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Habitáculos "lamentables", discapacitados... Así esclavizaban a indigentes en A Coruña
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35 años de cárcel

Habitáculos "lamentables", discapacitados... Así esclavizaban a indigentes en A Coruña

Dos matrimonios de nacionalidad portuguesa aterrorizaban a disminuidos físicos o psíquicos para someterlos a su servicio, trabajando para ellos, y quitarles su pensión

Foto: Fotografía de archivo de dos de los detenidos. (EFE)
Fotografía de archivo de dos de los detenidos. (EFE)

Escogían a sus víctimas entre los mendigos de A Coruña, siempre personas con graves limitaciones físicas y psíquicas. Por la fuerza o con el señuelo de un empleo que nunca llegaba a contratarse, se convertían automáticamente en una especie de esclavos de Joaquín D. A. do N. y André D. A., con la complicidad de sus mujeres, María Sandra D. N. y Sandra D. A. Los sometían a tratos degradantes, alojados en “habitáculos lamentables”, para obligarles por la fuerza a realizar trabajos no remunerados en su propio beneficio. La Audiencia provincial de A Coruña los ha condenado a penas de hasta 35 años de cárcel, por la comisión de delitos de trata de seres humanos, tratos degradantes, hurto, tenencia ilícita de armas y lesiones.

La sentencia detalla el brutal régimen de terror al que Joaquín y André, ambos de nacionalidad portuguesa, sometieron al menos a cuatro personas, quizás otras dos, aunque el tribunal no ha podido considerar probado que hubiera esas dos víctimas más. Entre 2010 y principios de 2015, cuando una intervención policial puso fin a ello, ambos procedieron a “buscar personas desvalidas, por circunstancias económicas o por padecer problemas de salud o enfermedad mental”.

El verdadero propósito era el de “tener a su exclusiva disposición a estas personas”, para lucrarse con las pensiones o ayudas de las que fueran beneficiarios

Inicialmente, convencían a sus víctimas para que colaboraran con ellos, en condiciones que nunca llegaban a precisar, en labores como la limpieza y construcción de sus viviendas o relacionadas con las atracciones de ferias que gestionaban. Pero el verdadero propósito no era ese, sino el de “tener a su exclusiva disposición a estas personas”, no solo para realizar para ellos esas tareas sin remuneración a cambio, “sino también para lucrarse en su propio beneficio” con las pensiones o ayudas sociales de las que fueran beneficiarios, “generando para ello un ambiente de agresividad tanto física como verbal y de hostigamiento, con unas condiciones de vida absolutamente precarias y carentes de la más mínima dignidad”.

Dormir en cajas de camión o contenedores

Algunos de los indigentes tenían que dormir en cajas de camiones, galpones o contenedores, “sin acceso a un cuarto de baño y sin agua caliente para su aseo personal”. Pero por medio de métodos violentos, conseguían “doblegar la voluntad de estas personas, generando en ellas una situación de miedo que les impedía no solo negarse a realizar las tareas que les encomendaban, sino también tomar la decisión de marcharse, ante el temor a las represalias que podían sufrir”.

Una de sus primeras víctimas, llamada José, presenta un grado de minusvalía del 67%, con diagnóstico de esquizofrenia paranoide, por lo que fue declarado incapaz judicialmente en mayo de 2013. Joaquín le obligó, según la sentencia, a trabajar en su casa, en las ferias o en la recogida de cartones, “sin recibir a cambio ninguna remuneración”. Incluso le llegó a golpear “para mantener su situación de dominio” y evitar su fuga. Tras un breve paso por un alojamiento provisional, André y Joaquín volvieron a por él para forzarle a una situación similar a la anterior, en la que también ejerció la mendicidad para entregar a sus 'amos' casi la totalidad de lo recaudado. Ambos acusados se quedaban a partir de 2014 con la pensión de más de 400 euros que cobraba José.

Incluso le llegó a golpear “para mantener su situación de dominio” y evitar su fuga

Otra víctima, Héctor D. M. V., padecía diversas patologías físicas y psíquicas derivadas de un accidente laboral, entre ellas, atrofia cerebral encefalomalacia frontotemporal, epilepsia focal sintomática, síndrome orgánico de la personalidad, demencia postraumática y dependencia a sustancias psicoactivas. Todo ello derivaba en una “dificultad para secuenciar los actos propios más elaborados, y una cierta limitación para regular las emociones, controlar su comportamiento y equilibrar sus motivaciones”. Era “altamente influenciable y fácilmente convencible”. Una presa perfecta para Joaquín y André, que lo golpearon cuando trató de escaparse del remolque en el que era obligado a dormir, mientras colaboraba sin remuneración en las ferias a las que acudían los acusados.

