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Una tragedia marítima en mitad de las aguas de un escenario bélico
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Conflicto diplomático

Una tragedia marítima en mitad de las aguas de un escenario bélico

El Villa de Pitanxo se hundió en el caladero que acogió en 1995 la guerra del fletán, un episodio que situó a España al borde del conflicto armado con Canadá

Foto: Fotografía de dos barcos del Servicio de Guardacostas de Canadá. (EFE/Julio César Rivas)
Fotografía de dos barcos del Servicio de Guardacostas de Canadá. (EFE/Julio César Rivas)

Han pasado más de dos décadas, pero los nombres de Terranova y fletán todavía provocan escalofríos en los veteranos de la pesca gallega y la diplomacia española. Durante semanas, telediarios de todo el mundo los repitieron con insistencia para referirse a un conflicto entre España y Canadá que se dio en llamar la guerra del fletán, y que a punto estuvo de convertirse en una guerra de verdad. Tiros no faltaron: los que descerrajó una patrullera canadiense sobre el Estai, un arrastrero no muy distinto al Vila de Pitanxo que este martes se fue al fondo de las mismas gélidas aguas próximas a la gran isla canadiense, donde llenaba sus bodegas precisamente de fletán.

La especie, el fletán negro, había sido una perfecta desconocida para los consumidores y para las autoridades canadienses durante mucho tiempo. La flota gallega, acostumbrada a conquistar los mares más lejanos, la descubrió poco después de que la independencia de Namibia la obligase en 1990 a buscar alternativas para sus arrastreros. Aquella especie desconocida, similar al lenguado, se convirtió un interesantísimo producto que actualmente se procesa en Vigo para venderse fileteado en el mercado asiático. El pez, también conocido como rodaballo de Groenlandia o de Terranova, es un depredador que se encuentra a profundidades de entre 500 y 1.000 metros. Una especie que, de repente, también llamó la atención de Canadá.

Foto: Pescadores recogiendo redes. (EFE/Marcial Guillén)

La crisis se desató el 9 de marzo de aquel 1995. Ese día, el Estai, con base en Vigo, fue interceptado por la Guardia Costera Canadiense, que comenzó una persecución bajo la acusación de faenar en aguas nacionales de su jurisdicción. El patrón del barco y su armador sostenían que aquellas aguas eran internacionales, pero lo cierto es que la patrullera canadiense ametralló la proa del buque gallego y procedió a su abordaje y al apresamiento de su tripulación, en un acto que tanto España como la Unión Europea consideraron como de piratería. Los 26 marineros españoles fueron trasladados al puerto de San Juan de Terranova, el mismo al que este viernes llegaron los primeros fallecidos del Vila de Pitanxo. Pero en aquella ocasión no había dolor, sino indignación entre la población local, que acudió a recibir a la tripulación gallega con gritos de rechazo.

La Unión Europea amenazó con un boicot a los productos canadienses si los tripulantes no eran liberados inmediatamente

Según las autoridades españolas, Canadá, consciente de la creciente importancia comercial de aquella especie hasta entonces despreciada, había extendido unilateralmente hasta 350 millas las 250 millas de sus aguas jurisdiccionales, una distancia que había entrado en vigor un año antes. Ottawa lo negaba, mientras añadía a la acusación de invadir su zona exclusiva la de utilizar redes de tamaño ilegal. Otros 19 barcos españoles, en su mayoría gallegos, sufrieron la persecución de las autoridades canadienses. La Unión Europea amenazó con un boicot a los productos canadienses si los tripulantes no eran liberados inmediatamente, lo que no ocurriría hasta el 15 de marzo.

Pero el conflicto no quedó ahí. Los tripulantes del Estai regresaban a Galicia, donde fueron recibidos como héroes, mientras Canadá continuaba su asedio con cañones de agua a presión contra otros buques gallegos. Primero el Verdel y el Mayi IV; más tarde el Ana María Gandón y el José Antonio Nores. El conflicto diplomático entre la Unión Europea y Canadá se enconó. La Armada Española envió al patrullero Vigía para proteger a los pesqueros, revelado después por el Serviola y el Centinela, y reforzó la vigilancia con el remolcador Mahón.

Foto: Un barco atracado en el puerto de San Juan de Terranova. (EFE/Julio César Rivas)

El momento de mayor tensión se vivió a mediados de abril, cuando el Gobierno canadiense anunció el embajador español que su armada se aprestaba a detener de nuevo a barcos gallegos mediante el uso de la fuerza, sin descartar el empleo de armas de fuego contra los barcos españoles. A la Unión Europea y al Gobierno de Felipe González no les quedó otra que aceptar las condiciones de Ottawa y el conflicto se detuvo.

Como se sabría más tarde, el ministro de Pesca Brian Tobin había convencido a su Gobierno para que lanzase un ataque militar armado. Lo contó James K. Bartleman, asesor personal del entonces primer ministro canadiense, Jean Chrétien, en su libro 'Roller Coaster' ('Montaña rusa'). Bartleman detalló cómo, antes de optar por el asedio militar a la flota gallega, Tobin lo había calculado todo, incluso el apoyo de Inglaterra e Irlanda en la UE, para convertir el conflicto en un asunto bilateral con España. Tras convencer a Chrétien de que un nuevo arresto en alta mar doblegaría definitivamente a los españoles, Canadá ordenó el 14 de abril el envío a la zona de un destructor escoltado por un helicóptero de combate, un número indeterminado de submarinos y varios cazas. Sus órdenes: apresar a un barco gallego y disparar contra las fragatas españolas si trataban de impedir la maniobra.

Foto: Tareas de búsqueda en la costa de Terranova. (Salvamento Marítimo de Canadá)

Informado por las autoridades canadienses, un diplomático español logró contactar 'in extremis' con Felipe González para comunicarle la declaración de guerra. El presidente español ordenó ceder en las negociaciones y renunciar a las 40.000 toneladas de fletán que exigía Ottawa. La cesión española no frenó a Tobin, que intentó seguir adelante con su plan, pero sí a Chrétien, que tuvo que anular personalmente las órdenes de Tobin al capitán del destructor.

España, que por entonces tenía 40 barcos en la zona y capturaba unas 40.000 toneladas anuales de fletán, pesca ahora apenas 4.000. Pero la pesquería no se ha retirado, y las durísimas aguas de Terranova siguen acogiendo mareas de tres meses en las que los marineros se exponen a la devastadora crudeza de un océano hostil. Allí recogía este martes lo que le correspondía de fletán el Villa de Pitanxo, un nombre que quedará para siempre ligado al lado trágico del mar.

Han pasado más de dos décadas, pero los nombres de Terranova y fletán todavía provocan escalofríos en los veteranos de la pesca gallega y la diplomacia española. Durante semanas, telediarios de todo el mundo los repitieron con insistencia para referirse a un conflicto entre España y Canadá que se dio en llamar la guerra del fletán, y que a punto estuvo de convertirse en una guerra de verdad. Tiros no faltaron: los que descerrajó una patrullera canadiense sobre el Estai, un arrastrero no muy distinto al Vila de Pitanxo que este martes se fue al fondo de las mismas gélidas aguas próximas a la gran isla canadiense, donde llenaba sus bodegas precisamente de fletán.

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