Una restauración le saca los colores del XVII al Botafumeiro de Santiago
El incensario más famoso se balancea a 68 kilómetros por hora tirado por ocho 'tiraboleiros'. Esta Semana Santa cogerá vuelo tras una minuciosa reparación a cuatro siglos de historia
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El Botafumeiro volverá a oscilar de lado a lado en la catedral de Santiago de Compostela el próximo 20 de abril, con el Domingo de Resurreción. Este artefacto volador reparte sus efluvios de incienso por la seo desde la Edad Media y acapara el protagonismo en cada liturgia en la que interviene, que son pocas, para chasco de muchos peregrinos.
No se apreciará a simple vista, pero este artilugio ha pasado "una ITV" exhaustiva con una restauración tan minuciosa como compleja a nivel técnico para encajar sus ingenios de madera, tal y como fue concebido hace 400 años para perfumar la catedral y ventilar la misa del olor a humanidad de caminantes y fieles con más fe que higiene.
Fueron varios meses de trabajo a lo largo del 2024 con un equipo multidisciplinar conformado por un arquitecto, un historiador, un ingeniero, una aparejadora y un tiraboleiro. Para ejecutarlo, otros tantos especialistas: carpinteros, mecánicos, modeladores y restauradoras para coser las fisuras en la estructura en un trabajo meticuloso y coral en el que se combinaron la mano y la máquina; la artesanía de la madera con las nuevas tecnologías.
Y hurgando en las capas, fue como dieron con una policromía original del siglo XVIII. “Estaban coloreadas todas las piezas de madera y metal. La primera era de 1604”, explica Mercedes Cortázar, la restauradora. Por encima del blanco y dorado original, en 1776 se habían incorporado los colores de moda de la época: azul, oro y negro y sobre ellos, una pintura industrial que ahora se ha eliminado.
Perdió un tornillo y lanzó un SOS
El Botafumeiro ya había pasado por el taller otras veces, pero nunca como ahora, explican desde la Fundación Catedral. “Fue objeto de actuaciones otras veces, pero esta es la más completa desde que fue creado en 1604 por el aragonés Juan Bautista Celma”, destacan.
Un buen día, se le cayó un tornillo que dio la voz de alarma, cuenta el arquitecto Javier Alonso. Al desmontarlo y abrirlo, encontraron que estaba peor de lo que temían y forzó una restauración más ambiciosa. “Había desajustes importantes en los dos tambores, con clavos viejos y oxidados y el eje descentrado”, cuenta el mecánico, Jesús Alonso. También grietas y holguras, en las maderas (nogal y castaño) desgastadas por el roce de la cuerda, apuntó el carpintero, Rubén González, que recuperó los guiadores originales.
La cirugía del botafumeiro fue para reparar los elementos dañados, devolver los alterados a su estado original e introducir los elementos nuevos “imprescindibles” para asegurar “su resiliencia y estabilidad” para otros cuatro siglos.
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¿Qué hay dentro del Botafumeiro?
Básicamente, es el mismo ingenio medieval que Bautista concibió para “perfumar” la catedral de incienso y dar solemnidad a las ceremonias. Está compuesto por un eje y dos tambores de maderas -uno de 29 centímetros y otro de 58- que unidos solidariamente giran en los dos sentidos para empujar el vuelo.
El núcleo se coloca en el centro de un armazón a modo de cimbra de hierro apoyado en las cuatro columnas principales del crucero de la catedral. Y a partir de ahí, las cuerdas que mueven el envoltorio colgante cargado de incienso y carbón que oscila ante el altar mayor.
¿Y qué había dentro del ingenio? Pues los dos tambores, discos de refuerzo, una guía y un eje de acero encajado en madera que hubo que enderezar y acuñar de nuevo. También le construyeron nuevos cojinetes -piezas donde se apoya el eje para girar- más ajustados e introdujeron casquillos como topes a su desplazamiento lateral.
Ocho 'tiraboleiros' para 68 km/h
El Botafumeiro lleva funcionando sin descanso más de 400 años. La primera referencia fue una anotación del siglo XIV en el Códice Calixtino. Sin averías graves, pero con sonados incidentes históricos como cuando el incensario salió disparado contra una puerta en una misa en honor de Catalina de Aragón o cuando las cuerdas cedieron y cayó a plomo al suelo. Las tropas de Napoleón birlaron el original, de plata maciza, en 1809 y fue reemplazado por el actual, de latón bañado en plata, en 1851, de acuerdo a los archivos diocesanos. También ha golpeado a algún incauto que acercó demasiado la nariz al péndulo.
Y es que este gigantesco incensario mide metro y medio y pesa unos 53 kilos; más o menos como una persona bajita de complexión media. Vuela media docena de veces al año (o cuando los peregrinos hacen una jugosa donación) colgado del crucero central.
Para hacerlo bambolear, hacen falta ocho tiraboleiros, que es el nombre que reciben los sacerdotes especializados en hacerlo pendular con un sistema de poleas y ataviados con túnicas granates. “En las primeras tiradas hay que ir muy suave hasta que pasa las rejas del altar mayor”, advierte Manuel García, uno de los hombres que tira del botafumeiro. Alcanza los 68 kilómetros por hora.
En la restauración, han hecho cálculos sobre el roce de las cuerdas y la fuerza de las tiradas para que dure, al menos, otros 400 años.
El Botafumeiro volverá a oscilar de lado a lado en la catedral de Santiago de Compostela el próximo 20 de abril, con el Domingo de Resurreción. Este artefacto volador reparte sus efluvios de incienso por la seo desde la Edad Media y acapara el protagonismo en cada liturgia en la que interviene, que son pocas, para chasco de muchos peregrinos.