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El asesinato de Déborah Fernández, un enigma que regresa 18 años después
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Sus familiares se muestran esperanzados

El asesinato de Déborah Fernández, un enigma que regresa 18 años después

El padre de la joven desaparecida y hallada muerta en 2002 declara ante el juez tras la reapertura del caso el pasado noviembre

Foto: José Carlos Fernández-Cervera y Rosa Neira, padres de Déborah Fernández, llegan a los juzgados, este jueves, en Tui, Pontevedra. (EFE)
José Carlos Fernández-Cervera y Rosa Neira, padres de Déborah Fernández, llegan a los juzgados, este jueves, en Tui, Pontevedra. (EFE)

Déborah Fernández tendría ahora casi 40 años, pero era una muchacha de apenas 21 cuando salió a correr por la playa viguesa de Samil el 30 de abril de 2002, la última vez que se la vio con vida. Apareció 10 días después entre unos matorrales a 40 kilómetros de su casa. Lo que ocurrió en ese intervalo de tiempo y espacio sigue siendo un misterio 18 años después, pero un misterio un poco más próximo a ser aclarado. La perseverancia de la familia ha permitido la reapertura del caso. Su padre, José Carlos Fernández, declaró este jueves ante la juez por primera vez. “Hay muchas cosas que explicar”, relató esperanzado a los periodistas que lo esperaban a la salida del juzgado.

Por explicar está casi todo en un caso que fue mediático en su día, uno de los más complejos a los que ha tenido que hacer frente la Policía en Galicia, pero que acabó diluyéndose por falta de pruebas. La autopsia no descartó la posibilidad de una muerte súbita, pero entonces, ¿por qué apareció su cuerpo a tanta distancia? Fue en una cuneta de O Rosal, en una zona rural, cerca de la frontera portuguesa. Allí, una vecina halló el cadáver cubierto por unas ramas, en un escenario que a los investigadores les pareció totalmente ficticio, un montaje repleto de pistas falsas para generar confusión. Dejaron el cuerpo con “mimo”, a modo de “posado”, aseguró el comisario que estuvo al frente de la investigación.

El padre de Déborah, esperanzado con que se aclare la muerte de su hija

La causa judicial se archivó en 2010, pero la familia de la joven nunca arrojó la toalla. Reunió más de 230.000 firmas de apoyo y desarrolló una campaña para adelantarse a la prescripción del delito en 2022, lo que derivó en el envío de un nuevo equipo policial de la UDEV. Fue así cómo, el pasado 7 de noviembre, la titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Tui acordaba la reapertura del caso. Rechazó la jueza diferentes pruebas propuestas por la familia, pero dio su aprobación a la declaración de, hasta el momento, 15 nuevos testigos, en su mayoría próximos al eterno sospechoso: el exnovio de Déborah. También llamó a declarar al padre de la víctima, que no había comparecido hasta la fecha ante la Justicia. Otra aparente incongruencia de una muerte que ha pasado por cuatro jueces y no exenta de “despistes” y avatares de la instrucción.

Antes del cierre provisional del caso, cuatro equipos policiales, uno detrás de otro, participaron en la investigación de la misteriosa suerte de Déborah. Todo era tan desconcertante como la artificiosa disposición del cadáver, incluida la aparición de restos de semen, también considerada una falsa prueba, como tratando de reforzar el móvil sexual. Junto al cadáver apareció un preservativo usado al lado de su funda y un pañuelo de papel. El rastro genético del esperma parecía una pista definitiva, pero las múltiples prueba realizadas, a las que se sometió obviamente al principal sospechoso, fueron todas negativas, sin coincidencias. Los investigadores concluyeron que el responsable del crimen –presunto crimen, a día de hoy– introdujo el semen en el cuerpo de la joven de forma artificial.

Foto: El Chicle es trasladado por la Guardia Civil a los juzgados de Ribeira (A Coruña) el pasado 4 de enero. (EFE)

La muerte de Déborah no fue inmediata: falleció entre seis y nueve días antes de ser encontrada, y es lo más probable para los investigadores que su cadáver se mantuviera la mayor parte de ese período en un lugar frío y oscuro, como un sótano o un arcón. Las pruebas forenses demostraron que falleció vestida y que así siguió entre 12 y 17 horas. Su cuerpo fue lavado. No existe otra teoría que explique la desaparición de los rastros de cera de la depilación que se había practicado el mismo día que desapareció.

