El barrio de los horrores junto a Barajas: inundaciones, calles privadas y grietas
Sin planeamiento urbano después de seis décadas, las calles del madrileño barrio de Aeropuerto impiden que el Ayuntamiento limpie la zona, la repare o emprenda mejoras
Los vecinos del barrio del Aeropuerto viven en el cuarto distrito con mejor calidad de vida de Madrid, pero no se refleja ni en el estado de sus calles, ni en sus fachadas, ni en los servicios que reciben. Llevan seis décadas denunciando el abandono municipal que ha provocado rarezas urbanísticas como la carencia de planeamiento urbano, terrenos sin expropiar o calles todavía privadas. Las consecuencias se encuentran en cada esquina, pero las más graves son las grietas que ponen en peligro sus casas y la gran inundación que sufrieron hace un año.
Barrio humilde al lado del Hilton
A un lado del aeropuerto de Barajas, rodeado de polígonos industriales, se enclava un barrio de casas humildes, que poco tienen que ver con el hotel Hilton que corona una de sus entradas. Hace 60 años se construyeron en esta zona una treintena de bloques para acoger a trabajadores del cercano aeropuerto y a los migrantes de otras zonas de España que encontraban aquí un lugar donde trabajar y vivir.
Ahora, más de medio siglo después, con la estética de la época franquista intacta, la única señal del paso del tiempo son las grietas y el deterioro que plaga el paisaje. Desde la entrega de llaves las casas presentaron desperfectos o estaban directamente sin acabar y a los 15 días de entrar en las viviendas empezaron las primeras denuncias, según recuerdan los vecinos del barrio. “La constructora dejó todo a medias, muchos propietarios acabaron las obras por su cuenta y el Ministerio de Vivienda de entonces no hizo nada”, cuenta José Luis Cañabate, presidente de la asociación de vecinos.
Hay una responsabilidad de la administración porque no cumplió con sus obligaciones de supervisar lo que se hacía en el barrio
Desde entonces han estado denunciando la “dejadez” del ayuntamiento de turno ante todas las irregularidades urbanísticas, que no existen solo de paredes para dentro, y suman un número de casos muy elevado para un barrio tan pequeño. El ayuntamiento, por su parte, se ve limitado, puesto que el barrio carece de planeamiento urbano desde sus orígenes, lo que supone que muchas de las calles siguen perteneciendo a la inmobiliaria que construyó las casas o a particulares que aún no se han expropiado. Esto les impide limpiarlas, arreglar los socavones, recoger las hojas, o mandar soterrar el cableado eléctrico y de telecomunicaciones que cuelga de una facha a la otra, en contra de la normativa municipal, entre otras cosas.
Ciudadanos de segunda
La paradoja de Aeropuerto es que pertenece al cuarto distrito madrileño donde mejor se vive, Barajas. Al cruzar la autopista que la divide del barrio de Alameda de Osuna, también en Barajas, los chalets y las cuidadas aceras se suceden unas a otras, en una estampa muy diferente a la de sus vecinos. “Pagamos el mismo IBI que el resto del distrito, pero tenemos mucho menos servicios”, explica Cañabate. “Somos ciudadanos de segunda en un distrito de primera”.
La consecuencia más palpable de la anomalía urbana que es Aeropuerto tuvo lugar hace un año, cuando un chaparrón torrencial inundó completamente parte del barrio. La falta de pavimento, el mal alcantarillado y los muros de los edificios de negocios retuvieron el agua hasta dos metros y medio en algunas zonas. “Hubo que sacar con grúa 40 coches, entre ellos el mío, que estaba completamente cubierto y encima de un banco”, cuenta Cañabate. En la casa de otro vecino, Leo Alpuete, el agua entró hasta alcanzar los 20 centímetros por un error en su construcción. Se equivocaron de lado al poner el portal y hubo que construirlo por debajo del nivel del suelo, en un socavón que con las lluvias se convirtió en balsa.
Pero los casos de ausencia municipal se encuentran en cada esquina. Un terreno con hierbajos es el único rastro de unos bloques que se demolieron tras declararlos en ruina en el 75. Sin embargo, el terreno pertenece todavía a los antiguos propietarios, realojados en otras viviendas, porque el ayuntamiento no lo ha recepcionado todavía. Cerca de allí, se encuentra el campo de fútbol, más conocido en la zona como “el patatal” por la falta de mantenimiento por parte de la empresa contratada por el ayuntamiento. Otra calle con dueño, usada como aparcamiento por vecinos y trabajadores de la zona, se convierte en lodazal siempre que llueve porque no está pavimentado. “Hay una responsabilidad de la administración porque no cumplió con sus obligaciones de supervisar lo que se hacía aquí”, explica Julio Cortés, un jubilado del barrio.
Grietas por la mala cimentación
De los 31 bloques que conforman el barrio, solo 10 han pasado la última Inspección Técnica de Edificios y muchos llevan cinco décadas sin mantenimiento. Tres de ellos acumulan en sus fachadas parches de cemento con la fecha de la última inspección para comprobar si las grietas se abren. En uno de ellos vive Dolores Gutiérrez: “Aquí todos los bloques tienen problemas, llevamos así muchísimo tiempo”. Su grietas empezaron con el derribo de una fábrica cárnica colindante, que dejó un agujero enorme en el suelo que no fue apuntalado, arrastrando los cimientos del edificio. Ahora ya no hay rehabilitación posible, solo queda demolerlo, pero no se puede hacer, tampoco, sin planeamiento.
