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La inexistente trama que incendia Galicia: quema incontrolada, sequía, eucaliptos...
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las causas son más prosaicas

La inexistente trama que incendia Galicia: quema incontrolada, sequía, eucaliptos...

Los estudios sobre anteriores catástrofes incendiarias en Galicia descartan la existencia de ataques organizados y apuntan a la imprudencia como causa principal

Foto: Ilustración: Raúl Arias.
Ilustración: Raúl Arias.

Si, como sostiene la prensa gallega de este lunes prácticamente con unanimidad, la oleada de incendios es terrorismo, ¿quién lo practica?, ¿con qué beneficios? Esas son las preguntas que desde hace cuatro décadas se hacen expertos en materia forestal y políticos de todo signo, sin que en ningún caso las respuestas apunten a la existencia de tramas organizadas. La catástrofe de este fin de semana en Galicia ha vuelto a poner encima de la mesa la presunta existencia de organizaciones criminales interesadas en quemar el monte. Los estudios existentes apuntan en cambio a razones más prosaicas, más relacionadas con la imprudencia que con la conspiración. La sequía —o el cambio climático— y el abandono del monte harían el resto.

La situación que estos días vive Galicia tiene su referente más cercano en la brutal oleada de incendios de agosto de 2006, en la que ardieron más de 85.000 hectáreas y fallecieron cuatro personas. Buena parte de la información disponible se remonta a aquella catástrofe, como el informe presentado en 2007 por la Fiscalía y que resumió en muy pocas palabras el entonces fiscal jefe del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG), Carlos Varela García: “No hay tramas organizadas tras los incendios forestales que se registraron el año pasado en Galicia”.

El estudio, realizado con la colaboración de psicólogos de la Unidad Técnica de Policía Judicial (UTPJ) y un equipo de investigación científica, contenía datos reveladores: el 94,2% de los detenidos como autores de un incendio forestal actuaron sin cómplices y el 92,8% lo hicieron sin coautores. En ningún caso se detectó que actuasen en grupo, lo que descartaba las tramas organizadas de las que tanto se habló aquel fatídico verano, en el que solo entre los días 4 y 15 de agosto llegaron a declararse 1.900 fuegos.

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Pero había más cifras significativas en el informe. Frente a las estadísticas oficiales que situaban la intencionalidad de los incendios en Galicia en un 84,7% (frente al 33% de la media estatal), la cifra disminuía en Galicia en 2006 hasta el 60%, de acuerdo con las indagaciones y las pruebas físicas obtenidas por los expertos de la Guardia Civil. Así, el 38% de los fuegos tuvo su origen en prácticas tradicionales inadecuadas, como la eliminación de matorral, de residuos agrícolas, regeneración de pastos, o incluso en la forma de ahuyentar a los animales salvajes. Y casi la mitad de los incendios, el 48,77%, respondió a motivaciones desconocidas. Solo el 7% de los incendios fueron provocados por pirómanos.

Imprudentes, incendiarios y pirómanos

Otro estudio de la época, el titulado 'Los incendios forestales en Galicia y su investigación', elaborado por la Guardia Civil, analizó los 530 imputados y detenidos en el periodo 1998-2005, lo que permitió describir una tipología genérica del autor de incendios. Y no: no se determinó la existencia de activistas de ninguna organización secreta, sino tres categorías tan simples como tradicionales: imprudentes, incendiarios y pirómanos.

Sus autores, Jesús M. Ponte y Carlos Bandín, definían al imprudente como un varón de más de 50 años, con nivel de estudios medio-bajo, frecuentemente agricultor o ganadero. “Tiene poca conciencia ambiental y de los efectos negativos del fuego en particular, ya que no percibe el medio ambiente como fuente de riqueza, y usa el fuego como herramienta, pero lo hace de forma indisciplinada”. El incendiario suele ser un hombre entre 35-50 años, con domicilio en el lugar del incendio o en zonas próximas y con un grado cultural bajo, sin cualificación profesional. “Ocasionalmente [presenta] cierto trastorno psicológico, leve retraso y/o adicción (alcohol la más frecuente)”. El pirómano, por último, es un varón de 40-45 años que, “a partir de un momento concreto de su vida, siente un placer extremo al contemplar un fuego, por lo que reproducirá esa misma sensación en momentos posteriores, generalmente en el mismo término de residencia o zonas limítrofes”.