Tan enigmática como la evidente voluntad de crear pistas falsas resulta para la investigación la causa del fallecimiento. Los abogados de la familia han descartado en todo momento la muerte súbita que los forenses apuntaron como posible. ¿Si no había nada que ocultar, cómo explicar que quien quiera que estuviera con ella no avisase a una ambulancia?, se preguntan los allegados de Déborah. El propio informe de la necropsia admite que la opción es remota. Cobra más fuerza una segunda posibilidad: la muerte violenta por sofocación. Pero los especialistas que inspeccionaron el cadáver no encontraron fracturas ni señales típicas de estrangulación. La familia apunta la teoría de que la sofocación se produjese “por oclusión de orificios respiratorios” con un objeto blando.

placeholder Concentración-concierto organizado por la familia de Déborah Fernández. (EFE)
Concentración-concierto organizado por la familia de Déborah Fernández. (EFE)

La campaña de la familia, desarrollada bajo el lema 'Justicia para Déborah', condujo a una persona que asegura haber visto a la chica en un lugar y a una hora que desmotan la reconstrucción de los hechos que los investigadores daban por buenos, y que constituía la gran coartada del considerado sospechoso. Cuando la causa se archivó en 2010, el auto judicial estimaba “incuestionable” que el exnovio incurría en “numerosas contradicciones” en sus declaraciones, pero la ausencia de pruebas objetivas o biológicas jugaron a su favor. La investigación se centra ahora en las 24 horas previas a la desaparición de la joven viguesa, lo que permitirá contrastar el testimonio de quien centra todas las sospechas.

Déborah y su exnovio habían roto su relación cinco meses antes de la desaparición, aunque seguían en contacto. Él siempre negó que se hubieran visto ese fatídico 30 de abril, en el que sí admitió –aunque tras negarlo inicialmente– una breve conversación telefónica mientras ella estaba en la peluquería donde se depiló. Según la Policía, sus testimonios resultaron “confusos y contradictorios”, cuando no “chocaban frontalmente” con los de otras personas implicadas en la investigación, según figura en el atestado de las investigaciones que se desarrollaron entre 2009 y 2020.

Una persona asegura haber visto a la chica en un lugar y hora que desmotan la reconstrucción de los hechos que los investigadores daban por buenos

La reconstrucción del recorrido que hizo Déborah a pie y el que el sospechoso debería haber realizado en coche apunta como más que posible que coincidiesen en algún punto de sus trayectorias. Pero el exnovio asegura que ese día tomó un camino distinto porque se olvidó el reloj en su casa, lo que le hizo llegar unos 10 minutos tarde a su cita, un partido de fútbol en el Club de Campo. Tras hacer deporte, añadió, y antes de volver al mismo club para una cena, fue a ducharse a casa. Es en ese intervalo en el que los policías hallaron contradicciones con el testimonio de otros testigos.

Del cariz que toma ahora la investigación judicial poco ha trascendido. La familia espera que el carrusel de declaraciones ante la juez desemboque en una detención, la primera tras la desaparición y posterior hallazgo del cuerpo de la joven. El perfil de los citados en el juzgado parece poner a prueba la coartada del principal sospechoso, pero ni siquiera esto es seguro en un caso preñado de interrogantes. Los familiares de la joven se muestran por primera vez esperanzados. “He contestado a todo y ahora esperamos a las instrucciones de nuestros abogados. Habrá que esperar a que declare todo el mundo para ver de qué hilo tirar”, afirmó el padre de Déborah. “Por lo que se ha visto, para la policía las vivencias de nuestros padres y familia no son relevantes, pero por suerte para el juzgado ahora parece que sí lo son”, celebró la hermana de la fallecida.

Déborah Fernández tendría ahora casi 40 años, pero era una muchacha de apenas 21 cuando salió a correr por la playa viguesa de Samil el 30 de abril de 2002, la última vez que se la vio con vida. Apareció 10 días después entre unos matorrales a 40 kilómetros de su casa. Lo que ocurrió en ese intervalo de tiempo y espacio sigue siendo un misterio 18 años después, pero un misterio un poco más próximo a ser aclarado. La perseverancia de la familia ha permitido la reapertura del caso. Su padre, José Carlos Fernández, declaró este jueves ante la juez por primera vez. “Hay muchas cosas que explicar”, relató esperanzado a los periodistas que lo esperaban a la salida del juzgado.

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