial a la Cañada Real inauguró ayer su ruta

Los 8.000 vecinos de la Cañada Real, en Madrid, disfrutan desde ayer del primer autobús urbano que les conecta con la ciudad. Se trata de un servicio especial cofinanciado por el ayuntamiento y la comunidad que une el asentamiento con el intercambiador de Puerta de Arganda, dotado de metro y Cercanías, y que tendrá un coste de 210.000 euros anuales para el contribuyente. La línea es peculiar: no hace ninguna parada, recorre solo seis kilómetros y termina en una rotonda en mitad de la carretera entre Vallecas y Alcalá de Henares. También es la única línea diurna de Madrid en la que siempre viaja un vigilante de seguridad.

Una línea peculiar para un destino aún más peculiar. La Cañada Real, con 14 kilómetros de longitud y más de 400 construcciones, es el asentamiento ilegal más grande de Europa y también uno de los mayores mercados de heroína. No existe para la Administración, ni siquiera para Google Maps. En consecuencia, y aunque la Cañada está ubicada en el centro geográfico del país, es una zona casi incomunicada. Hasta ayer, solo disponía de una línea de autobús privada, con frecuencia de una hora, que conectaba con Conde de Casal. El último bus sale de la cabecera a las 22:40; a partir de esa hora, la zona está aislada.

A Daniel le ha tocado conducir el bus municipal a la Cañada Real el primer día. Llega a Puerta de Arganda sobre las 17:30 con un solo pasajero. En realidad, son dos; el vigilante, con un chaleco reflectante, espera sentado en mitad del vehículo mientras Daniel se come un bocadillo en la cafetería del intercambiador. "No, no, no han pedido voluntarios, yo soy un 'correturnos' y me ha tocado como cualquier otra línea", dice. Nunca había trabajado con seguridad en el autobús, pero ni le molesta ni se siente en peligro. Hoy, los pocos que han utilizado la línea distan mucho de ser los heroinómanos que motivan el despliegue extra de seguridad.

A las 18:05 el servicio especial parte hacia la Cañada. Va vacío, pero no se puede inmortalizar el momento porque el Consorcio de Transportes ha dado orden al vigilante, a través de la empresa Ilunion Seguridad, de evitar que se hagan fotografías. "Es por seguridad", dice. "Esta mañana han inaugurado la línea con la ida y la vuelta vacíos. Como mucho, viajan como dos o tres personas por trayecto, creo que la gente no se ha enterado aún", explica Daniel. En apenas 10 minutos, el autobús se para en una rotonda en plena M-203. Hemos llegado.

Al sur, atravesando la carretera, está la Cañada Real. Al norte, siguiendo el arcén, también está la Cañada Real. Sobre el papel son la misma zona, porque ninguna calle tiene nombre, pero entre las dos Cañadas hay una rotonda y un mundo. La parte norte la fundó el empresario Francisco Bas en 1970 cuando compró el terreno más cercano a la carretera, el esquinazo como él dice, y montó allí una pequeña empresa de autobuses. "Tenía las tierras y me puse a construir. Que luego descubrí que ni me las habían vendido ni nada, porque no son legales, pero cuando llegué, alrededor de aquí no había nada de nada más que campo", explica a El Confidencial. En su Cañada hay asfalto, aun con agujeros, casas con jardín y un acceso desde la carretera. No es casual: Bas y las 300 familias de la vertiente septentrional, mayoritariamente españoles, llevan 33 años apretándole las tuercas a la Administración para conseguir los servicios básicos. "Y pon ahí que vivimos muy seguros, que los yonquis no pasan de la rotonda", zanja como si viviese en una película de zombis.

