El gen del narcotráfico sigue a flote en Galicia: venganza y logística en las Rías Baixas
En la cadena de la droga, Galicia es especialista en el transporte. Seis grandes operativos en seis meses tratan de atajar el negocio de las narcolanchas, pieza clave para mover fardos tanto en el Norte como en el Estrecho
El narco gallego ni perdona ni olvida. Tampoco sus descendientes. A mediados de septiembre, un hombre apuñaló a otro con arma blanca en el bar de la estación de autobuses de Vilagarcía de Arousa a las nueve de la noche. Trató de alcanzarlo en el cuello pero falló. Podría parecer una pelea fortuita, pero no fue así. Fue un intento de asesinato. Y detrás, toda una historia de venganza que se remonta al 24 de marzo de 1998, en los años más duros del narcotráfico gallego, que lejos de diluirse sigue bien a flote.
El agresor, Antonio C, era el hijo de Ramón Cores Caldelas, uno de los pequeños patrones de las Rías Baixas y absuelto por falta de pruebas en la Operación Nécora. Su padre fue víctima de un ajuste de cuentas ocurrido en la carretera de Catoira a Caldas hace 26 años. Era un niño cuando mataron a su padre de tres disparos a bocajarro y regaron el coche de gasolina hasta que se calcinó por completo.
El hombre agredido en el bar, A.M.G.L., fue uno de los condenados por aquel crimen. Le cayeron 19 años que no cumplió y estaba en libertad por defectos en el proceso. El que sí ha ingresado en prisión sin fianza, investigado por tentativa de asesinato, es el hijo de su víctima por tratar de ejecutar su venganza. Así lo confirmó el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia-.
Tres décadas desde entonces hasta hoy pueden parecer una eternidad, pero no han extirpado el gen del narcotráfico de la ría de Arousa como base nodriza de la cocaína en el Noroeste peninsular. Familias y apellidos suelen repetirse entre los detenidos en las distintas redadas, algunos con línea directa con las sagas de Sito Miñanco, explican a El Confidencial, fuentes de Vigilancia Aduanera en Galicia, con un papel muy activo en los seis grandes operativos desarrollados en la comunidad en los últimos seis meses con cerca de un centenar de detenidos.
En febrero, por ejemplo, arrestaron en Canarias al hijo del piloto favorito de Miñanco -José Ramón Prado Bugallo- que con 69 años ya ha dejado claro que no se jubila del negocio; aunque ha pasado media vida en prisión y aún cumple condena en Dueñas (Palencia).
En esencia, señalan a El Confidencial los investigadores, el negocio se hace por las mismas vías aunque a la ecuación criminal de narcos suramericanos (Colombia y México), se han sumado la mocromafia (Marruecos) y los grupos del Este (albaneses, serbios…), con Galicia jugando en el escalafón de la logística.
Los grandes capos son mucho más cautos y discretos que los viejos narcos gallegos y sus tramas, más refinadas en el universo tecnológico global, con una vigilancia y medidas de seguridad muy estrictas.
La mecánica se mantiene: tratos con los grandes proveedores, toneladas de cocaína que cruzan el Atlántico camufladas en piñas perfumadas, pitayas, plátanos, melones y otras frutas tropicales en portacontenedores o ingeniosamente ocultas en yates, veleros e incluso en narcosubmarinos -fueron intervenidos dos en Vigo y Vilaxoán- y narcolanchas de factura propia, el máximo exponente del poder económico de estos clanes para mover sus cargas sin ser detectados.
El otro elemento diferencial es la tecnología, que les permite usar geolocalizadores, radares. Inhibidores de frecuencia y opacar sus comunicaciones en chats encriptados.
