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Un peso pesado del arte mundial ha escrito la gran defensa de la huerta valenciana
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UN MUSEO DE ÁRBOLES

Un peso pesado del arte mundial ha escrito la gran defensa de la huerta valenciana

Vicent Todolí, el ex director de la Tate Modern, el museo Serralves o el IVAM, ha escrito un libro atípico sobre su trayectoria en el arte… y su jardín

Foto: Vicente Todolí, exdirector de la Tate Modern de Londres. (Efe)
Vicente Todolí, exdirector de la Tate Modern de Londres. (Efe)

Quién es Todolí suele ser una de las preguntas más recurrentes en todo reportaje sobre Todolí. Todolí es un pope del arte mundial. Pero también un ser enigmático que parece evitar el foco, de ahí los simbolismos algo forzados sobre su querencia a vivir sin luz artificial (decepción: solo apagó el interruptor en una de sus fincas, en la Vall de la Gallinera). Todolí es el español que ha dirigido la Tate Modern. Y el Museo Serralves de Oporto. Uno de los principales impulsores del IVAM de Valencia. Es todo eso, pero también es a la vez quien desarrolla uno de los huertos cítricos más relevantes del planeta, en su pueblo, en Palmera (en la comarca valenciana de la Safor).

Puede que cansado de que le pregunten quién es el verdadero Todolí, Todolí por fin ha escrito su libro. Una suerte de autobiografía, concisa y limpia. Se titula Quisiera crear un jardín (y verlo crecer) (Ed. Espasa). Tras leerla es sencillo concluir que su autor es un auténtico outsider del sistema del arte. Pero al mismo tiempo caer en la cuenta que lleva décadas ocupando la centralidad de ese mismo sistema. El libro de Todolí, que ha contado con la colaboración en la edición del periodista valenciano Juan Lagardera, no se parece en nada a unas memorias de un ex director de la Tate. Y quizá por eso tienen un especial interés. No aciertan a resolver el enigma de qué hay tras el personaje, pero es sencillo concluir que la gran virtud de Todolí, lo que lo ha hecho distinto, es precisamente la percepción de que no se trata de un especulador, sino de alguien con una misión. Es el arte, pero es su vida. Y es, finalmente, su jardín.

Todolí, allá donde cualquiera esperaría unas enseñanzas sobre cómo dirigir grandes instituciones culturales, se marca una de las mayores defensas que se han escrito sobre la huerta y el patrimonio natural valenciano.

En el prólogo reproduce un mensaje de Rafael Chirbes al propio Todolí:
Querido Vicente:
Qué alegría que haya gente que esté
haciendo algo de provecho
en este país abandonado por los dioses y
destruido por los hombres.
Algún día intentaré ponerme de acuerdo
contigo
para visitar ese botánico. De momento, como con la iniciativa del aceite, cuentas con toda mi simpatía, y con mi apoyo si en algo pudiera servirte.
Un abrazo

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La elección de esa cita es una declaración de intenciones para una descarga que, a partir de una cronología asilvestrada, pone en orden el por qué de su defensa de la superficie agrícola; el por qué de su vida entre museos; el por qué de las semejanzas entre el arte y la naturaleza.

Como de un apéndice de Chirbes, Todolí refleja el porqué de su fundación Todolí Citrus, que abarca más de 500 variedades de cítricos: "la razón por la que me embarqué (…) fue, precisamente, detener un plan urbanístico". Insistirá unas cuantas veces más: "La depredación urbanística del litoral mediterráneo ha supuesto la desaparición de muchísima tierra de cultivo. Lo que antes parecía un gran mar está quedando reducido a lagunas, y el proceso se ralentiza, pero no se detiene. Un territorio y un paisaje que recibimos como legado para utilizarlo y disfrutarlo con sentido, y que, como tal, deberíamos preservar y transmitir a las siguientes generaciones, está sufriendo transformaciones irreversibles e irresponsables, la mayor parte de las veces fruto de la codicia y la falta de escrúpulos, unidas a una cortedad de miras suicida".

