¿Se puede callar a las vendedoras más virales del verano? Metacrilato y gritos prohibidos en Santa Pola
La nueva medida de la Generalitat Valenciana no convence ni a los vecinos ni a las propias trabajadoras. Ya en los primeros días de entrada en vigor, los chillidos con las ofertas de la jornada son constantes
“¡El naranja va a salir ya! ¡Es el único barco con planta y va a salir ya! ¡Viaje a 5 euros! ¡Rápido, dense prisa que nos vamos!”, grita a pleno pulmón una mujer mientras la bocina de un catamarán suena varias veces en el puerto pesquero de Santa Pola (Alicante, 38.000 habitantes). Un grupo de cinco jóvenes cargados de mochilas, sombrillas y neveras le miran con indecisión, pero al final acuden hasta la taquilla. Por primera vez, esta vendedora no tiene permiso para salir de la caseta de venta de tickets y simplemente puede sacar su mano por el hueco que tiene la pantalla de metacrilato en su parte más baja. Es la nueva medida de la Generalitat Valenciana para tratar de "regularizar la situación" que se vive en el puerto de la localidad desde hace décadas y que ha acabado con la paciencia de los vecinos. Es prácticamente un hecho histórico en el municipio. La norma, que llega después de que estas vendedoras se conviertan en unas de las mujeres más virales del verano, no acaba de cuajar ni entre los residentes ni entre las propias trabajadoras.
El método de venta que tienen las dos empresas que realizan el transporte de Santa Pola hasta la isla de Tabarca, la única habitada de la Comunidad Valenciana, llegó a las redes sociales y televisiones este mes de agosto. Las vendedoras, casi siempre mujeres, tomaban desde hace años toda la calle principal del puerto. Chillaban precios y horarios siempre con grandes carteles que las acompañaban allá donde iban. Una situación que hacía que fuera prácticamente imposible para quien tratara de comprar su ticket no sentirse abrumado por las constantes llamadas a voces y contraofertas.
Esto ocurre cuando quieres ir a la isla de Tabarca desde Santa Pola 💀 pic.twitter.com/ZzHZrUnY2E
— Alt Right España 𝕏 (@AltRightEspan) August 3, 2025
Hasta la isla de Tabarca -donde residen unas 50 personas durante todo el año- llegan cada día de verano unos 10.000 visitantes desde distintos puntos de la provincia: Alicante, Benidorm o Torrevieja. Pero el puerto más importante para la isla es el de Santa Pola por su cercanía. En solo 15 minutos se puede llegar en un barco rápido o en media hora si se prefiere embarcar en la tabarquera con visión submarina. Una de las ofertas más gritadas por las vendedoras para atraer clientes.
Actualmente, y desde hace varios años, aunque haya varias compañías de transporte siempre privado, son dos las que se reparten el pastel de los billetes. Conocidas en el municipio costero como “la naranja y la azul”. La guerra entre ambas va más allá de una disputa de precios para ganar clientela: más de una vez los gritos de las ofertas han escalado hasta el enfrentamiento. Una actitud que han denunciado en multitud de ocasiones tanto clientes como vecinos de la zona. Además, según explican fuentes del Ayuntamiento, los residentes también se han quejado repetidamente de que las bocinas de los barcos suenan con mucha frecuencia lo que genera molestias desde temprano y hasta final de la tarde.
El Ayuntamiento de Santa Pola, aunque no tenga competencias en este asunto porque es un tema que afecta a Puertos de la Generalitat, lleva años tratando de poner una solución por la imagen que deja de la zona y las quejas continuas de los vecinos. Sin embargo, según aseguran fuentes de la Generalitat, no hay ninguna normativa que regule esta venta. Ante la falta de soluciones y un problema evidente, el Gobierno local decidió hace casi dos años sentar a las dos empresas con la Generalitat, ya que la mediación es la única manera en la que el Ayuntamiento puede intervenir. Pero no se consiguió ningún avance. Este verano, el Gobierno autonómico ha decidido tomar cartas en el asunto para tratar de “regularizar la situación” con el objetivo de "promover el turismo de calidad".
