"Prohibido mariscar de todo": furtivos en bañador y chanclas amenazan la riqueza del litoral gallego
Los bañistas-furtivos han sido legión este verano en las Rías Baixas gallegas, en pleno desborde turístico. Las mariscadoras de Arousa patrullan por parejas para defender su medio de vida
Un puente de dos kilómetros sobre la ría de Arousa permite a los coches llegar desde Vilanova hasta el paraíso de A Illa. Con 36 kilómetros de costa, 11 son de playas y calas. De Cabodeiro a Secada, pasando por el parque natural del Carreirón. Antes de poner un pie en la arena, un cartel amarillo bien grande lo deja claro. "Prohibido mariscar". Del todo. No hay excepciones y es una conducta sancionable con multas de 30 a 150 (leve) y de 151 a 30.000 euros en las infracciones graves (ley 8/2004), de protección y control marítimo-pesquera.
El furtivismo, en todas sus versiones, no es un problema nuevo en las rías gallegas, pero el furtivo de bañador en sus días de playa se ha multiplicado en número este verano y las cofradías han alzado la voz y se han autoorganizado en patrullas de vigilancia para que los turistas no rastrillen las rocas y playas esquilmando percebes y mejillones en formato bebé, las semillas de almeja o los pocos berberechos que van quedando.
Hay furtivos por necesidad, piratas y los playeros de bañador y chanclas
"Hay varios tipos de furtivos: los hay por necesidad económica; los que son auténticos piratas y los que llegan en bañador y chanclas", explica Isabel Maroño, expatrona de la Cofradía de Ferrol. Aparecen con bolsas de plástico, escarban con ahínco y guardan puñados de almejas en los bolsillos del traje de baño, en las copas de los sujetadores o esconden los bivalvos en el cubo de playa de los más pequeños aparentando cierto despiste o desconocimiento.
Hace ya cuatro años que Maricarmen Dios, mariscadora de Arousa, daba la voz de alarma por la cantidad de pies que pisoteaban las zonas sembradas de bivalvos. Entonces, los bañistas no llegaban a todas las calas de A Illa, pero al crecer en número este agosto el problema ya está en todas. El expolio marino ha llegado, incluso, a la venta de caracolas catalogadas como vulnerables, tal y como alertó este agosto la Sociedade Galega de Historia Natural tras detectar la venta de cuernos de mar en un puesto callejero en O Grove (Pontevedra).
Para tratar de atajar el saqueo a las rías, al terminar su jornada de trabajo, las mariscadoras arousanas han organizado cuadrillas de vigilancia por parejas para detectar a los bañistas infractores.
"Nosotras sembramos, limpiamos la playa, tenemos licencia y pagamos impuestos. Y vienen en chanclas a quitarnos el pan delante de las narices", se lamenta una de ellas. No es la primera vez que alguno de los furtivos de bañador se enciende y les replica que “el mar es de todos” y que puede sacar tajada para consumo propio.
"No es que se lleven mucho, pero si multiplicas uno o dos kilos por mucha gente, pues ahí lo tienes; un desastre", replica. Miguel Rodal es guardia rural en la Ría de Vigo. "Uno coge cuatro, otro otras cuatro y van kilos y kilos. Son muchos y no es fácil", denuncia. También los hay que se atreven con nécoras, centollas o pulpos, o cualquiera de los moluscos o crustáceos que habitan las rías gallegas, aunque capturarlos requiere más pericia.
El problema es triple. La mayoría del marisco que los bañistas extraen furtivamente escarbando en la arena no alcanza la talla legal, es peligroso para el consumo —sin control ni guía sanitaria— y pone en riesgo la supervivencia futura de almejas (finas, babosas, japónicas, o coquinas), berberechos o navajas, y el medio de vida de más de 3.500 familias. Los decomisos de marisco o pescado furtivo son constantes a lo largo del año, con más de 1.300 aprehensiones en lo que va de 2024, estima la Guardia Civil. De los 80 kilos de percebe en mayo a los 2.500 kilos de sardinas del jueves que excedían el tope de capturas en Corcubión (A Coruña).
Un problema endémico
Históricamente, el furtivismo ha sido un problema endémico en Galicia porque es una de las vías por las que centenares de personas buscan generar ingresos extra, esquilmando ilegalmente los recursos marisqueros que procesan en depuradoras chapuceras y venden puerta a puerta sin garantías sanitarias.
Ya hace un lustro que la Consellería do Mar del Gobierno gallego había activado una campaña informativa contra el furtivo de bañador con el lema "No seas pirata. A la playa se viene a disfrutar, no a saquear", que era indicativo de un fenómeno creciente y la Guardia Civil desarrolló varios operativos contra la comercialización ilegal de vieiras tóxicas o amnésicas.
El furtivismo ha sido un problema endémico en Galicia porque es una de las vías por las que centenares de personas buscan generar ingresos
El furtivo se las ingenia de mil maneras para bucear con botella y recoger las vieiras de la ría de Ferrol. "Se cogen como margaritas en el campo, ahora ya menos", cuenta uno de aquellos furtivos a El Confidencial. E incluso han llegado a pescar pulpos con lejía, pulverizando chorros tóxicos que obligan al octópodo a salir de su guardia.
En Galicia, son 3.529 las familias que viven directamente del marisqueo a pie de acuerdo a los permisos (Permex) habilitados por la Xunta en diciembre del 2023. La gran mayoría son mujeres (74,61%) de 41 a 67 años (3.070). Se reparten entre 63 cofradías de pescadores y mariscadores, fundamentalmente en Pontevedra (55%) y A Coruña (43,6%) con un exiguo 1% en la Mariña de Lugo. El colectivo más numeroso de mariscadoras se concentra, precisamente, en Arousa, —con 1,544 Permex— que también es una de las más productivas y explotadas (y expoliadas).
La riqueza marisquera de Galicia está seriamente amenazada en varios frentes. Contaminación, dragados, sobreexplotación, furtivismo o el cambio climático (secas o lluvias torrenciales que afectan a la salinidad de las rías) son algunas de las cuestiones que biólogos y cofradías han venido denunciando en las últimas décadas. La prueba está en los datos. La productividad del berberecho ha caído un 77% en la ría de Arousa entre 2002 y 2022, de acuerdo a los registros de la Plataforma en Defensa da Ría da Arousa (PDRA), sostiene Xaquin Rubido, su portavoz. También la producción de almeja babosa cayó de los 700.000 kilos de hace veinte años a poco más de 150.000 en los últimos años. El maná es finito.
Un puente de dos kilómetros sobre la ría de Arousa permite a los coches llegar desde Vilanova hasta el paraíso de A Illa. Con 36 kilómetros de costa, 11 son de playas y calas. De Cabodeiro a Secada, pasando por el parque natural del Carreirón. Antes de poner un pie en la arena, un cartel amarillo bien grande lo deja claro. "Prohibido mariscar". Del todo. No hay excepciones y es una conducta sancionable con multas de 30 a 150 (leve) y de 151 a 30.000 euros en las infracciones graves (ley 8/2004), de protección y control marítimo-pesquera.
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