Galicia fue una cuna histórica de olivos y variedades únicas en el Imperio Romano: su desaparición aún es un misterio
En 2022, investigadores del CSIC descubrieron veinte variedades únicas en el mundo, que lograron sobrevivir a pesar del abandono de estos cultivos tras el desmantelamiento de la actividad agrícola en la región
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Aunque hoy en día no se asocia a Galicia con la producción de aceite de oliva, esta región del norte de España fue, en tiempos del Imperio Romano, un auténtico centro productor de olivos. De hecho, se encontraba entre las primeras zonas de la Península Ibérica en cultivar estos árboles, un legado agrícola que, con el paso de los siglos, se fue perdiendo hasta convertirse en casi una curiosidad histórica.
Hay muchas teorías en torno a la desaparición del olivar gallego. Algunos investigadores apuntan a que los Reyes Católicos fueron los que ordenaron talar todos estos árboles que cubrían los campos verdes de Galicia en medio de las Revoltas Irmandiñas, un enfrentamiento social que afectó a los señores de Galicia. Según esta versión, los monarcas como castigo a los nobles hicieron desaparecer los olivos que adornaban los jardines de sus pazos y fincas privadas. Solo mantuvo los que pertenecían a monasterios, pero prohibiendo su comercialización.
¿Sabías que, en tiempos del Imperio romano, Galicia fue elegida para el cultivo de olivos? Hasta que un día desaparecieron. ¿Que pasó con aquellos árboles? ¿Fueron los Reyes Católicos quienes ordenaron cortarlos, tal y como se cuenta habitualmente?
— Iván Fernández Amil (@ivanfamil) November 6, 2024
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Pero, no es la única hipótesis que se baraja. También se cree que el motivo de la desaparición de los olivos fue culpa del Conde Duque de Olivares, quien decidió instaurar un impuesto de cuatro reales por cada árbol cultivado en Galicia, y extensible a todos los reinos de España.
Todavía queda oro líquido en Galicia
Sin embargo, ninguna de las dos versiones (más bien, leyendas urbanas) está constatada, y la teoría que cobra más veracidad es el compendio de dificultades en una época de malas cosechas: falta de mano de obra, subida de impuestos y la presencia de cultivos más rentables que desplazaron al olivo como la patata y el maíz. A pesar de su evanescencia, las regiones más alejadas de los recaudadores de aranceles, pudieron seguir cultivando este preciado oro líquido. Gracias a este reducido grupo de agricultores, hoy las tabernas gallegas sirven uno de los mejores aceites de oliva del mundo.
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Aun así, un descubrimiento por parte de la Misión Biológica de Galicia, centro dependiente del CSIC, reveló en 2022 que el olivo nunca desapareció completamente de la región, y que hoy, más de dos mil años después, se están rescatando variedades autóctonas que podrían devolverle a Galicia su lugar en el mapa olivarero mundial.
Hace más de dos mil años, los romanos implementaron muchas de sus costumbres y cultivos, entre ellos el olivo, en su llegada a la Península, coincidiendo con el comienzo de la Segunda Guerra Púnica, en el 218 a.C. Los restos arqueológicos de esa época, como los yacimientos de prensas olearias encontradas en diversas localidades, demuestran que la región ya era un lugar destacado en la producción de aceite. Galicia, con su clima templado y húmedo, era una zona idónea para su cultivo.
Los romanos no solo trajeron el olivo, sino también técnicas de cultivo y de extracción de aceite que, con el tiempo, se establecieron en el tejido rural gallego. En Vigo, por ejemplo, se descubrió en el siglo XX un yacimiento romano conocido como Teis, donde se encontró una prensa de aceite, un testimonio claro de la actividad oleícola en la región.
Curiosamente, Vigo, hoy conocida como la ciudad olívica, toma su nombre precisamente de la abundancia de olivos que en su día cubrían el territorio. De hecho, esta especia de hoja perenne fue un símbolo tan importante en la cultura romana que en algunos lugares de Galicia se pueden encontrar vestigios de su presencia en iglesias y paisajes agrarios.
A lo largo de los siglos, la actividad olivarera en Galicia fue decayendo, especialmente tras el siglo XVII, cuando el conde duque de Olivares ordenó el desmantelamiento de los olivares gallegos para favorecer la producción de otras regiones, como Andalucía, lo que llevó a que casi desaparecieran por completo. Sin embargo, lo que parecía el final de una tradición se ha convertido en un punto de partida para la recuperación de un legado milenario.
Gracias al trabajo de investigación realizado por la Misión Biológica de Galicia, que ha identificado 20 variedades autóctonas de olivo supervivientes en la región, el olivo gallego está regresando, y con él, la posibilidad de producir un aceite con características organolépticas únicas. La recuperación de estas variedades se considera un resurgir de la tradición romana y una oportunidad para que Galicia recupere su posición como productora de aceite de oliva de alta calidad. A medida que los olivos rescatados se multiplican, los productores gallegos están comenzando a experimentar con estos aceites, que se distinguen por su sabor intenso y sus propiedades diferenciales.
Hoy, más de 2.000 años después de que los romanos trajeran el olivo a Galicia, la región vuelve a apostar por este cultivo como una vía para diversificar la economía rural, recuperar el patrimonio agrícola y ofrecer al mundo un aceite único, cargado de historia y de sabor. Un legado romano que, como el olivo mismo, se resiste a desaparecer.
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Aunque hoy en día no se asocia a Galicia con la producción de aceite de oliva, esta región del norte de España fue, en tiempos del Imperio Romano, un auténtico centro productor de olivos. De hecho, se encontraba entre las primeras zonas de la Península Ibérica en cultivar estos árboles, un legado agrícola que, con el paso de los siglos, se fue perdiendo hasta convertirse en casi una curiosidad histórica.
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