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Milagro conservador en la Baviera de Fraga: sumar 26 años de gobierno en tres décadas
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Milagro conservador en la Baviera de Fraga: sumar 26 años de gobierno en tres décadas

El fundador del PP lo verbalizó: quería convertir su tierra en un "paraíso" conservador y desarrollado a imagen de lo hecho por su admirado Franz Joseph Strauss

Foto: Busto de Manuel Fraga, fundador del Partido Popular, en su villa natal de Villalba, Lugo. (EFE)
Busto de Manuel Fraga, fundador del Partido Popular, en su villa natal de Villalba, Lugo. (EFE)

Cuando Manuel Fraga perdió de forma inesperada las elecciones autonómicas de 2005, el sueño del viejo patrón de convertir a Galicia en la Baviera conservadora de España parecía haberse esfumado definitivamente. Mucho más cuando, después de casi cuatro años de gobierno bipartito, su presidente, el socialista Emilio Pérez Touriño, presumía de la trayectoria electoral de su partido y convocaba unas elecciones que se suponía que iba a ganar de calle. Pero emergió todavía más repentinamente Alberto Núñez Feijóo y aquellos tres años y nueve meses han quedado reducidos a un pequeño paréntesis en un período de dimensiones históricas dominado por el PP.

Si Feijóo revalida su mayoría absoluta, en 2020 se cumplirán 26 años de dominio del Partido Popular a lo largo de tres décadas, contra viento y marea de los distintos ciclos por los que ha pasado la política nacional. Pero el dominio conservador de Galicia no se inició con Fraga, sino que se mantiene desde las primeras elecciones autonómicas celebradas en 1981. Ya sea como Alianza Popular, como Coalición Popular o como PP, ahora con mayorías absolutas o antes aliado con otras formaciones conservadoras, a la derecha solo dejaron de salirle las cuentas para gobernar en 2005, por más que en 1987 una moción de censura permitiera al PSOE encabezar un tripartito que duró apenas dos años.

Ya sea como Alianza Popular, como Coalición Popular o como PP, a la derecha solo dejaron de salirle las cuentas para gobernar en 2005

Lo de la Baviera gallega fue un sueño que verbalizó Manuel Fraga a mediados de los ochenta cuando, como líder de la oposición y antes de desembarcar definitivamente en Galicia, arropaba al presidente de la Xunta Gerardo González Albor, de Alianza Popular. De él dijo: “Es el mejor, y con nuestra ayuda conseguirá que Galicia se convierta en una Dinamarca o en una Baviera española por su riqueza y desarrollo”. Hablaba de un proyecto de región industrializada y económicamente próspera, pero implícitamente lo hacía también de una Galicia conservadora y con un punto regionalista que entonces chirriaba en su partido. Fue ese regionalismo tan particular el que le llevó a acuñar el término “autoidentificación”, en contraposición con la “autodeterminación” de la que se hablaba en Cataluña o el País Vasco.

Un hito con escasos precedentes

Pero para la historia ha quedado el concepto de Baviera española para referirse al dominio conservador en Galicia, y ese es el reto al que hará frente Feijóo el 25 de septiembre. Una mayoría absoluta significaría, de agotar la legislatura, cuatro décadas de control del Parlamento gallego por la derecha, un hito con escasísimos precedentes en una asamblea legislativa. Pero el aspirante a la reelección afronta también el riesgo de malgastar ese enorme caudal de votos, un apoyo electoral que para el PP tiene su suelo en el 44,20% de los sufragios obtenidos en 1989, las primeras de Fraga. Como no se le escapa a los estrategas del PP, con un porcentaje mayor (45,81%), Fraga perdió la Xunta en 2005.

Antes de estrenar en ese 1989 las siglas del PP, los antecedentes del partido que fundó Fraga se movían entre el 30% y el 40% de los apoyos en Galicia, pero contaba con formaciones con las que pactar, como UCD o Coalición Galega, que hacían subir el porcentaje del voto conservador con representación parlamentaria hasta casi el 50% del electorado. En 1981 y 1985, y con Albor de candidato, los populares obtuvieron el 30,52% y el 40,4% de los votos, primero como AP y después como Coalición Popular. Les bastó el apoyo de UCD en las primeras autonómicas gallegas y de Coalición Galega cuatro años más tarde para formar gobiernos respaldados por más de la mitad de los diputados y de los votantes.

