El gen delator: el ADN 'pelirrojo' sentará en el banquillo al asesino de Elisa 12 años después
La Fiscalía pide 32 años de cárcel para Roger Serafín Rodríguez Vázquez, asesino confeso de Elisa Abruñedo. El crimen tardó 10 años en resolverse y fue posible por el gen que establece si una persona es pelirroja
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Durante una década se creyó impune. Siguió cazando en el monte, trabajando en el astillero y conviviendo con su familia en un barrio de Narón (A Coruña). Sin llamar la atención y sin expiar su crimen.
Su pelo rojo le delató. El gen MC1R, receptor de la melanocortina y el que determina el color fuego del cabello, estaba latente en los restos de saliva y semen que dejó en la escena del crimen el 1 de septiembre del 2013. Su huella biológica indeleble. Y ese mismo gen está a un paso de sentar a Roger Serafín Rodríguez Vázquez en el banquillo de los acusados de la Audiencia provincial de A Coruña, trece años después, como autor confeso del asesinato de María Elisa Abruñedo.
La jueza de Instrucción número 2 de Ferrol ha dado por terminada su parte y toca remitirlo a la Audiencia provincial, que echará a rodar la maquinaria de la Ley del Jurado para preparar el juicio en los próximos meses, exponen desde el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia.
La Fiscalía pide para el acusado 32 años de prisión por asesinato (20) y agresión sexual (12). Está en la cárcel de Mansilla de las Mulas (León) desde su detención, en octubre del 2023. Una noche en el calabozo bastó para que confesara el crimen y su procacidad sexual. Poco después, su entonces pareja también lo denunció por violación y malos tratos en el mismo juzgado, que sobreseyó el caso.
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Su víctima, Elisa, era una mujer a la que supuestamente no conocía. Una vecina de Cabanas de 46 años, esposa y madre de familia, salió a caminar una tarde de domingo como tantas otras por los alrededores de su casa en Lavandeira y se cruzó con un depredador sexual.
Él venía de cazar en su viejo ZX gris. La sorprendió por la espalda y la asaltó imponiendo su corpulencia física contra una mujer menuda que no pudo defenderse. La arrastró casi 20 metros por el monte abajo para violarla en un pinar escarpado. Ni siquiera muy lejos de la pista de tierra donde detuvo el auto. Lo suficiente para que nadie lo viera. Después la acuchilló repetidas veces con uno de los utensilios para desollar jabalís y corzos. Le perforó el pulmón y le seccionó el cuello.
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La mujer murió desangrada a escasos 150 metros de su casa, donde su vecino Delfín, el último que la vio con vida, la encontró al día siguiente entre la maleza, tal y como él mismo relató.
Fue un crimen impulsivo, salvaje y descarnado. “Hay violadores que pasan a ser homicidas en un intento de no ser descubiertos”, señala a El Confidencial una de las investigadoras del caso.
El asesino del pelo rojo
Durante una década, los investigadores -el grupo de Delitos contra las Personas de la Guardia Civil de A Coruña- se aferraron a la pista más fiable que tenían -los restos biológicos- para estrechar el cerco y fueron tirando el hilo para escalar los alelos de la cadena genómica para completar el perfil y encajar el puzzle de indicios y pruebas -el coche que vio un testigo y las batidas de caza- que lo señalaban.
Por el ADN, sabían que era un varón europeo de piel blanca, ojos oscuros y pelo intensamente rojo.
La UCO revisó partidas del siglo XVII para reconstruir el árbol genealógico
Un forense del Instituto Luis Concheiro de Santiago dio con la tecla del gen MC1R y a partir de ahí, hicieron cribados genéticos y bucearon entre los 10.000 libros del Archivo Histórico Diocesano de Mondoñedo, donde el reverendo Félix Villares custodia miles y miles de partidas de nacimiento, matrimonio y defunción, para hilvanar sagas familiares desde el siglo XVII, descartar sospechosos y afinar la búsqueda entre un puñado de familias de Valdoviño, al norte de Ferrol, donde hallaron un nexo genético familiar en un pariente lejano que accedió a someterse a una prueba voluntaria en 2021.
Ser pelirrojo depende de la mutación de un gen recesivo en el par 16 de la cadena cromosómica que, además, tiene que transmitirse por dos vías: materna y paterna. La búsqueda se complicó en Galicia, donde hay mayor incidencia de pelirrojos que en el resto del Estado por la herencia de las migraciones atlánticas al Norte de Europa.
Historia de una búsqueda
Dar caza al cazador. Dar con el asesino pelirrojo fue un trabajo laborioso de muchos años puerta a puerta, revisando archivos y esperando los resultados del laboratorio, explicó Marcos G., el sargento al frente de un equipo que tenía la paciencia y la experiencia de haber resuelto los casos de Asunta y Diana Quer.
"Era como buscar una aguja en un pajar pero sabías que estaba ahí"
“Era como buscar una aguja en un pajar, pero sabíamos que la aguja estaba ahí”, relató en “Historia de una búsqueda”, de RTVE, nominado entre los mejores podcast 2025 a los premios Ondas Globales. Descendiendo por el árbol genealógico, un día llegaron hasta Roger Serafín.
Las piezas encajaban, Era cazador, propietario de un ZX y un tipo “gris y anodino” que no daba pistas en los seguimientos y rutinas que le realizaron. Su ADN lo dijo todo. Era el asesino. Lo arrestaron el 17 de octubre del 2023 en su puesto de trabajo y en cuestión de horas, confesó.
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El Ministerio público pide al asesino una indemnización de 200.000 euros para los hijos de Elisa: Adrián y Álvaro. Año y medio después del asesinato de su madre, perdieron a su padre en un accidente laboral en el puerto de Ferrol.
El juicio, tan largamente esperado, viene a cerrar el círculo de una década de desgracias, pérdidas familiares y angustia de 2013 a 2023. El mismo tiempo que el asesino vivió libre hasta que su ADN lo encerró.
Durante una década se creyó impune. Siguió cazando en el monte, trabajando en el astillero y conviviendo con su familia en un barrio de Narón (A Coruña). Sin llamar la atención y sin expiar su crimen.