Relatos de alta mar: la desesperación que llevó al joven Mamadou a arriesgar su vida en un cayuco
Con apenas de 17 años, su padre le preguntó si quería irse a España. No se lo pensó. Tras un estrepitoso viaje, llegó a La Gomera con una mano delante y otra detrás. Hoy vive en Tenerife, es autónomo y ha formado una familia
El 28 de agosto de 1994 llegó a Fuerteventura, guiada por una luz del Faro de la Entallada a solos 100 kilómetros del continente africano, una patera con dos pescadores saharauis que, sin saberlo, acabarían dando comienzo a la que es la ruta migratoria canaria; la más mortal del mundo. Tras ellos, más de 231.000 personas han arribado a las costas canarias hasta la fecha. Mamadou Thiam llegó con 17 años a La Gomera en 2008. Su vida en el sur de Senegal era como la de otro niño de su edad: jugar y estudiar, pero tras considerar una injusticia y una discriminación entre alumnos lo ocurrido tras un examen del colegio, no se planteó ni un segundo salir en cayuco y buscar una vida mejor.
"Antes de hacer el segundo examen, mi padrastro me preguntó si quería irme a España porque por la noche salía un cayuco. No dudé ni un segundo y dije que sí. Fui a casa de mis padres y les dije que me iba al muelle", cuenta relatando el origen de la decisión que cambió su vida para siempre. Procede de familia de pescadores y conocía el mar, pero en el cayuco, recuerda, "había muchísimas personas que no vivían en zona de costa y sufrieron muchísimo".
La travesía empezó con la peor de las noticias: saliendo del sur senegalés se les cayó uno de los dos motores que traía la embarcación, justamente, el nuevo. "A la altura de Marruecos, se para este motor y ahí ya pensé que se acabaría todo, las esperanzas se fueron, la angustia crecía cada segundo más porque no llegas a pensar que ahí te vas a quedar", afirma. Tras horas a la deriva, "y con los capitanes intentando arreglarlo como buenamente sabían", arrancó el motor y continuaron su ruta hacia La Gomera, a donde llegarían días después.
Mamadou hace alusión a la situación de agonía que se vive dentro de una embarcación en los días en el mar y a los fallecidos durante la travesía: "De ver tanta agua, el miedo hace sacar la parte salvaje del ser humano, tantos días viendo el agua no es fácil ni para los marineros", añade. Y, por este motivo, confirma que, aunque en su cayuco no ocurrió, "a mucha gente la botan al mar únicamente porque tienen miedo. Hay una creencia en África que dice que si vas con un brujo, este te hará hundir el cayuco y morirán todos los que están en él, entonces tiran a esta persona antes de que puedan morir todos". Cuando llegan, este superviviente le dice a los otros que han tenido que vivir esta realidad que "realmente no son brujos, solo personas que tenían ese pánico de no llegar".
Golpe de suerte
El cayuco llegó a La Gomera, y después de tres días allí, Mamadou fue desplazado a Tegueste, en Tenerife. "El mayor golpe cuando llegas es el idioma, es la barrera más complicada de todas porque no te puedes comunicar, de hecho recuerdo que yendo para Tegueste leí 'aeropuerto' y pensé que nos llevarían de vuelta a Senegal y no tendríamos escapatoria", rememora. Sin embargo, tras un año formándose, cumplió 18 años y se fue a vivir con cuatro amigos que estaban en su misma situación. "Un amigo y yo estábamos practicando la lucha canaria cuando el club de Tegueste nos vio, nos ayudó y regularizaron mi situación gracias a una empresa que nos contrató y, a los que a día de hoy, son familia", declara.
Actualmente, Mamadou vive en Tenerife, es autónomo, trabaja en el ámbito del ocio y el espectáculo, está casado y tiene dos niños, de 4 y 8 años. En ese momento, y casi con lágrimas en los ojos, dice que "gracias a la buena gente que se encontró por el camino, pasó de ser un número sin nombre, a tener una identidad, una familia y un hogar". Con nostalgia reconoce que echa de menos a su familia, pero "no puedo pretender vivir costumbres de mi país aquí, por lo que cada día trabajo para coger las buenas costumbres canarias y las buenas de Senegal y ser de la tierra porque yo soy del mundo".
La mayoría de personas que llegan a las islas creen que encontrarán trabajo fácil para conseguir un dinero que enviar a una familia desesperada en África. Lo cierto es que se encuentran con una realidad que difiere mucho de la que se imaginan: "Los inmigrantes tenemos la costumbre de no contar la verdad de lo que hay aquí, contamos solo lo bueno y no todo es bueno porque todo no es el paraíso". En este sentido, señala que "en Canarias hay mendigos canarios que no tienen trabajo, que tienen que ir a Cruz Roja para comer o para que le den ropa, pero en África parece que eso no existe en Europa, que aquí todo es guay, maravilloso". Por ello, explica que cuando habla con amigos que aún permanecen en su país y quieren ir a Canarias les dice: "La vida aquí no es nada fácil ni como se la venden, quiero que sepan lo que hay".
La única escapatoria
En cuanto a las razones por las que cada vez más africanos cruzan la ruta canaria para llegar al Archipiélago, Mamadou es claro: la desesperación. "Muchos de los que están llegando ahora son pescadores que salen a trabajar y no tienen para dar de comer a la familia. Además, quienes sostienen el hogar son unos padres de cierta edad que difícilmente ganan dinero, por lo que la única vía que tienes de un futuro es jugarte la vida en el mar", confiesa.
"En las embajadas de África solicitas un visado y, aunque pagues todo el proceso, no te lo dan. Ocurre esto cada día", declara. Por este motivo, pide que se les diga a todos aquellos que "sean pobres" que no lo soliciten y, por tanto, no gasten tanto dinero en vano. "Es lo único que queda, arriesgar la vida en el mar, en un cayuco, sabiendo que muchos se quedan por el camino y nunca llegarán, pero nadie quiere hacerlo, nadie quiere irse de su país si las cosas estuvieran bien y se les garantizara un futuro digno como ser humano", concluye.
El 28 de agosto de 1994 llegó a Fuerteventura, guiada por una luz del Faro de la Entallada a solos 100 kilómetros del continente africano, una patera con dos pescadores saharauis que, sin saberlo, acabarían dando comienzo a la que es la ruta migratoria canaria; la más mortal del mundo. Tras ellos, más de 231.000 personas han arribado a las costas canarias hasta la fecha. Mamadou Thiam llegó con 17 años a La Gomera en 2008. Su vida en el sur de Senegal era como la de otro niño de su edad: jugar y estudiar, pero tras considerar una injusticia y una discriminación entre alumnos lo ocurrido tras un examen del colegio, no se planteó ni un segundo salir en cayuco y buscar una vida mejor.