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La Xunta estrena la Ciudad de la Cultura de Fraga 400 millones y 22 años después
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El sueño que acabó en pesadilla

La Xunta estrena la Ciudad de la Cultura de Fraga 400 millones y 22 años después

Feijóo opta por un perfil bajo para inaugurar el último de los edificios del complejo diseñado por Peter Eisenman en 1999

Foto: La Ciudad de la Cultura, tras la Catedral de Santiago. (Cidade da Cultura)
La Ciudad de la Cultura, tras la Catedral de Santiago. (Cidade da Cultura)
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Un acto de perfil bajo para el más descomunal de los proyectos. En el monte Gaiás, a un par de kilómetros del centro de Santiago, Alberto Núñez Feijóo cortó este miércoles la cinta del último edificio de la Cidade da Cultura. La sencillez de la inauguración, recogida por la televisión autonómica como última noticia de su principal telediario, revela la incomodidad que todavía provoca una obra que nació como un sueño de Manuel Fraga y derivó en pesadilla. Su creador, el arquitecto estadounidense Peter Eisenman, lo consideró en su día "el proyecto cultural más importante emprendido por cualquier gobierno regional en este siglo". Fraga quería su Guggenheim, pero frente a los 127 millones de euros del museo bilbaíno el complejo gallego se ha disparado hasta casi 400, entre dudas sobre su utilidad y procedimientos.

Cuando en 1999 Eisenman ganó el concurso de ideas para ejecutar la Ciudad de la Cultura, el presupuesto era de apenas 100 millones euros, pero durante estos 22 años se convirtió en un saco sin fondo. "El tiempo pasa y las cosas tienden a subir", se justificaba el fallecido presidente gallego en 2007. Y si el destrozo económico no fue mayor, en parte se debió a que en 2018 —cinco años después de paralizar las obras— el Gobierno de Feijóo tomó la decisión de sustituir el Teatro de la Ópera y el Centro de Arte Internacional por edificios más modestos y de usos variopintos. Para entonces Fraga ya había sido enterrado en Perbes, y los que antes no se atrevieron a decirle que no se veían libres para desmarcarse de su venenoso legado.

Foto: Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela.

La idea de Fraga pasaba por levantar un monumento arquitectónico capaz de tutear a la catedral de Santiago. "El reto consistió en crear un icono contemporáneo como desafío al pasado, al presente y al futuro de un proyecto de este tipo en Galicia, en España y en el mundo", en palabras del propio arquitecto. Eisenman quiso recrear en el Gaiás una nueva cima, una costra pétrea con forma de concha de vieira —el símbolo del peregrino— que recordase a un yacimiento arqueológico dividido por cortes naturales. Quería una acrópolis cultural que invitase a los peregrinos al conocimiento. Los cambios modificaron la fisonomía del complejo​, muy lejos de constituir el hito turístico y cultural que aspiró a ser.

Además de Ópera y Centro de Arte, se iban a levantar una hemeroteca, la Biblioteca de Galicia, un edificio de nuevas tecnologías, otro de servicios centrales y un museo de Historia de Galicia. El presupuesto se multiplicaba, pero Eisenman seguía compartiendo la tranquilidad de Fraga: "No tengo ninguna duda de que será uno de los grandes proyectos de Galicia y de que de ningún modo podría ser considerado nunca como un derroche de dinero. Es una inversión seria en el bienestar de Galicia y en el bienestar de sus generaciones futuras, y a la política no debería permitírsele cambiar esa importante meta de largo alcance".

El Consello de Contas acusaba a la Administración de Fraga de "abdicar de sus responsabilidades en la gestión prudente"

La escalada presupuestaria era un secreto a voces cuando en 2007 intervino el Consello de Contas, que dio a conocer un duro informe —elaborado tres años antes— que evidenciaba desviaciones de plazos de más de media década y sobrecostes de hasta el 500%. El órgano fiscalizador de la comunidad autónoma acusaba a la Administración de Fraga de "abdicar de sus responsabilidades en la gestión prudente y planificada de los fondos públicos". Durante el Gobierno bipartito de socialistas y nacionalistas —2005-2009—, una comisión de investigación puso al descubierto muchas otras irregularidades.

La comisión parlamentaria fue jugosa en revelaciones y rica en anécdotas. El 'conselleiro' de Cultura que impulsó el proyecto, Jesús Pérez Varela, llegó a decir que el coste se disparó porque Eisenman era "un genio, pero un teórico" y que "al medir los edificios, que eran curvos, se encontró con que medían un 60 por ciento más". Otro diputado, también del PP, aseguró que las "irregularidades" a las que se refería el Consello de Contas no eran de tipo contable, sino orográfico, por el peculiar relieve del monte Gaiás.

