Encuentra nueve millones de pesetas al restaurar una casa, pero no puede cambiarlos

Toño Piñeiro es un lucense que vive desde hace años en Valencia. Su deseo es volver a su tierra una vez que se jubile, porque a pesar del tiempo que lleva fuera de Galicia, sigue teniendo “morriña”. Por eso, hace algunos años, decidió comprar una casa abandonada y comenzar a restaurarla en las vacaciones, cuando regresa a la provincia de Lugo, sobre todo en verano y Navidad.

La casa está ubicada en la aldea de A Pousada, en el municipio de Sober y muy cerca del famoso Cañón del Sil, un espacio natural de una belleza espectacular. Ahí ya no vive nadie desde hace años, pero Toño sueña con retirarse el día de mañana para disfrutar de esa vivienda que está restaurando con sus propias manos. Lo que no se imaginaba es que la casa le iba a dar unas alegrías inesperadas.

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Desde que Toño comenzó a restaurar la vivienda ha ido encontrando dinero escondido en botes de Nesquik, cree que para que no se estropearan con la humedad. Un total de 9 millones de pesetas, el equivalente a unos 54.000 euros al cambio, que han ido apareciendo poco a poco escondidos en diferentes partes de la casa. La mala noticia es que, desde el año pasado, los billetes de pesetas ya no se pueden cambiar en el Banco de España.

"Seguirán apareciendo más cuartos"

Toño reconoce a El Progreso que se llevó una gran alegría cuando encontró los primeros botes y pudo cambiar ese dinero por euros. Sin embargo, los últimos hallazgos, con 4 millones de pesetas (24.000 euros), ya los hizo fuera de plazo para cambiar pesetas por euros. Pese a todo, está convencido de que encontrará más dinero: "Tengo dudas, pero cada vez que vengo acabo encontrando cuartos. Igual en Navidad, cuando regresemos de Valencia a seguir con la obra, aparecen más".

Pudo cambiar 5 millones (30.000 euros), pero los últimos 4 millones (24.000 €) ya no

Esos últimos billetes aparecidos son todos de 5.000 pesetas y salieron a la circulación en el año 1979: "No sé si tendrán mucha salida de cara a los coleccionistas, porque non son demasiado antiguos". Los que sí pudo cambiar fueron los primeros 5 millones, unos 30.000 euros, que ha empleado totalmente en restaurar la vivienda, que ya estaba abandonada cuando el euro entró en vigor en enero de 2002.

La casa perteneció a Manuel do Xentes, un empleado de una antigua fábrica de cerámica y ladrillos que también se ganaba un dinero extra como tratante de ganado. Manuel murió sin herederos directos y los vecinos más antiguos de la zona que llegaron a tratarlo cuentan una anécdota que ayuda a conocer su historia: el hombre tenía una máquina para sulfatar y la llevó a arreglar: cuando los técnicos la abrieron para ver qué le pasaba descubrieron que estaba llena de billetes… y se los devolvieron.