Tengo miedo de que un día se caiga la casa y nos quedemos aquí, esto es un peligro
Las rajas en las paredes son una constante en toda la zona por la mala cimentación y el suelo arcilloso donde están construidas, que hacen que las paredes se muevan. Las de la casa de Violeta Estébez eran tan grandes que acogieron un avispero junto a su dormitorio. “Se podía meter la mano. Tengo miedo de que un día se caiga la casa y nos quedemos aquí, esto es un peligro”.
Promesas incumplidas
Ante esta situación se han sucedido en el tiempo las promesas políticas e iniciativas para mejorar la zona, sin éxito. Los más veteranos cuentan cinco proyectos: tres públicos y dos de empresas privadas. La última fue hace una década, cuando Alberto Ruiz-Gallardón, entonces alcalde de Madrid, les garantizó derribar sus 567 viviendas y construir unas nuevas, más grandes, en el año 2007. El proyecto se firmó justo antes de que estallase la burbuja inmobiliaria que paralizó la ejecución hasta el año pasado, cuando se canceló el plan definitivamente. Hasta entonces, muchos habían mantenido la esperanza, que se conserva en forma de foto del momento de la firma en la pared de la asociación de vecinos.
“Cada vez que hay elecciones todo el mundo viene a hacerse la foto y decir que lo van a arreglar, que no puede estar así, hasta que hemos dicho: 'mira ya no vengáis más con la pantomima que ya nos la sabemos'”, cuenta Julio Cortés. Además, en este tiempo se ha convertido en una zona económica importante dentro del distrito, rodeado de empresas de alquiler de coches, naves de alquiler de trasteros y talleres. “Para eso sí han dado licencias, que no han repercutido en nada en el barrio, no se ha reinvertido en mejorar las condiciones”, cuenta Jose Luis Cañabate, “al revés, nos perjudica porque aquí ya no hay quien aparque”.
Es un barrio históricamente de promesas incumplidas, no se creen ya nada, y con razón
En las últimas elecciones municipales Podemos se hizo con la concejalía del distrito, tradicionalmente del Partido Popular. Al llegar a Aeropuerto se encontraron con el desencanto y el escepticismo de los vecinos ante las propuestas de mejoras: “Es un barrio históricamente de promesas incumplidas, que no se creen ya nada, y con razón”, explica Francisco Fernández, asesor de la concejala del distrito.
Sin dinero para las rehabilitaciones
Desde la concejalía les han propuesto un planeamiento urbano que, entre otras cosas, reconozca por fin las zonas que deberían ser municipales, así como otras mejoras en áreas comunes. Esperan aprobarlo en unas semanas, para empezar a ejecutarlo el año que viene, pero los vecinos tienen pocas esperanzas de que se lleve finalmente a cabo. “Una cosa es que lo aprueben y luego otra que se pongan a construirlo...”, añade Cañabate. Lo cierto es que necesitan al menos aprobarlo para poder acceder a cualquier plan de rehabilitación de sus casas, como es el plan Madre, al que el ayuntamiento les ha instado a presentarse.
Sin embargo, aunque consigan la subvención, estas tributan como si fueran ganancias patrimoniales, lo que supondría un gasto importante para ellos. “Aquí la mayoría son pensionistas, ganan entre 600 y 1.000 euros al mes, y no pueden hacer frente a ese gasto. Si por casa nos dan 20.000 euros, luego habría que pagar 4.000 a Hacienda. Y las cuentas no salen”, explica Cañabate. Además, deberían poner de su bolsillo parte de la reforma, porque los fondos de este año no alcanzan para todo lo que necesita el barrio. Han calculado que cada portal necesita unos 230.000 euros en reformas y aun así, consideran que no se solucionarían los problemas, lo que también les disuade de solicitarlo.
Quizá hace falta que demos un puñetazo a la mesa y que digamos: hasta aquí
“Por mucho que rehabiliten mi casa, está construida más baja del nivel de suelo y va a seguir inundándose, así que con el tiempo volverá a estar mal”, explica Leo Alpuete. Han propuesto la opción de irse a otro barrio, y que el ayuntamiento se quede con la zona, con gran interés por su localización: “Se lo hemos explicado de todas las maneras, que no tiene sentido, que no compensa, pero nada”. Sin embargo, desde el ayuntamiento descartan la opción de la mudanza: “Los urbanistas desaconsejan cambiarles de zona, algo en lo que nosotros tampoco creemos y muchos vecinos tampoco quieren, lo que pasa es que otros se han quedado en lo de Gallardón...”, cuenta desde la concejalía Fernández, desde donde sí creen que la rehabilitación mejoraría sustancialmente el barrio.
Sea por escepticismo o agotamiento, lo cierto es que los vecinos de Aeropuerto no pueden más: “Durante todo este tiempo hemos estado aguantando, no somos de protestar o manifestarnos, pero empezamos a estar hartos, quizá hace falta que demos un puñetazo a la mesa y que digamos: hasta aquí”, sentencia Cañabate.
Los vecinos del barrio del Aeropuerto viven en el cuarto distrito con mejor calidad de vida de Madrid, pero no se refleja ni en el estado de sus calles, ni en sus fachadas, ni en los servicios que reciben. Llevan seis décadas denunciando el abandono municipal que ha provocado rarezas urbanísticas como la carencia de planeamiento urbano, terrenos sin expropiar o calles todavía privadas. Las consecuencias se encuentran en cada esquina, pero las más graves son las grietas que ponen en peligro sus casas y la gran inundación que sufrieron hace un año.
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