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Política espectáculo, ¿quién hace mejor el payaso?
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Federico Quevedo

Dos Palabras

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Política espectáculo, ¿quién hace mejor el payaso?

Hasta ahora, las campañas electorales se caracterizaban por tener un profundo corte informativo, nada que ver con la nueva política espectáculo a la que estamos asistiendo este año

Foto: Pedro Sánchez participa en el programa de Bertín Osborne en La 1. (RTVE)
Pedro Sánchez participa en el programa de Bertín Osborne en La 1. (RTVE)

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se va a querellar contra Juan Carlos Monedero porque este último, en un acto organizado por la revista 'Mongolia' que fue televisado, una especie de debate que parece sacado de lo mas casposo y cavernario del chavismo, se atrevió a insinuar que Rivera estaba estos días sobreexcitado porque -así lo entendimos todos viendo el vídeo- esnifaba cocaína.

Es verdad que tampoco es esta la primera vez que en una campaña electoral a un dirigente político se le va la mano -en este caso, se le fue la olla- criticando al adversario. El problema es que en esta campaña electoral, a diferencia de todas las anteriores, los políticos o los simulacros de políticos han tomado al asalto no el cielo, sino las ondas y las redes, y están empezando a convertir lo que tradicionalmente han sido campañas más o menos intensas pero en las que se buscaban debates de una cierta profundidad, en pura política espectáculo en que lo que menos importa es el contenido del mensaje, y lo que más, la visualización del candidato hasta la saciedad para ofrecerlo cual cordero al sacrificio de las masas de ciudadanos.

Llevo ya unos cuantos años cubriendo información política y siguiendo campañas electorales, y con alguna salvedad -no era raro ver a un candidato en alguna revista del corazón o de moda, etc.-, lo normal siempre ha sido que los líderes políticos explicaran sus propuestas en programas de corte informativo en la radio y en la televisión, y por supuesto en los periódicos. Las campañas son tiempos para las entrevistas e incluso para los debates entre los candidatos de las principales fuerzas políticas, y desde que se pusieron de moda solía haber uno o dos debates entre los candidatos de los dos principales partidos y después otros debates con el resto a los que ya no iban los dos llamados a ser presidentes del Gobierno.

Me preocupa es que en lo que llevamos ya de precampaña observo una ausencia de verdadero debate y una banalización de la política

Esto siempre había sido así, hasta ahora. No digo que sea mejor ni peor, sino que me limito a constatar el cambio sustancial que se está produciendo, y que no sé si en definitiva implica una cierta frivolización de la política. ¿Dónde estamos viendo actuar a los principales líderes políticos? En programas como 'El Hormiguero', donde van a bailar, a tocar la guitarra, a cantar, a conducir un coche… Sáenz de Santamaría se lanza a un viaje en globo con Jesús Calleja y casi se matan en un aterrizaje de emergencia, al igual que Albert Rivera conduciendo un coche de 'rally'… Rajoy, menos arriesgado, hace por una noche de comentarista deportivo de un partido de Champions del Real Madrid… Casi todos visitan el sofá-cama de Bertín Osborne en su programa de RTVE… Solo les falta aparecer por 'Master Chef' -y lo harán, no lo duden-, pero todos ellos están ya buscando un hueco en el programa de María Teresa Campos, conscientes de que el voto de los mayores no solo vale, sino que puede hacer que todo dé un vuelco.

No pretendo deslegitimar la presencia de los políticos en determinados programas, ni mucho menos. De hecho, y sobre todo en campaña electoral, siempre se ha buscado ofrecer el ‘lado humano’ del candidato, y los asesores de imagen se esforzaban por hacerlos parecer cercanos, familiares, sencillos… Un compendio de virtudes. Lo que me preocupa es que en lo que llevamos ya de precampaña, observo una ausencia notable de verdadero debate político, y una más que evidente banalización de la política.

También es verdad que el asunto de Cataluña y después los atentados de París han restado presencia a las cuestiones internas en la campaña, pero aun así tengo la impresión de que todo se dirime en el ring de la imagen, y no en el aula de la pedagogía. Es verdad que los programas electorales no se caracterizan por ser 'bestsellers' de lectura, pero más o menos a lo largo de las campañas y las precampañas los ciudadanos iban interiorizando propuestas de los distintos partidos. Dudo mucho que hoy nadie fuera capaz de recordar una sola propuesta de ninguno de los partidos que compiten para formar Gobierno después del 20-D, pero seguro que todo el mundo vio bailar a Soraya Sáenz de Santamaría o a Rivera e Iglesias tomando un café en la barra de un bar sin concretar absolutamente nada de lo que harían si llegaran alguna vez a formar Gobierno.

Y lo digo solo a título de inventario, porque aunque es cierto que el modelo de campañas ha cambiado, que las redes sociales y los medios audiovisuales son mucho más importantes ahora que los clásico mítines, también lo es que si no cuidamos el verdadero sentido de una campaña electoral, al final se acabará convirtiendo en una mera competición para ver quién dice la sandez más grande o hace mejor el payaso. Por ahora, va ganando Monedero.

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se va a querellar contra Juan Carlos Monedero porque este último, en un acto organizado por la revista 'Mongolia' que fue televisado, una especie de debate que parece sacado de lo mas casposo y cavernario del chavismo, se atrevió a insinuar que Rivera estaba estos días sobreexcitado porque -así lo entendimos todos viendo el vídeo- esnifaba cocaína.

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