Madrid pone el primer freno al desmadre de las despedidas de soltero
La capital no contempla prohibir sino "autorregular" estas romerías de alcohol, gritos y disfraces. Los hosteleros y los vecinos ya han puesto las primeras soluciones
Un luchador de sumo -y su corte- se cruzan con una flamenca con barba y un grupo de chicas que cantan a pleno pulmón con un megáfono. Una escena delirante que se repite en todos los centros históricos de España cada fin de semana porque con la temporada de bodas llegan las despedidas de soltero y con ellas, el desmadre. En la Cava Baja del céntrico barrio madrileño de La Latina, los vecinos han contado en una sola calle hasta 12 grupos en un día y han comenzado a ponerle freno a una moda que amenaza con arrinconar a la clientela habitual.
Por eso, en una alianza casi sin precedentes después de años de quejas por el ruido y pulsos por el modelo de ocio, los vecinos y los hosteleros de La Latina fuman la pipa de la paz con un fin: promover un filtro de la clientela en una zona de restauración de alto nivel. No se trata de expulsar para siempre las despedidas de estas calles, sino de hacer criba.
"No puedes prohibir que venga un grupo de amigos; hablamos de las despedidas ruidosas con abalorios irrespetuosos. Que tú vayas vestido de pene igual no procede porque hay niños por la calle y personas mayores que se pueden sentir ofendidas", explica a El Confidencial el presidente de la Asociación de Vecinos de Cavas La Latina, Saturnino Vera. El primer paso en esta iniciativa contra las despedidas 'non gratas' lo ha dado el emblemático bar El Bonanno, todo un titán del ocio en la zona. La idea es fomentar una "hostelería de calidad" y que la clientela se adapte en consecuencia.
Para una hostelería de calidad en nuestro barrio #Despedidadesolter@NOgracias @JMDCentro @AVCavas #AsiSi . pic.twitter.com/0rMwzojckl
— El Bonanno (@ElBonanno) 18 de junio de 2016
Toni Bonanno cuenta que se lanzó a colgar el cartel después de un año y medio espantando grupos de gente borracha y disfrazada, lo que provocaba "situaciones desagradables". "Yo si vienen personas normales y educadas, bien, pero no me gusta tener problemas de orden público con gente disfrazada de manera dudosa", plantea, distinguiendo una vez más entre dos tipos muy concretos de grupos.
"Yo amo la celebración -aclara Bonanno-, llevo 21 años en La Latina y organizo eventos, pero no admito esa falta de decoro. Sobre todo cuando son celebraciones que degradan un barrio y la convivencia", dice. Y añade: "Este es el mejor para tomar cañas, tapas y la primera copa. Yo no quiero el dinero de cuarenta 'pringaos', quiero hacer un trabajo de calidad porque me gusta la hostelería de calidad".
"Yo si vienen personas normales y educadas, bien, pero no me gusta tener problemas de orden público con gente disfrazada de manera dudosa"
Aunque algunos establecimientos no han colgado todavía ese cartel, en la práctica ejercen su derecho de admisión para frenar a este tipo de clientes. Tabernas como Casa Lucas o El Tempranillo son un ejemplo de ello, al igual que restaurantes con solera como Lucio, Esteban o Julián de Tolosa, en los que nunca ha osado posar un pie una horda de futuros cónyuges disfrazados. Al tiempo, hay otros bares que "no ayudan tanto", comenta Vera, porque llenan su fachada de ofertas de 2x1 o 3x2 consumiciones. "Yo les pregunto: ¿realmente interesa ese tipo de clientela?", cuestiona Bonanno.
El problema no es tanto que estos grupos entren o no en un local, sino lo que pasa en la calle. Golpes, cánticos, vómitos, gritos y borracheras que incumplen de lleno la ordenanza municipal. Además, desde 2012 estas calles fueron declaradas zona de protección acústica especial (ZPAE) del Distrito Centro, por lo que los establecimientos aquí ubicados deben seguir a rajatabla la normativa fijada por el Ayuntamiento de Madrid en materia de contaminación acústica durante la gestión de Ana Botella.
La respuesta en el Ayuntamiento
A expensas de que se celebre la próxima reunión a varias bandas en la llamada Mesa de Convivencia en las próximas semanas, el concejal de Ahora Madrid y responsable de las juntas municipales de Centro y Chamberí, Jorge García Castaño, ya ha tomado la palabra. Durante esta semana prometió en una entrevista "puño cerrado" para hacer cumplir las ordenanzas municipales de contaminación acústica en las despedidas de La Latina. El jueves, en rueda de prensa posterior a la Junta de Gobierno afirmó que el barrio no se convertirá en un parque temático de estas celebraciones mientras sea concejal.
En declaraciones a El Confidencial explica que por el momento su estrategia se encuentra en una "fase de prevención" porque reconoce que Madrid no tiene un problema con las despedidas comparable a otras ciudades como Logroño o Salamanca y costeras como Salou, Conil o Mojácar, entre otras, partidarias de reforzar la respuesta policial y hasta de prohibir las despedidas "obscenas". En este caso, explica, el Ayuntamiento de Madrid va a "intentar que los dispositivos policiales normales estén más pendientes de estos grupos en la calle para vigilar el cumplimiento de la normativa".
Se trata, explica, de "hacer un planteamiento de códigos de convivencia entre todos los actores y ayudar a los hosteleros a buscar un esquema de mejor calidad". García Castaño habla de "autorregulación", sobre todo para dejar claro que "quien tenga pensado poner en marcha un proyecto comercial con despedidas de solteros no es bueno hacerlo en La Latina". Preocupado por esta postura, el grupo municipal popular ha pedido la comparecencia de García Castaño, también para aclarar la situación de las terrazas en Madrid, otro frente abierto para este concejal.
"No creemos que la respuesta sea intervenir en el mercado ni prohibir ese tipo de celebración, nos parece un error. Que se cumplan las ordenanzas y si hay ruidos que la policía intervenga, como hasta ahora", indican desde el PP madrileño. García Castaño no descarta que se pueda llegar a un acuerdo con la oposición "pasadas las elecciones", ni que el ruido siga siendo una de las principales quejas de los madrileños.
Un luchador de sumo -y su corte- se cruzan con una flamenca con barba y un grupo de chicas que cantan a pleno pulmón con un megáfono. Una escena delirante que se repite en todos los centros históricos de España cada fin de semana porque con la temporada de bodas llegan las despedidas de soltero y con ellas, el desmadre. En la Cava Baja del céntrico barrio madrileño de La Latina, los vecinos han contado en una sola calle hasta 12 grupos en un día y han comenzado a ponerle freno a una moda que amenaza con arrinconar a la clientela habitual.
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