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Las olas de hielo se tragaron al pesquero Villa Pitanxo: "No sé cómo aguantaban ese clima"
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Condiciones muy duras en Canadá

Las olas de hielo se tragaron al pesquero Villa Pitanxo: "No sé cómo aguantaban ese clima"

El oleaje continuo en aquella zona golpea los barcos que trabajan, añadiendo a la problemática del temporal que las olas chocan con un agua a temperaturas bajo cero dejando hielo en el barco

Foto: Tareas de búsqueda en la costa de Terranova. (Salvamento Marítimo de Canadá)
Tareas de búsqueda en la costa de Terranova. (Salvamento Marítimo de Canadá)

El frío extremo, un temporal impredecible y solo un trozo de metal sobre el que unos marineros, que bien podrían ser soldados, enfrentan su trabajo en Terranova (Canadá). “Es uno de los sitios más duros del mundo para trabajar”, define Antonio Soage, que, tras 40 años a sus espaldas en la pesca de altura, recuerda su primera experiencia trabajando en el mar, de ayudante de cocina, allí, en un lugar de suma dureza para ejercer la profesión de marinero. Aunque también reconoce que, “en los últimos años, los barcos se han modernizado y son más seguros”, si no las desgracias allí, y en otros lugares, donde las mareas también son complicadas, serían más habituales que puntuales.

Al Villa de Pitanxo se subieron 24 tripulantes, 16 de ellos españoles, para dirigirse a las aguas de Terranova. Allí trabajan a diario varias embarcaciones. Un desafío para cualquier marinero. La fama de las aguas canadienses es conocida por todo el gremio marítimo. “Mi marido nunca quiso ir a Terranova, ir allí es jugarse la vida”, afirma Maria José, mujer de un experimentado capitán de barco en pesca de altura como es Antonio Cidrás, que actualmente se encuentra trabajando en Namibia. Siempre hay un porcentaje de riesgo cuando un marinero se dirige a Canadá.

"Las olas de entre tres y cuatro metros para ellos es calma. Si no trabajas con temporal, directamente no trabajas"

El marido de Maria José, Antonio Cidrás, desde el puerto de Namibia, reafirma para El Confidencial su reticencia a trabajar a la zona de Terranova, argumentando las conocidas condiciones climáticas: “Allí algunos me decían que era literalmente el infierno”. Cidrás habla también sobre el constante mal tiempo que se vive allí. “Las olas de entre tres y cuatro metros para ellos es calma. Si no trabajas con temporal, directamente no trabajas, allí el tiempo es todo el rato igual”. Sobre el rescate, el capitán afirma que, “allí, en Canadá, los medios de rescate son muy buenos, pero, dadas las circunstancias de la zona, no da tiempo a llegar”. En la embarcación había un total de 16 españoles, algo "que no es habitual", según comenta Antonio Cidrás, ya que suele haber más marineros de otras nacionalidades. Y añadió sobre el trágico hundimiento: “Por mucha experiencia, y muchos cursos, vivir una situación límite, como la que habrán vivido allí, es muy difícil. En esas situaciones, salvarte o no depende de la suerte”.

“Yo, cuando estuve en Terranova, tenía 16 años, estaba empezando en esto, y me subí a aquel barco como ayudante de cocina”, cuenta Antonio Soage. La dureza de trabajar en la cubierta de ese barco aún la recuerda el ahora experimentado capitán en los ojos de aquellos marineros. “Veía a aquella gente sacudiendo las manos, los brazos, muriéndose literalmente de frío, y aguantando las inclemencias del tiempo mientras reparaban una red, o hacían cualquier otro trabajo. Era realmente sobrecogedor”. Soage comenta que recuerda cómo las olas golpeaban el barco, incidiendo en que "el gran peligro de Terranova es que, cuando el oleaje golpea el barco, la temperatura del agua es extremadamente fría, tanto que deja hielo en el barco y dificulta mucho la labor".

