Mucha uva para pocas botellas: la vendimia gallega acusa la caída del consumo de vino tinto
En la Ribeira Sacra, entre Lugo y Ourense, hay más uva tinta que bodegas que quieran comprarla. Los cosecheros están desesperados porque se malogra su esfuerzo en un oficio duro que da vida y forma a un paisaje único
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La vendimia gallega arrancó mal por la buena cosecha y la caída generalizada del consumo de rosados y tintos en el mundo. Hay más uva negra —mencía, merenzea, brancellao o sousón— de la que las bodegas quieren comprar y los pequeños productores se tiran de los pelos porque se malogra su esfuerzo de meses en un oficio duro. Ocurre, particularmente, en la Denominación de Origen (DO) Ribeira Sacra, un reducto a caballo entre las provincias de Lugo y Ourense en el cruce de los ríos Miño, Sil y Cabe, conocido por sus laderas casi verticales (280 metros de altura sobre el cañón de roca) y su viticultura heroica.
Las grandes bodegas de la zona ya comunicaron a los viticultores locales que este año tampoco comprarán toda su producción de uva. El kilo solía pagarse entre 0,50 y 3 euros. Supone graves pérdidas para explotaciones familiares y pone en riesgo la supervivencia de muchos viñedos que dan forma a un paisaje único y a una riqueza histórica y cultural ligada a la vid, que aspira a ser reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, a propuesta de la Xunta. "Si de esta vendimia queda uva sin recoger, desaparecen explotaciones y eso es incompatible con la candidatura de la Ribeira Sacra", clamó Félix Porto, del sindicato Unión Agrarias.
"La gente está desesperada. Venimos arrastrando este problema desde antes de la pandemia. Hay mucho stock de vino tinto almacenado y no quieren más", explica una de estas pequeñas productoras. El viernes, junto a más de 200 compañeros, se manifestaron en Monforte (Lugo) delante de las oficinas del Consello Regulador de la Ribeira Sacra, convocados por Unións Agrarias y Sindicato Labrego Galego, clamando por más ayudas.
Muchos de estos cosecheros son mujeres mayores con viñedos pequeños de menos de una hectárea. Cuidar del viñedo supone horas de trabajo de alambrar, enramar, sulfatar, luchar contra las plagas y cosechar, una tarea que no entiende de descansos ni festivos.
La Xunta de Galicia anunció 2 millones en ayudas al sector vinícola para 2024
La primera respuesta política al SOS de Ribeira Sacra se activó en el primer Consello de la Xunta a la vuelta de las vacaciones. El presidente gallego, Alfonso Rueda (PP), avanzó una inyección de dos millones de euros en ayudas y subvenciones para este 2024 como un paquete salvavidas en un territorio donde se trabaja "en unas condiciones especiales de costes y dificultades".
Además, habrá otros 500.000 euros para destilaciones de crisis como medida excepcional, solicitada por Galicia y otras comunidades autónomas al Ministerio de Agricultura en abril para gestionar el excedente de uva, además de apostar por la reconversión de algunos viñedos, acciones formativas dentro de la PAC (Política Agraria Común) y la promoción de los vinos gallegos para darles salida en el exterior en mercados todavía sin explorar.
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Para los sindicatos, no es suficiente. Advierten que más allá de las pérdidas económicas, el problema en la Ribeira Sacra tiene una vertiente social y ambiental que pivota sobre una forma de vida que sostiene a toda una comarca. El próximo viernes 13 de septiembre volverán a protestar ante la delegación de la Xunta en Lugo y advierten de que seguirán en la calle hasta que se les compre toda la cosecha a un precio digno "con soluciones a medio y largo plazo".
El tinto, en caída libre mundial
La denominación Ribeira Sacra se autorizó en 1996 y es heredera de una antiquísima tradición que hunde sus raíces en el imperio romano y que medró con los monjes que establecieron sus monasterios en los cañones del río tallando las terrazas para las vides. Se divide en cinco subzonas de las riberas del Miño y el Sil, a Amandi, Chantada o Quiroga, que suman 1.310 hectáreas repartidas entre 20 municipios con 2.134 productores, más de 12.000 fincas y 98 bodegas, de acuerdo a los registros del Ejecutivo gallego.
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La mayoría se han subido al carro del turismo lento y enogastronómico como uno de los puntos fuertes de los vinos de la Ribeira Sacra, que se promociona como "el sabor de un paisaje".
La Federación de Enología cifra en 221 millones de hectolitros el consumo de vino en 2023, con un descenso generalizado en los últimos años —más acusado a raíz de la pandemia— que retrocede a niveles de finales de los 90. La Federación Internacional de la Viña y el Vino también publicó en 2023 un informe de la evolución y la producción del vino por colores y variedades que refleja la caída de tintos frente al alza de los blancos.
Muchas uvas para pocas manos
La vendimia empieza al mismo tiempo en casi todas las denominaciones y la mano de obra escasea. Es un trabajo duro, manual y repetitivo en largas jornadas bajo el sol en terrenos escarpados en el que hay que andar ligero para llenar los cestos.
No hay muchas personas que lo soporten y las bodegas prácticamente se rifan a las cuadrillas. Paradójicamente, son las mujeres mayores, pasados los 50, las temporeras más curtidas y laboriosas. Alguna rechaza hablar para no distraerse de la tarea. No se permiten perder el tiempo.
Llegan desde municipios interiores de Pontevedra y alguna lleva vendimiando desde que aprendió a andar en pequeñas explotaciones familiares que pisaban el vino para autoconsumo. "Es duro, hay que estar afeita (acostumbrada)", explica una de ellas en gallego. "Cada vez es más difícil contratar. No hay jóvenes y a esta zona ya no quiere venir nadie porque es muy duro", explicaba Sindo, un veterano de las vendimias al que los años no le pesan y camino ligero por las vides arriba. Él es la excepción a un oficio sin relevo.
La vendimia gallega arrancó mal por la buena cosecha y la caída generalizada del consumo de rosados y tintos en el mundo. Hay más uva negra —mencía, merenzea, brancellao o sousón— de la que las bodegas quieren comprar y los pequeños productores se tiran de los pelos porque se malogra su esfuerzo de meses en un oficio duro. Ocurre, particularmente, en la Denominación de Origen (DO) Ribeira Sacra, un reducto a caballo entre las provincias de Lugo y Ourense en el cruce de los ríos Miño, Sil y Cabe, conocido por sus laderas casi verticales (280 metros de altura sobre el cañón de roca) y su viticultura heroica.