Ya no es una anécdota: cada vez llega más cocaína a Galicia en submarinos caseros
En principio se creyó que era una ocurrencia, pero con el paso de los años, cada vez más narcotraficantes se aventuran a cruzar el Atlántico en este tipo de embarcaciones
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En noviembre de 2019, la Guardia Civil y la Policía Nacional interceptaron una embarcación inesperada a pocas millas de la playa de Hío, en Pontevedra. El artefacto, con aspecto de submarino, había partido 27 días antes de las costas colombianas y portaba tres tripulantes que habían atravesado el Atlántico comiendo bollería industrial, bebidas energéticas y defecando en una bolsa. Con ellos también viajaban, como puede suponer, 3.000 kilos de cocaína.
A las autoridades españolas les pareció una anécdota. En el pasado se habían escuchado historias, como aquella de Pablo Escobar intentando comprarle un submarino a un general de la Unión Soviética, si bien no esperaban encontrarse con alguien capaz de recorrer 7.500 kilómetros en un batiscafo casero. "En un principio pensamos que nadie se atrevería a hacer esa locura, y que por fuerza tenía que haber un barco que les diese apoyo puntual en alta mar. Estábamos equivocados", explica Fernando Iglesias, máximo responsable de Vigilancia Aduanera en Galicia.
Desde aquel submarino primigenio no han dejado de llegar a las costas gallegas. Se estima que, cada mes, uno de estos artefactos desembarca droga en nuestro país. Resultan mucho más rentables que los alijos en contenedores marítimos, en tanto que permiten transportar hasta 10 toneladas de producto en un solo viaje. Cuestan en torno a un millón de dólares, lo que supone una centésima parte de lo que se paga por el alijo en las calles europeas, de modo que, una vez se hace la entrega, lo normal es hundirlos para eliminar pruebas. "A veces nos encontramos con submarinos que están de vuelta, pero lo normal es que se hundan una vez completada la entrega o cuando les detiene la Guardia Civil. Hemos visto casos de estos artefactos hundidos en Camariñas y en la ría de Arousa hace poco. Para el narco, un millón de dólares no es nada en comparación con el beneficio que obtienen", dice Iglesias.
"Las condiciones en este tipo de embarcaciones son infrahumanas"
En líneas generales, se trata de naves de 20 metros de eslora en los que apenas se puede estar en pie. No hay camas, sino huecos donde descansar, porque se prioriza el almacenamiento de la droga. "Y luego está el olor", dice el jefe de Vigilancia Aduanera. "Yo he estado dentro de estos submarinos y el ambiente es irrespirable. Huele muchísimo a combustible, pero también a la cocaína, que tiene un aroma fuerte y, por supuesto, a seres humanos que tienen que hacer sus necesidades en una bolsa o en un bote. Son unas condiciones infrahumanas".
Se les llama submarinos, pero no lo son. El adjetivo correcto es "semisumergibles", porque pueden ocultar parte del casco bajo el agua, si bien no están preparados para aguantar la presión de navegar a gran profundidad. Los construyen en armadores clandestinos en mitad del Amazonas, o en bodegas, por piezas, que son después ensambladas en la propia playa. En su mayoría se emplea fibra de vidrio, lo que los hace muy ligeros, capaces de hacer miles de kilómetros con un motor diésel de 350 caballos.
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"Al no ser metálicos, son indetectables desde los sónares, y tampoco tienen señal AIS (Automatic Identification System). La única forma de detectarlos es con el helicóptero, pero los días de mucho oleaje, y en el Atlántico es la norma, apenas se ven", afirma Iglesias. "Trabajamos con la Armada de Colombia y con la DEA norteamericana para tratar de pararlos cuando salen de puerto, porque una vez están en el mar es complicado".
Con este nuevo sistema, los más perjudicados son los tripulantes de estas embarcaciones. A menudo lo hacen por muy poco dinero, en torno a 50.000 euros, cuando no se conforman con una parte de la droga que transportan, que después tendrán que ocuparse de vender. A cambio, el riesgo es salvaje: "Navegan ocultos, sin identificación, por rutas marítimas muy concurridas. A menudo solo salen del artefacto una vez al día para coger oxígeno. Estoy convencido de que muchos de los submarinos que parten de América nunca llegan a Europa", lamentan desde Vigilancia Aduanera.
Vigilancia Aduanera, dependiente de Hacienda, y la Guardia Civil están estudiando nuevos métodos para detectar los submarinos, que han llegado para quedarse. Aunque dos tercios de la droga que llega España sigue haciéndolo a través de contenedores, el nuevo método todavía no ha alcanzado su madurez. "El año pasado detectamos cinco submarinos en Galicia. Cinco seguros, que en realidad llegarían más. Y lo que esperamos es un incremento para el año próximo", zanja Iglesias.
En noviembre de 2019, la Guardia Civil y la Policía Nacional interceptaron una embarcación inesperada a pocas millas de la playa de Hío, en Pontevedra. El artefacto, con aspecto de submarino, había partido 27 días antes de las costas colombianas y portaba tres tripulantes que habían atravesado el Atlántico comiendo bollería industrial, bebidas energéticas y defecando en una bolsa. Con ellos también viajaban, como puede suponer, 3.000 kilos de cocaína.