Ramón, enfermo de párkinson, con una “discreta merma en las capacidades de atención y concentración, con límites en la elaboración de análisis”, también recibió una falsa oferta de trabajo. Nada más caer en las garras de Joaquín y André, fue agredido. Le retiraron su cartilla de ahorros y un reloj que portaba, y a partir de ese momento fue forzado a trabajar y colaborar en diversas tareas sin recibir dinero a cambio. Joaquín le obligaba a "llamarle papá". Sufrió malos tratos “tanto físicos como verbales”. Cuando en al menos dos ocasiones trató de huir, fue agredido y se le mostró una pistola, que dispararon para amedrentarle. Sus condiciones de vida eran “penosas”: carecía de cuarto de baño y de agua caliente, y pernoctaba en la caja de un camión en la que a menudo se le encerraba. En una de sus frustradas fugas, Sandra, la mujer de Joaquín, lo golpeó tras darle alcance y se dirigió a él con el calificativo de “perro”.

Rodeado de perros para quedarse con su pensión

Plácido, última de las víctimas, lo agarraron por la noche entre los dos acusados por el saco en el que dormía en una calle de A Coruña y lo trasladaron en un coche hasta el municipio de Culleredo, donde lo despojaron de sus ropas y lo golpearon mientras lo duchaban con una manguera. Fue obligado a dormir en un camión y entre perros en una sala de herramientas en la que solo había una silla, realizaba por el día labores como el acarreamiento de leña y escombros, como era costumbre, a cambio de nada. Además de carecer en ese momento de recursos económicos, Plácido tenía limitaciones físicas, como una cojera y una sordera importantes, pero fue al tratar de apoderarse de la pensión que la víctima estaba tramitando cuando se puso en marcha la operación policial que lo liberó y destapó la trama.

Le quitaron su cartilla de ahorros y un reloj, y a partir de ese momento fue forzado a trabajar y colaborar en diversas tareas sin recibir dinero a cambio

La Audiencia provincial considera acreditada en su sentencia la comisión de los delitos reflejados en el relato realizado por el juzgado que instruyó el caso. Así, concluye que Joaquín y André “decidieron poner en práctica un plan que consistía en ganarse la confianza de personas en situación de riesgo de exclusión social, y que además presentaban limitaciones, bien físicas, bien psíquicas”. Su verdadera finalidad consistía en “obligarlos a trabajar para ellos sin abonarles remuneración alguna, alojándolos en habitáculos en condiciones higiénicas lamentables, persiguiendo además quedarse en su propio beneficio con las pensiones o ayudas públicas que esas personas percibían o pudieran llegar a percibir, maltratándolos no solo física, sino también psicológicamente, para así imponer su voluntad”.

“El ambiente de hostigamiento a que estaban sometidas estas personas era tal que les impedía tomar decisiones por sí mismas, manteniéndose en esta situación de sometimiento a los acusados, pese a que en su fuero interno deseaban poder ponerle fin”, relata la sentencia. Solo Plácido rechazó ese consentimiento, con lo que se pudo poner en marcha la investigación policial.

Joaquín y André han sido condenados a 36 años y a 35 y seis meses de prisión, respectivamente. En ambos casos se les considera culpables de cuatro delitos de trata de seres humanos y otros cuatro de imposición de tratos degradantes. En cuanto a sus esposas, una de ellas ha sido condenada a un año de prisión por un delito de tenencia ilícita de armas, y la otra a seis meses por imposición de tratos degradantes.

Escogían a sus víctimas entre los mendigos de A Coruña, siempre personas con graves limitaciones físicas y psíquicas. Por la fuerza o con el señuelo de un empleo que nunca llegaba a contratarse, se convertían automáticamente en una especie de esclavos de Joaquín D. A. do N. y André D. A., con la complicidad de sus mujeres, María Sandra D. N. y Sandra D. A. Los sometían a tratos degradantes, alojados en “habitáculos lamentables”, para obligarles por la fuerza a realizar trabajos no remunerados en su propio beneficio. La Audiencia provincial de A Coruña los ha condenado a penas de hasta 35 años de cárcel, por la comisión de delitos de trata de seres humanos, tratos degradantes, hurto, tenencia ilícita de armas y lesiones.

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