Foto: Foto de archivo de la fachada de la sede del PP cubierta con los candidatos a las elecciones del 26M de 2019. (EFE)

El arquitecto, que también compareció en el Parlamento, tiró de metáforas para referirse al crecimiento del complejo, que pasó de 60.000 metros cuadrados a 148.000: "Una pareja me encarga una casa y me dice, 'queremos un garaje', y yo les respondo 'pero si no tenéis coche y esto disparará el coste', y ellos me contestan, 'pero lo vamos a tener, y bien pensado, queremos que se puedan aparcar dos'". Eso sí, lo hizo después de comparar su proyecto con el Partenón, la plaza del Campidoglio en Roma, el Escorial, la Residencia Imperial de Viena o el centro Getty de Los Ángeles. En la misma comisión, Fraga también tiró de ejemplos grandiosos, al considerar la Ciudad de la Cultura una de esas obras "muy criticadas" en sus orígenes, como "la Torre Eiffel", que finalmente "son la admiración del mundo". Si se atiende a la repercusión de la inauguración del miércoles, su vaticinio falló estrepitosamente.

En la comisión de investigación se demostró otro de los grandes escándalos que rodearon la Cidade da Cultura, relacionado con el suministro de piedra que debía cubrir todos los edificios. Un año antes de sacar a concurso el abastecimiento, la Xunta de Fraga se la encargó a una cantera propiedad del exalcalde de Ortigueira Antonio Campo, del PP, a la que acabaría adjudicándoselo a pesar de que un informe, encargado por la propia Fundación Cidade da Cultura, alertaba de las "incertidumbres" de las reservas para el revestimiento de todos los edificios del complejo cultural. En efecto, aquella cuarcita que supuestamente enamoró a Eisenman —y que este acabaría reconociendo que le fue impuesta— se agotó, y el Gobierno gallego tuvo que buscar un material que se le pareciera en una lejana cantera de Brasil.

Foto: La Xunta de Galicia no sabe qué hacer con el ‘mausoleo’ de Fraga

Entre otros detalles reveladores que no pasaron de la mera denuncia política —un dictamen aprobado con el voto en contra del PP—, la comisión destapó la colocación como director económico de la Fundación Cidade da Cultura de un cuñado de Mariano Rajoy —hermano de su mujer—, cuya experiencia se limitaba a un año de servicios en una empresa de gestión de residuos. Al entonces poderoso clan de Pontevedra también pertenecía el responsable de la coordinación del concurso internacional que decidió el encargo a Eisenman, Alfredo Díaz Grande, marido de la expresidenta del Parlamento gallego Pilar Rojo. En su comparecencia en la comisión, Grande aseguró carecer de memoria suficiente para explicar su contrato ni sus retribuciones y dejó sin respuesta todas las preguntas al respecto: "Han pasado ocho años y no me acuerdo de más historias".

Todo aquel ruido se apagó poco a poco tras la paralización de las obras de 2013. La última pieza del complejo, el ahora inaugurado Edificio Fontán, será sede del nuevo Consorcio Interuniversitario de Galicia (CISUG) —participado por las tres universidades gallegas—, de la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario de Galicia, del Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC y del futuro Centro de Investigación en Paisajes Culturales. Nada que ver con el boato de grandes museos y teatros de la ópera. La discreción del acto inaugural tampoco guarda proporción alguna con el más ambicioso de los proyectos emprendidos nunca por la Xunta.

Un acto de perfil bajo para el más descomunal de los proyectos. En el monte Gaiás, a un par de kilómetros del centro de Santiago, Alberto Núñez Feijóo cortó este miércoles la cinta del último edificio de la Cidade da Cultura. La sencillez de la inauguración, recogida por la televisión autonómica como última noticia de su principal telediario, revela la incomodidad que todavía provoca una obra que nació como un sueño de Manuel Fraga y derivó en pesadilla. Su creador, el arquitecto estadounidense Peter Eisenman, lo consideró en su día "el proyecto cultural más importante emprendido por cualquier gobierno regional en este siglo". Fraga quería su Guggenheim, pero frente a los 127 millones de euros del museo bilbaíno el complejo gallego se ha disparado hasta casi 400, entre dudas sobre su utilidad y procedimientos.

Manuel Fraga Alberto Núñez Feijóo
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