El PP tiene su suelo electoral en el 44,20% de los votos en 1989. Como no se les escapa a los estrategas del PP, con un 45,81%, Fraga perdió la Xunta en 2005

En 1989 se consumó el esperado desembarco de Fraga en Galicia, el que lo alejaba definitivamente de su eterno papel de líder de la oposición, al tiempo que lo acercaba a la Baviera de su admirado Franz Joseph Strauss. “No es nada peyorativo ser presidente de una región autónoma. Chirac lo es en Francia y mi amigo Strauss empezó en la política federal y fue después cuando se volcó en Baviera”, se justificó. Pese a conseguir más del 44% de los apoyos, el fundador del PP se convirtió en presidente por los pelos, con 38 de los 75 diputados.

Durante los años noventa logró otras tres mayorías absolutas incontestables, sin bajar nunca del 52% de los sufragios y con hasta 43 diputados, pero entonces se hundió el Prestige. Las elecciones municipales de 2003, en las que el PP triunfó en los ayuntamientos más castigados por la marea negra, parecían certificar que el desastre estaba políticamente amortizado, pero fue una ilusión óptica. Y en las autonómicas de 2005, el partido de Fraga bajaba a un 45,81% que le mandarían a la oposición.

Touriño dio por muerto el sueño de Fraga

Su sustituto fue Emilio Pérez Touriño, que sumó a los 25 diputados del PSdeG los 13 del Bloque Nacionalista Galego para encabezar un Gobierno bipartito. Con Fraga definitivamente jubilado, parecía abrirse una etapa que compitiera en duración con la anterior. La única duda que parecía preocupar a los socios era cuál de las dos fuerzas encabezaría el Ejecutivo en la siguiente legislatura. Fue en esos días, a principios de 2008, cuando Touriño declaraba en una entrevista: “El sueño de Fraga de convertir a Galicia en una Baviera conservadora se ha esfumado”. Y lo explicaba así: “Nuestro tejido social goza de más vitalidad que nunca. Esa transformación social y económica de Galicia tiene también su plasmación electoral cuando se comprueba que el PSOE ha duplicado sus votos en los últimos ocho años”.

Fue el preludio de la catástrofe electoral de socialistas y nacionalista de 2009, las primeras que ganó un Alberto Núñez Feijóo por el que muy pocos apostaban, pero que logró subir dos puntos y medio el porcentaje de apoyos que había sumado Manuel Fraga en las anteriores autonómicas. Y en octubre de 2012, en condiciones todavía peores, con un Mariano Rajoy ya desgastado pese a su corta trayectoria en La Moncloa, Feijóo revalidaba e incluso ampliaba su mayoría absoluta.

Todos los analistas coinciden en que el Partido Popular, que hace solo unos meses parecía sin opciones, ha recuperado el papel de favorito, ayudado sobre todo por una oposición enredada en sus propios problemas. Pero también en que, partiendo de un 45,80%, una simple caída de un punto porcentual puede mandar a Feijóo a la oposición de forma tan inesperada como le ocurrió a Manuel Fraga una década atrás. En sus manos está prolongar el sueño de la Baviera conservadora que tanto anhelaba al fundador de su partido.

Cuando Manuel Fraga perdió de forma inesperada las elecciones autonómicas de 2005, el sueño del viejo patrón de convertir a Galicia en la Baviera conservadora de España parecía haberse esfumado definitivamente. Mucho más cuando, después de casi cuatro años de gobierno bipartito, su presidente, el socialista Emilio Pérez Touriño, presumía de la trayectoria electoral de su partido y convocaba unas elecciones que se suponía que iba a ganar de calle. Pero emergió todavía más repentinamente Alberto Núñez Feijóo y aquellos tres años y nueve meses han quedado reducidos a un pequeño paréntesis en un período de dimensiones históricas dominado por el PP.

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