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El cierre de Gran Vía arranca entre la improvisación y la ilusión ciudadana
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el primer corte durará hasta el día 11 de diciembre

El cierre de Gran Vía arranca entre la improvisación y la ilusión ciudadana

El operativo que echaba el cierre a las 5 se ha prolongado durante casi hora y media, provocando tumultuosos atascos y poco uso peatonal durante buena parte de la tarde

Justo daban las 17:00 horas en el cruce entre Gran Vía y Alcalá y el tráfico seguía fluyendo. Había más expectación de periodistas que de transeúntes por ver cómo se producía el anunciado corte del tráfico rodado por la arteria más emblemática de Madrid. Un par de policías colocaban entonces unas vallas entre Cibeles y Alcalá, cerrando la subida hacia Gran Vía a todo aquel que no fuese autobús, motocicleta, taxi o residente del barrio, e inaugurando así la mayor restricción de tráfico navideño que haya visto jamás la capital.

Foto: Una fotografía de la calle Gran Vía abierta al tráfico en ambos sentidos. (Efe)

Este primer cierre, que se prolongará hasta las 22:00 horas del día 11 de diciembre, no pareció pillar por sorpresa a muchos conductores. Más bien parecían llegar para poner a prueba el sistema, y la severidad de los policías. Varios coches llegaban al control interpuesto junto al edificio Metrópolis y solicitaban indultos por ser los primeros minutos. Más abajo, en Cibeles, se veía como el tapón inicial se iba transformando en embotellamiento y empezaban a sonar los primeros cláxones de protesta.

Tuvo que pasar bastante rato hasta que los peatones, que se movían con cotidianidad por las aceras, se empezaran a atrever a aventurarse por la calzada. “Sinceramente no termino de ver dónde está el corte, todavía veo pasar muchos coches”, comentaba un chico cuando ya pasaban 25 minutos de las cinco.

Y es que durante muchos minutos una cierta sensación de caos reinaba en el ambiente. La gente seguía empaquetada por las aceras como un día prenavideño cualquiera, los coches seguían ocupando los tres carriles sin respetar, en muchos casos, la limitación de 30km/h impuesta y, mientras, decenas de operarios comenzaban a crear isletas con conos, antes de que llegaran los encargados de las vallas para delimitar los pasillos que ampliaban las zonas peatonales.

“Ten cuidado, que a un compañero ya le han atizado un viaje tres tíos en bicicleta que iban despistados”, me advierte un operario mientras observamos a otros estarcir en el suelo la señal que identifica que esa parte de calzada ya no pertenece a los coches sino a los peatones.

Con las nuevas zonas ya delimitadas aparecen los usuarios más avezados. Una pareja de señores mayores son casi de los primeros. “Nosotros somos nacidos en Madrid, criados en Madrid y casados en Madrid”, sueltan casi al unísono, “y creemos que esta iniciativa está muy bien, y sobre todo para los comercios va a ser muy bueno…, aunque seguro que a los de los coches no les gusta tanto”, terminan riéndose.

A mí me parece una putada”, exclama impulsiva una conductora. Detrás de ella otro chico que dice venir “de la zona de Sol” aseguraba que le había costado llegar un buen rato hasta Callao. Y es que el tráfico se iba emponzoñando mientras se colocaban las vallas que iban reduciendo la calzada primero a dos carriles y luego a uno. No ha sido hasta pasadas un par de horas que han desaparecido los atascos y la circulación se ha vuelto más razonable.

“Nosotros venimos mucho por la Gran Vía y la idea nos parece muy buena, ahora solo falta ampliar las aceras”, proponía otra pareja que acababa de estrenar el pasillo cerca de Callao. “Aunque que cada vez que hay un cruce hay que estar subiéndose a la acera…, es lo único que nos ha parecido un poco raro”.

Y mientras la gente recién comenzaba a acostumbrarse a la nueva expansión de su espacio de paseo, los comerciantes ponían algunas caras raras al ser preguntados por los beneficios de la medida de Manuela Carmena. “No sé si vamos a notarlo mucho, porque la gente ya paseaba por esta calle, y no sé si ahora vaya a venir más”, despachaba la joven dependienta de una zapatería. En una farmacia muy cerca de allí creen, sin embargo, que “sí tendrá beneficios, pero que debemos dar algo de tiempo porque apenas estamos llegando al puente”.

Justo daban las 17:00 horas en el cruce entre Gran Vía y Alcalá y el tráfico seguía fluyendo. Había más expectación de periodistas que de transeúntes por ver cómo se producía el anunciado corte del tráfico rodado por la arteria más emblemática de Madrid. Un par de policías colocaban entonces unas vallas entre Cibeles y Alcalá, cerrando la subida hacia Gran Vía a todo aquel que no fuese autobús, motocicleta, taxi o residente del barrio, e inaugurando así la mayor restricción de tráfico navideño que haya visto jamás la capital.

Ayuntamiento de Madrid Autobús Manuela Carmena
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