Foto: Mario Vargas Llosa, en una foto de archivo. (EFE)

La conexión al bancal agrario le viene a través de su saga familiar, al punto que en realidad la obsesión por tocar tierra se asemeja también a la necesidad de recolectar con su pasado, lejos del exilio de su progreso. "Mi abuelo -escribe en sus páginas- era el asesor de los campos de cítricos del padre de Francisco Brines, el poeta de Oliva. Un trabajo que luego continuó mi propio padre, Brines, al que invitaba a comer con frecuencia en el huerto familiar, me comparaba con Hermes, mensajero de los dioses que con sus sandalias aladas solo tocaba tierra para tomar impulso. Lo decía porque, cuando vivía en Oporto y después en Londres, cada mes yo volvía unos días a Palmera. Necesito tocar tierra para no perderme en la ficción".

En su huerto inmenso, que se visita bajo petición y a la que peregrinan infinidad de cocineros, dice Todolí estar "salvando y conservando variedades que no tienen interés comercial. Para nosotros, basta con que existan. Como cuando le preguntaron al montañero George Mallory por qué había escalado el Everest: «¡Porque está ahí!», fue su respuesta".

Tendremos, en sus páginas, un poco de salseo sobre las etapas en la Tate o el IVAM.

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Conoceremos su aversión a las reuniones: "En la Tate me pasaba la mayor parte del tiempo hablando con patrocinadores, con mecenas. Sobre todo, teníamos meetings, reuniones. Los ingleses adoran las reuniones. Yo, en general, no las soporto. Había reuniones en las que al final les decía: «Si alguien externo hubiera estado en esta reunión, no sabría si trabajamos con el arte o si vendemos patatas». Utilizábamos el mismo lenguaje que los directivos de la City, nuestros vecinos de enfrente, cruzando el río. De hecho, organizábamos desayunos para ellos, para que vieran las exposiciones camino del trabajo. La palabra arte no aparecía por ningún lado, y eso me parecía extremadamente peligroso. Las patatas se cuentan por kilos y precios, pero el arte no".

Sabremos más de su desenlace truculento con el IVAM: "Con Carmen Alborch como directora del museo formé un tándem que ha sido el mejor de mi carrera. Más tarde decidí salir de Valencia. No pensaba irme, pero me hicieron un favor. A veces una obstrucción es una liberación (…) Eduardo Zaplana, afirmó que, si ganaba las elecciones, nombraría directora del IVAM a una persona sin experiencia en el ámbito de las artes: Consuelo Císcar, curiosamente hermana de Ciprià Císcar, uno de los impulsores del museo, además de esposa de un político que por aquel entonces había pasado del PSOE al PP tras un confuso caso de corrupción. El museo se convertía de ese modo en objeto de mercadería política. Como profesional me sentí ofendido, porque mientras que a nivel internacional nuestros colegas nos dedicaban elogios desmedidos por nuestro trabajo en el IVAM, en casa no se nos reconocía. En otras palabras, nuestro éxito fue nuestro fracaso. (…) En marzo de 1996, un día llegué al IVAM y no entré. Di tres vueltas a la manzana y me dije: «No voy a volver nunca más»".

Pero, fundamentalmente, entenderemos los porqués de un huerto. "El arte más importante que la ninfa me enseñó es el de plantar árboles. Ese es el arte supremo, el que engloba todas las otras artes y que, al mismo tiempo, es menos que las otras artes, porque las obras que produce son efímeras y cambiantes".

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Porque Todolí parece haber estado entrenando todo este tiempo hasta haber llegado a la dirección del museo más importante de su trayectoria: "Se trata de un museo al aire libre de árboles cuya colección permanente siempre está cambiando. No es necesario sustituir las obras porque son ellas las que cada día van transformándose y adquieren un nuevo color, tamaño, olor, etc".

Si a alguien le interesa el mundo del arte debe leer a Todolí. Si a alguien le gusta cuidar un huerto, no debe perdérselo.

Quién es Todolí suele ser una de las preguntas más recurrentes en todo reportaje sobre Todolí. Todolí es un pope del arte mundial. Pero también un ser enigmático que parece evitar el foco, de ahí los simbolismos algo forzados sobre su querencia a vivir sin luz artificial (decepción: solo apagó el interruptor en una de sus fincas, en la Vall de la Gallinera). Todolí es el español que ha dirigido la Tate Modern. Y el Museo Serralves de Oporto. Uno de los principales impulsores del IVAM de Valencia. Es todo eso, pero también es a la vez quien desarrolla uno de los huertos cítricos más relevantes del planeta, en su pueblo, en Palmera (en la comarca valenciana de la Safor).

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