Al sur de la rotonda, la Cañada se parece a la que sale por televisión. Hay barro, escombros en las lindes, construcciones de chapa y naves industriales cerradas a cal y canto. Lo que no hay es heroinómanos. "Esos están al fondo de esta calle, como a seis kilómetros de aquí", dice Brigitte, ecuatoriana y vecina de la zona. Pertenece a un colectivo mayoritario en la zona junto con los bolivianos, los rumanos y los gitanos. Brigitte está encantada con la nueva línea de autobús: sus hijas tienen problemas para ir a su colegio en Vicálvaro y a menudo se quedan colgadas una hora esperando en la parada. "Al menos, ya tenemos dos líneas, igual juntas se agiliza esto. Espero que sea así y podamos movernos, porque he estado a punto de vender mi casa porque a veces no puedo volver del trabajo", explica al lado de un enorme charco que funciona como rotonda entre senderos. El Consorcio de Transportes ni se plantea entrar aquí.

Carlos es otro vecino, este boliviano, que ha sufrido la consecuencia de la falta de transporte: sostiene que ha perdido dos trabajos por no poder ir suficientemente temprano. "En la construcción no puedes incorporarte a las nueve de la mañana, que es lo que yo tardaría en llegar", lamenta. "Hay muchos aquí trabajando en el sector que se quejan de lo mismo, siempre tenemos que organizarnos en coches".

En realidad, esta nueva ruta de autobús no les soluciona nada: tiene la misma frecuencia que la línea privada y acaba mucho antes, a las 19:15. Más que útil, la línea tiene un valor simbólico en tanto que supone un paso importante en la regeneración de la zona. Es parte de un plan del ayuntamiento y la comunidad a 20 años que promete llevar agua, electricidad, asfalto y hasta servicio de correo a toda la Cañada. Sin embargo, había una segunda línea de autobús proyectada para hoy que iba a ir desde Vallecas hasta el sector 6, la zona caliente de la Cañada, al sur de la A-3. En la zona intermedia, la de Carlos y Brigitte, lo conocen como El Gallinero.

La zona caliente

La línea no ha empezado a funcionar porque nadie quiere recibir a sus viajeros. En principio, ni siquiera entraba en los proyectos del ayuntamiento. Carrión Chaves, de la Asociación de Vecinos de Santa Eugenia, ha venido hasta la Cañada para comprobar si el autobús "llegaba hasta los yonquis". Regresa decepcionado al comprobar que se queda en la rotonda de Bas, en la zona noble: "Esta línea no es una solución para evitar las 'kundas', porque desde aquí está muy lejos el mercado de droga", dice camino de Arganda. Como ha sucedido a nivel institucional durante décadas, ahora son las asociaciones de vecinos las que no quieren saber nada de la zona sur de la Cañada Real. Por un lado están los vecinos de Embajadores y Sierra de Guadalupe, perjudicados como epicentro de las 'kundas', vehículos privados que se alquilan como transporte para toxicómanos.

Después de años de protestas por la presencia de kunderos en las proximidades de las casas, los vecinos de Embajadores ven en las recientes redadas y la habilitación de un autobús a Vallecas una fórmula para desviar su problema hacia otras latitudes, concretamente hacia el barrio de Carrión Chaves: "Ya tenemos una parada del yonquibus en Santa Eugenia, y hay robos y ataques a señoras, a ver si ahora nos van a poner un autobús municipal", explica. "Esos drogadictos tendrán que ir a algún sitio, no van a desaparecer. Ni nosotros ni los demás, nadie quiere que un autobús de yonquis llegue a su barrio".

Los 8.000 vecinos de la Cañada Real, en Madrid, disfrutan desde ayer del primer autobús urbano que les conecta con la ciudad. Se trata de un servicio especial cofinanciado por el ayuntamiento y la comunidad que une el asentamiento con el intercambiador de Puerta de Arganda, dotado de metro y Cercanías, y que tendrá un coste de 210.000 euros anuales para el contribuyente. La línea es peculiar: no hace ninguna parada, recorre solo seis kilómetros y termina en una rotonda en mitad de la carretera entre Vallecas y Alcalá de Henares. También es la única línea diurna de Madrid en la que siempre viaja un vigilante de seguridad.

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