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Feijóo aplaza el salto a la escena madrileña
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Feijóo aplaza el salto a la escena madrileña

El presidente gallego se juega la posibilidad de suceder finalmente a Rajoy a través de una nueva mayoría absoluta en Galicia

Foto: El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo a su llegada a la Junta del PP gallego. (EFE)
El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo a su llegada a la Junta del PP gallego. (EFE)

No ha dicho adiós, solo ha dicho hasta luego. Madrid ha sido desde siempre una especie de obsesión para Alberto Núñez Feijóo (Os Peares, Ourense, 1961). Allí despuntó su carrera política, de la mano de José Manuel Romay Becaría, y allí le hubiese gustado volver de haberse consumado la derrota de Mariano Rajoy. Pero El 20-D no dejó vencedores ni vencidos, y el presidente de la Xunta ha tenido que renunciar a la mano y coger nuevas cartas. Este sábado confirmó que optará a un tercer mandato al frente del Gobierno gallego. Si lo consigue, no estará más lejos, sino más cerca de la planta noble de Génova y quién sabe si de La Moncloa.

Vídeo: Feijóo anuncia que repite como candidato

Su jugada era incompatible con la de Rajoy, que apura sus posibilidades de repetir como presidente, ahora o después de junio, y el calendario electoral de Galicia no se podía tensar más. Aunque no adelante las elecciones, como le recomiendan en privado muchos dirigentes de su partido, en otoño habrá cita con las urnas, y él será por tercera vez el cabeza de cartel del Partido Popular. Salvo que Ciudadanos irrumpa en el Parlamento gallego, solo una mayoría absoluta, la tercera consecutiva, le daría el Gobierno de Galicia. En los tiempos que corren, una auténtica hazaña. Nadie en el PP duda de que en ese caso se convertiría en uno de los activos más valiosos cuando llegue la hora del reemplazo de Rajoy, antes incluso de cumplir otros cuatro años en la Xunta.

Tendrá que vencer, eso sí, otras circunstancias que conspiraron en contra de su proyecto madrileño. Por ejemplo, el daño a su imagen de una fotografía en el yate del contrabandista Marcial Dorado en los años noventa, publicada en 2013, y que revelaba su estrecha amistad con uno de los hombres más señalados por las plataformas contra la droga precisamente cuando Feijóo ocupaba un cargo de responsabilidad en la Consellería de Sanidade. Tampoco la política doméstica le da descanso, con los reveses sucesivos del concurso eólico, el fiasco del hospital de Vigo, los contratos públicos con la empresa de su hermana o las sospechas de favoritismo a uno de sus más íntimos amigos que se desprenden de las investigaciones de la Operación Zeta. Muchos problemas, aunque a miles de kilómetros de distancia de los de otros colegas de partido.

Vídeo: Las controvertidas imágenes aparecieron en 2013

Dado el desgaste de la mayoría de los que ambicionaban la silla de Rajoy, a Feijóo sus líos no le parecen tantos, y sobre todo se pueden ocultar perfectamente detrás de una nueva mayoría absoluta. Y ahí sí que existe algo muy parecido a una conspiración generalizada, solo que en este caso a su favor. Disfruta el PP en Galicia de una cómoda oposición empeñada en dispararse en su propio pie, y ni siquiera la Marea que tan bien parada salió de las generales del 20 de diciembre, en la que se convirtió en segunda fuerza gallega con claras aspiraciones de encabezar el Gobierno gallego, se ha introducido en una vorágine de dimisiones, dudas y disputas, especialmente por la parte de Podemos.

Pese a que Feijóo podría disolver el Parlamento y convocar elecciones mañana mismo, ningún partido de la oposición cuenta con candidato. Peor que eso: en la mayoría de los casos ni siquiera se vislumbra. Son los motivos que esgrimen los defensores de anticipar la cita con las urnas, y los que han ayudado a Feijóo a afrontar el reto de un nuevo mandato.

En el PP admiten en privado que el último episodio protagonizado por los socialistas gallegos, con la caída de su secretario general, José Ramón Gómez Besteiro, ha sido un factor decisivo en la determinación del presidente de la Xunta. Acuciado por dos causas judiciales que suman un total de diez presuntos delitos, Besteiro dimitió y sumió a su partido en el desconcierto, probablemente en la mayor crisis en la historia de una formación política acostumbrada a ellas. Dirigido por una gestora de perfil político bajo, el PSOE es ahora un rival absolutamente menor.