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“Como conclusión, se podría indicar como perfil-tipo de las personas identificadas como presuntos autores de incendios en Galicia a varones (89,05%), de nacionalidad española, de edad variable, bajo nivel cultural, sin cualificación profesional, vecinos de la localidad o localidad próxima al lugar de comisión, que actúan en solitario o bien no se ha podido demostrar que actuaran en connivencia con otros”, señalan Ponte y Bandín.

¿Entonces, cuáles son las causas?

Entonces, si no existen tramas, ¿por qué arde el monte más que nunca? Los técnicos de la Guardia Civil elaboraron un diagnóstico somero para identificar las causas socioeconómicas que intensificaron los incendios forestales en las últimas décadas. Las principales fueron el abandono de las tierras agrarias, las políticas económicas que incentivan ese abandono y su posterior reforestación con el objetivo de reducir los excedentes agrícolas, el mantenimiento de prácticas tradicionales de quemas agrícolas y de pastos, conflictos de caza, en el sector de la madera, aumento de la urbanización del territorio y venganzas entre vecinos. A modo de conclusión, el estudio proponía avanzar en la identificación de las causas, mantener el potencial de extinción y fomentar las actuaciones preventivas, con un especial énfasis en la selvicultura.

Para los ecologistas, el eucalipto

En opinión de los ecologistas, el uso del monte y su “eucaliptización” son la clave de los incendios. “Las causas estructurales están ya suficientemente diagnosticadas desde hace años”, sostiene la organización Adega, que cita las siguientes: “Nula prevención, recortes, más superficie de pirófitas, menos franjas de protección, forestación de tierras agrarias, cultivos energéticos, privatización encubierta de las comunidades de montes, uso del fuego como herramienta…”. Esta y otras organizaciones ambientalistas denuncian principalmente la existencia de un modelo forestal “basado en los monocultivos de pirófitas” como el eucalipto, y apuntan a ENCE, con su factoría de Pontevedra, como la promotora de este tipo de bosque.

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ENCE afirma que de toda la superficie que arde en Galicia, solo el 8% corresponde a eucalipto. Los ecologistas discrepan, y aseguran que la incidencia del fuego en los eucaliptillos “es 3,55 veces mayor que en el bosque autóctono”. Basan este cálculo en el 'Informe sobre los incendios forestales en 2001-2011', publicado por el Ministerio de Medio Ambiente en 2012.

Y la sequía...

Otro de los frentes abiertos a la hora de buscar explicaciones a lo sucedido en Galicia está relacionado con la climatología, ya que los incendios llegaron este fin de semana con temperaturas máximas de hasta 35 grados en pleno octubre y en medio de la mayor sequía de la que se tiene conocimiento en tierras gallegas. El temido cambio climático. Ya lo reseñaba el informe realizado por la Fiscalía en 2007: el 41% de los incendios declarados el año anterior se registraron fuera de la época estival, un dato que, en el plano de la política, es interpretado por la oposición como un aviso de la necesidad de cambiar los periodos de alerta.

Aparecen así los incendios fuera de temporada, lo que provocó que la última oleada se produjera en Galicia solo 15 días después de que la Xunta se desprendiera de 465 brigadistas que acababan sus contratos, entre las críticas de los sindicatos. Hace una semana, el presidente, Alberto Núñez Feijóo, les replicó que el riesgo, pese a ser alto, había bajado “de forma evidente”. Unos días después, la catástrofe se desataba. Ahora, la oposición le reprocha la falta de previsión y la escasez de medios.

Si, como sostiene la prensa gallega de este lunes prácticamente con unanimidad, la oleada de incendios es terrorismo, ¿quién lo practica?, ¿con qué beneficios? Esas son las preguntas que desde hace cuatro décadas se hacen expertos en materia forestal y políticos de todo signo, sin que en ningún caso las respuestas apunten a la existencia de tramas organizadas. La catástrofe de este fin de semana en Galicia ha vuelto a poner encima de la mesa la presunta existencia de organizaciones criminales interesadas en quemar el monte. Los estudios existentes apuntan en cambio a razones más prosaicas, más relacionadas con la imprudencia que con la conspiración. La sequía —o el cambio climático— y el abandono del monte harían el resto.

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