En la cadena internacional del tráfico de droga, los narcos gallegos -herederos o aprendices de viejas dinastías- ocupan su lugar, sobre todo, en la parte logística. ¿Qué aportan? Pesqueros, pilotos experimentados y lancheros que descargan los fardos en tierra y los hacen desaparecer en cuestión de minutos aprovechando las viejas redes zurcidas en los años del contrabando de tabaco desde los 80, su dominio de los recodos de las rías y los 1.500 kilómetros de costa gallega.
'Desapercibidos' en el súper
El asesinato de los dos guardias civiles en Barbate (Cádiz), arrollados por una narcolancha, puso el foco sobre las redes de fabricación de este tipo de embarcaciones de enorme potencia que conectan a los clanes gallegos con las mafias del Estrecho. Las semirrígidas sirven tanto para traer los fardos de hachís y cocaína a tierra como para el tráfico ilegal de personas. En su fabricación han entrado en juego criminales del norte de Portugal, para burlar la vigilancia de la AEAT, que obliga al registro de cualquier neumática de alta velocidad.
Desbaratar los mecanismos de fabricación -moldes, astilleros tapadera, motores importados del país luso y combustible- ha estado entre los objetivos de los seis grandes operativos desarrollados entre abril y octubre en Galicia por las unidades especiales de la Policía Nacional (GRECO), la Guardia Civil (UDYCO) y Vigilancia Aduanera.
Abril, en concreto, fue particularmente malo para los narcos gallegos con cuatro operativos casi consecutivos: Operación Saona, Vodka, Halia (Galicia) y Grajuela (Andalucía)— con más de 60 detenidos, principalmente, en la ría de Arousa donde históricamente han tenido su base nodriza los clanes gallegos.
180 kilos de coca al año: 10 cada 20 días
Octubre va por el camino. La semana pasada, se desencadenó en O Salnés primero la Operación Ceira -toma el nombre de una freguesía de Coímbra involucrada- que se organizó desde un juzgado de Cambados (Pontevedra), y le siguió la Operación Claudo, dirigida desde Ribeira (A Coruña). Ambas localidades distan apenas 65 kilómetros y son los vértices de la ría de Arousa en sus márgenes sur y norte. Sumando los dos operativos, se practicaron unos 30 arrestos entre transportistas, proveedores y destinatarios finales.
El primero, Ceira, saltó el martes 2 y acumuló más de 20 detenidos entre A Coruña, Pontevedra y Portugal de los que 4 ingresaron en prisión. Durante los registros practicados se incautaron moldes para fabricarlas y algunas planeadoras, además de unos 20 kilos de heroína detectados por los perros.
El segundo, Claudo, ejecutado el viernes 4 por la Guardia Civil, supuso meter mano a una trama que movía 180 kilos cada año por toda Galicia. Esto es, en la fase final de la distribución hacia el consumidor. "Llegaron a vender diez kilos de cocaína cada 20 días", subrayaron los investigadores.
Hacían los intercambios bajo el paraguas de una cadena española de supermercados en la zona de Sanxenxo "para pasar desapercibidos" y los movían en coches preparados con caletas -habitáculos secretos- y motos de gran cilindrada. Les intervinieron 4,5 kilos de droga y otros 5 de ácido bórico para adulterarla, junto con 123.000 euros en metálico.
"Cada vez que cae una organización criminal dedicada al narcotráfico es una buena noticia para la sociedad", celebró Abel Losada, subdelegado del Gobierno en Pontevedra. "Y este año van unas cuantas con éxito", concluyó.
El narco gallego ni perdona ni olvida. Tampoco sus descendientes. A mediados de septiembre, un hombre apuñaló a otro con arma blanca en el bar de la estación de autobuses de Vilagarcía de Arousa a las nueve de la noche. Trató de alcanzarlo en el cuello pero falló. Podría parecer una pelea fortuita, pero no fue así. Fue un intento de asesinato. Y detrás, toda una historia de venganza que se remonta al 24 de marzo de 1998, en los años más duros del narcotráfico gallego, que lejos de diluirse sigue bien a flote.
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