El pesquero Villa de Pitanxo y las 24 personas que había en él se dirigían, como tantos otros barcos en aquellas aguas, a la pesca fletán negro. Las inclemencias del tiempo allí son habituales. “Yo únicamente salía a cubierta para llevarles a los marineros café en una cafetera”, rememora Antonio de su experiencia allí. “Asomaba la nariz fuera, a la cubierta, a entregarle la cafetera a esos hombres y ya salía disparado de vuelta para la cocina a meter los pies dentro del horno porque me moría de frío”, narra el veterano capitán pudiendo prácticamente sentir el frío calando en sus huesos cuando salía al exterior del barco en aquel tiempo en Terranova.

Sobre las seis de la madrugada, hora española, del martes 15 de febrero, la embarcación, con sede en Marín (Pontevedra), Villa de Pitanxo se encontró con uno de esos temporales que nunca ningún marinero quiere encontrarse. El fuerte oleaje, la inestabilidad del mar, una temperatura prácticamente inhumana, a muchos grados bajo cero, sumaban factores en una situación que se antojaba temible. La furia del mar complicaba hasta la extenuación la labor de los marineros. Una situación extrema, trágica, cayó del lado del mar, dejando varias víctimas en el naufragio y únicamente tres recatados en un bote salvavidas en estado de 'shock hipotérmico'. Un dolor inmenso para las familias, que pese a ser conscientes del riesgo de la profesión, nunca están preparadas para una triste noticia como la vivida en la madrugada del martes.

“Es una profesión de alto riesgo, siempre estás encima de las aguas del mar en un medio completamente inestable, donde los riesgos conviven contigo día a día y puede pasar cualquier cosa”. Así define Antonio Soage la profesión de marinero después de muchos años en ella, y después de haber estado en lugares como islas Malvinas (Argentina), Namibia, Angola, Mauritania o Marruecos, además del propio Terranova.

Para Antonio, la experiencia en las aguas canadienses, pese a ser su primer trabajo en el mar, fue algo que le marcó. “Yo, sinceramente, de todo corazón, cuando estaba allí veía a aquella gente y no sé cómo aguantan”. Tras su experiencia allí en Terranova, el capitán (en aquel entonces un precoz ayudante de cocina) tomó una de sus primeras decisiones profesionales: “Tras ver aquello, yo me juré que no iría nunca como marinero a Terranova, porque lo que vi sufrir a aquellas personas es inexplicable”.

La dureza de los marineros que trabajan en Terranova

Los marineros que encontró allí Antonio eran personas peculiares, con rasgos diferenciales, gente con carácter y curtidos por la crudeza de aquellas aguas. “Los marineros que yo vi en Terranova eran gente dura como piedras, verdaderos animales en cuanto a fortaleza, rudos, toscos, de muy buen corazón, gente espontánea que, si tenían que decirte algo, te lo decían, y, si tenían que arrearte un sopapo, también te lo arreaban”.

"Yo me encontré a gente entregada a su trabajo en uno de los lugares más duros"

“Allí conocí gente que llevaba toda su puñetera vida en Terranova, toda su puñetera vida… Echándose año tras año 10 u 11 meses trabajando en aquellas aguas. De aquella, lo normal era hacer mareas de cinco o seis meses, ocasionalmente. Aquellos hombres se tiraban unos siete meses al año sin pisar su casa. Yo me encontré a gente entregada a su trabajo en uno de los lugares más duros de todo el mundo”.

El frío extremo, un temporal impredecible y solo un trozo de metal sobre el que unos marineros, que bien podrían ser soldados, enfrentan su trabajo en Terranova (Canadá). “Es uno de los sitios más duros del mundo para trabajar”, define Antonio Soage, que, tras 40 años a sus espaldas en la pesca de altura, recuerda su primera experiencia trabajando en el mar, de ayudante de cocina, allí, en un lugar de suma dureza para ejercer la profesión de marinero. Aunque también reconoce que, “en los últimos años, los barcos se han modernizado y son más seguros”, si no las desgracias allí, y en otros lugares, donde las mareas también son complicadas, serían más habituales que puntuales.

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