"Tienen razón: fue una cacería": la joven acusada por el asesinato de Samuel Luiz señala a su exnovio
Dos de los cinco acusados declaran contra sus antiguos amigos para culparlos de la brutal paliza que mató a Samuel Luiz. La exnovia y otro amigo, ambos en libertad con cargos, señalan a Diego Montaña, Alejandro Freire, Kaio Amaral y los dos menores
Más de un coruñés se quedó perplejo al ver que Álex Míguez, el joven charcutero de una jamonería próxima al estadio de Riazor, es uno de los cinco acusados del asesinato de Samuel Luiz el 3 de julio de 2021. Fue el último de los siete encausados -dos menores asumieron su culpa y fueron condenados a tres años en un centro tutelado- en ser detenido por la policía casi tres meses después del crimen. Pasó brevemente por prisión provisional antes de salir en libertad con medidas cautelares porque ningún fotograma ni testigo lo colocaban golpeando al joven enfermero.
Míguez fue el primero de los cinco acusados en declarar este jueves en la tercera sesión del juicio por el crimen que se celebra en la Audiencia Provincial de A Coruña y se enfrenta 22 años de cárcel. Más de dos horas de interrogatorio que sorteó culebreando en un ejercicio de memoria selectiva. Recordaba con precisión que habían bebido whisky White Label con Red Bull en el reservado del pub El Andén, pero, en cambio, no pudo reconocerse a sí mismo en la batería de imágenes y fotogramas de las cámaras de seguridad, que le mostró la fiscal del vídeo del tumulto que se reprodujo varias veces durante la sesión.
“Yo no pegué ni colaboré”, insistió Míguez, señalando a otros dos acusados como autores de los golpes: Diego Montaña y Alejandro Freire, alias Yumba. Por momentos, exhibió cierta chulería y replicó a la fiscal hasta que intervino la magistrada de sala.
Aquella madrugada del 3 de julio del 2021, Alejandro Míguez llegó al hospital de A Coruña (CHUAC) acompañando a otra amiga del grupo en coma etílico, casi al mismo tiempo que Samuel Luiz ingresaba con un hilo de vida y pocas esperanzas tras una paliza salvaje. El acusado supo, por un sanitario, que el joven al que habían apalizado en Riazor llegó prácticamente muerto.
También estuvo en la reunión que la brutal pandilla celebró de madrugada en el parque de San Diego para cuadrar versiones ante lo que se les venía encima y cambió de teléfono, según la fiscal, sin volcar los datos para eliminar conversaciones y grupos que podían comprometerlo. Admite que mintió en sus primeras declaraciones en comisaría porque estaba, dijo, “asustado” y no quería que la muerte del chico le salpicase y dijo no recordar mensajes y audios del grupo en el que participaba con otros acusados.
"El pobre chico no le hizo nada"
Mucho más precisa fue la otra acusada, Catherine Silva, para quien la Fiscalía pide 25 años como coautora del asesinato con el agravante de homofobia por la orientación sexual de la víctima, a quien no conocía de nada.
Silva, que entonces tenía 19 años, hoy tiene 22, era la novia de Diego Montaña, el joven de 25 que inició la pelea al confundir una videollamada con una grabación con la que se ofuscó profundamente y por la que se lanzó a por Samuel al grito de “deja de grabar, a ver si te voy a matar, maricón”, declaró ella. "El pobre chico no le había hecho nada y ni siquiera se defendió", declaró.
Contó, bastante serena, que era la primera vez que salía con la pandilla; se desvinculó por completo de la agresión y negó la homofobia que se le presume contando, a preguntas de su defensa, que tiene dos buenos amigos gays y, ya entre lágrimas en la traca final, que ha soportado insultos de “asesina” durante estos años que la llevaron a dejar la ciudad con su familia.
Insiste en que su rol fue el de intentar calmar a Montaña y parar la agresión, aunque varios testigos la señalaron en la investigación por apartar a empujones y gritos a la amiga de Samuel, Lina, y testigo clave, e impedir que se auxiliara la víctima, con un papel activo animando la trifulca.
El 'kubotán': arma japonesa
Silva coincidió en señalar a Alejandro Freire Yumba, como la persona que agarró del cuello por detrás a Samuel en la maniobra que se conoce como mataleón para inmovilizarlo en un relato confuso de cómo fue la persecución de Samuel Luiz a lo largo de varias decenas de metros por el paseo marítimo de Riazor. También salió a relucir el kubotán, un arma japonesa similar a un cilindro metálico, que ella dijo que portaba uno de los dos menores, D. P., ya condenados.
Tampoco dejó en muy buen lugar a Kaio Amaral, otro de los acusados por el crimen al que se le imputa, además, el robo del móvil de la víctima, que habría intentado vender unas horas después. “Te lo dejo por 100 euros”, consta en el sumario. Silva, por último, atribuyó a una broma unas fotos suyas con pasamontañas y katana que salieron del volcado de su móvil.
Para la fiscal, Olga Serrano, que ha preparado los interrogatorios a conciencia con una montaña de pruebas extraídas de las grabaciones de las cámaras de seguridad en la reconstrucción del crimen, los cinco acusados fueron "coautores" de un asesinato con alevosía y ensañamiento contra un joven indefenso. Pide para ellos penas que van de los 22 a los 27 años de prisión, al igual que la acusación particular, que ejercen los padres y la hermana de Samuel, y la popular, del colectivo Alas-LGTBI A Coruña.
La sesión finalizó al hilo de las tres de la tarde y se retomará este viernes con la declaración de dos amigas de Samuel, los dos jóvenes senegaleses que trataron de ayudar a la víctima y que hoy abandonaron las dependencias de la Audiencia provincial sin tiempo para realizar la declaración prevista.
Más de un coruñés se quedó perplejo al ver que Álex Míguez, el joven charcutero de una jamonería próxima al estadio de Riazor, es uno de los cinco acusados del asesinato de Samuel Luiz el 3 de julio de 2021. Fue el último de los siete encausados -dos menores asumieron su culpa y fueron condenados a tres años en un centro tutelado- en ser detenido por la policía casi tres meses después del crimen. Pasó brevemente por prisión provisional antes de salir en libertad con medidas cautelares porque ningún fotograma ni testigo lo colocaban golpeando al joven enfermero.