Desde hace unas dos semanas, la Conselleria de Medio Ambiente e Infraestructuras obliga a todas las empresas del puerto a tapiar las ventanas laterales y traseras. Es decir, ahora solo pueden disponer del mostrador principal y este, a su vez, está delimitado por una pantalla de metacrilato con una pequeña apertura en su parte más baja. Tampoco pueden salir las vendedoras de las casetas ni sacar carteles. Y en teoría, no tienen permiso para gritar a los clientes para llamar su atención. Sin embargo, solo unos días después de imponer las nuevas reglas, al menos esta última parte está muy lejos de cumplirse.
“Ya ves. Ha empezado a gritar la competencia. Y claro, no podemos quedarnos atrás”, cuenta a este medio una de las vendedoras. La mujer, de la empresa azul, trabaja en una de las casetas de los extremos del puerto. Una de las que mejor ubicación tienen para atraer a los clientes por ser las puertas de entrada al muelle. “Estas nuevas medidas yo creo que nos han venido bien”, detalla otra vendedora, esta vez de la empresa naranja, desde una de las casetas que está más en el centro.
“Antes muchos se quedaban en la primera caseta, ahora, como nosotras no podemos salir y es el cliente el que tiene que venir hasta aquí ya tienen mejor capacidad de elección”, señala la mujer e incide en que con el antiguo método se producía "competencia desleal" porque la ubicación de la primera compañía facilitaba la atracción de muchos más clientes. De momento, según señalan desde la Conselleria, esta es solo la primera medida, pero estudian más regulaciones para adecuar mejor el espacio.
La opinión sobre esta nueva medida difiere según a la vendedora preguntada. Mientras algunas señalan que es mejor tanto para las empresas como para los clientes, otras dudan de la efectividad de la medida. Y este es también el punto de vista de los vecinos y veraneantes de Santa Pola. “Esto va a seguir igual que siempre. Solo hay que verlo, ya están gritando y sacan como pueden los brazos con carteles que ahora son más pequeños”, señala una mujer que, junto con su familia, se ha quedado en un margen del puerto hasta tener tomada la elección de la empresa. “El método es igual que siempre. Esto es un gallinero”, concreta otra vecina.
Las opciones realistas para que este método de venta cambie pasan por el nuevo proyecto de Puerto que el Gobierno autonómico aprobó para Santa Pola y que desde diciembre de 2023 está estancado porque la compañía que ganó la licitación, entró en concurso de acreedores. Desde la Generalitat tratan de buscar una solución a este problema, y por el momento, aseguran que a partir de septiembre trabajarán con el Ayuntamiento para, al menos, estabilizar la situación de la venta de billetes.
“¡El naranja va a salir ya! ¡Es el único barco con planta y va a salir ya! ¡Viaje a 5 euros! ¡Rápido, dense prisa que nos vamos!”, grita a pleno pulmón una mujer mientras la bocina de un catamarán suena varias veces en el puerto pesquero de Santa Pola (Alicante, 38.000 habitantes). Un grupo de cinco jóvenes cargados de mochilas, sombrillas y neveras le miran con indecisión, pero al final acuden hasta la taquilla. Por primera vez, esta vendedora no tiene permiso para salir de la caseta de venta de tickets y simplemente puede sacar su mano por el hueco que tiene la pantalla de metacrilato en su parte más baja. Es la nueva medida de la Generalitat Valenciana para tratar de "regularizar la situación" que se vive en el puerto de la localidad desde hace décadas y que ha acabado con la paciencia de los vecinos. Es prácticamente un hecho histórico en el municipio. La norma, que llega después de que estas vendedoras se conviertan en unas de las mujeres más virales del verano, no acaba de cuajar ni entre los residentes ni entre las propias trabajadoras.