En el PP admiten en privado que el último episodio protagonizado por los socialistas gallegos ha sido un factor decisivo en la determinación de Feijóo

Otro tanto ocurre con el BNG, dirigido desde la sombra por los comunistas de la Unión do Povo Galego y con Ana Pontón como portavoz nacional. Al abandonar la incompatibilidad de ese cargo con la candidatura a la presidencia de la Xunta, a Pontón se le presupone como aspirante, pero no es consuelo para una formación política que en las últimas generales quedó por debajo del 5% que necesita para obtener representación en el Parlamento gallego.

Y está la Marea, la gran obsesión de Feijóo. Pese a la crisis interna de Podemos Galicia y a las divergencias entre ese partido y la Anova de Xosé Manuel Beiras, sigue siendo vista por el presidente de la Xunta como una “amenaza” para Galicia. También para él. Parece lógico, cuando es la confluencia que apeó al PP de las alcaldías de A Coruña, Santiago y Ferrol. Feijóo no deja una rueda de prensa de las que ofrece los jueves tras el Consello de la Xunta sin descargar su munición contra la Marea, generalizada siempre por él como Podemos, aunque se trate de alcaldes de otros partidos. Les reprocha sus “ocurrencias”, sus “gracietas” y el daño que, asegura, infligen a los ciudadanos. Ayer mismo en el discurso en el que anunció su nueva candidatura, a la Xunta y a la presidencia del PP gallego, arremetió contra proyectos “de laboratorio”, o contra políticos que “con un par de tuits y una tertulia al día ya piensan que cumplieron su jornada laboral”.

Algo de reto frente a Podemos y la Marea tiene la responsabilidad que ahora asume Feijóo, que llega tras repetir con insistencia que dos mandatos le parecen un período suficiente y razonable. El plus de resistencia de la confluencia de izquierdas parece mayor que el de sus posibles aliados socialistas y del BNG, pero Feijóo ha tenido muy en cuenta las encuestas a la hora de decidirse. “Si se presenta es para ganar”, subraya un diputado del PP. Es decir, que la mayoría absoluta está al alcance de la mano. Al PP le sobran en la actualidad tres diputados, pero Feijóo no se fía, porque sabe que la primera legislatura gobernó con lo justo, y si después amplió el margen fue con 140.000 votos menos, gracias a otro generoso favor de una oposición más y más dividida.

Aquella mayoría absoluta de 2012 es la única que queda en España, lo que le convierte en un barón solo ensombrecido por los logros de Cristina Cifuentes. Era una carta que podía haber jugado en 2016, si no hubiese sido porque, lejos de despejar dudas, las últimas generales solo generaron incertidumbre. Así que primero se descartó para dar el salto a Madrid y cerró sus opciones a repetir en Galicia o dedicarse a la actividad privada. Tiró de demoscopia, analizó sus posibilidades y solo muy recientemente le planteó su decisión a Rajoy. Como desveló en su discurso de ayer, el presidente le ofreció alternativas, como ya había hecho tiempo atrás cuando le dio opción de entrar en su Gobierno. Ninguna de ellas colmó sus aspiraciones. Puso un triunfo encima de la mesa. A sus 56 años, si se lleva la mano tendrá tiempo suficiente por delante para jugar la siguiente partida.

No ha dicho adiós, solo ha dicho hasta luego. Madrid ha sido desde siempre una especie de obsesión para Alberto Núñez Feijóo (Os Peares, Ourense, 1961). Allí despuntó su carrera política, de la mano de José Manuel Romay Becaría, y allí le hubiese gustado volver de haberse consumado la derrota de Mariano Rajoy. Pero El 20-D no dejó vencedores ni vencidos, y el presidente de la Xunta ha tenido que renunciar a la mano y coger nuevas cartas. Este sábado confirmó que optará a un tercer mandato al frente del Gobierno gallego. Si lo consigue, no estará más lejos, sino más cerca de la planta noble de Génova y quién sabe si de La Moncloa.

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