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Suze Rotolo, el gran amor de Bob Dylan que no quiso ser "una cuerda más en su guitarra"
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Suze Rotolo, el gran amor de Bob Dylan que no quiso ser "una cuerda más en su guitarra"

El biopic devuelve a las librerías las memorias de la joven que inspiró al cantautor en la bohemia neoyorquina, influyó en su etapa política y coprotagonizó la icónica portada de Freewheelin'

Foto: Suze Rotolo, el gran amor de Bob Dylan (Barlin Libros)
Suze Rotolo, el gran amor de Bob Dylan (Barlin Libros)

A la salida del cine, una pareja se adentra en el delicado territorio de compartir sensaciones sobre la película. Ella le dice algo así como que la protagonista, Bette Davis, al final regresa a su lugar de origen siendo una mejor versión. Él replica: “mejor no, diferente”

Él es todavía Bobby, ella es Sylvie, y en ese diálogo está escrita la sentencia de la relación. El último biopic sobre Dylan abunda en la leyenda de encantador farsante del protagonista, rey del disfraz, incluso para quien convive con él. A complete unknown (Un completo desconocido) se une a la filmografía que trata de apresar la al cantautor desde el negativo de la imagen, como si se tratara de delimitar al menos lo que no es Bob Dylan y ver qué queda en el interior.

Y, sin embargo, hay un personaje en la película todavía más oculto que Dylan y es precisamente Sylvie Russo, interpretada por Elle Fanning, cuyo nombre es una máscara –el único pseudónimo de toda la cinta– para ocultar a Suze Rotolo, quien fue en realidad la novia neoyorkina de aquel muchacho de Minnesota, la que le guio en su descubrimiento del Village, la que le animó a dejar a un lado las versiones de repertorio clásico del folk y escribir sobre su tiempo. La que empujó a Bobby a ser Mr. Bob Dylan, el último cantautor profeta.

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Suze Rotolo, el gran amor de Bob Dylan (Barlin Libros)

Al parecer, como ha contado la propia Fanning, el nombre falso para el personaje fue una petición del propio Dylan: Rotolo murió en 2011, habiendo sido, durante décadas, de las pocas personas que había conocido íntimamente al artista y nunca había hablado de él públicamente.

Fue así hasta 2008, cuando la chica publicó sus memorias sobre la etapa en que convivió con el músico. Doce años después de su primera edición en Estados Unidos, la editorial valenciana Barlin Libros publicó A freewheelin' time: en el camino con Bob Dylan. Más de una década había tardado en traducirse una de las voces más misteriosas de cuantas merodean al mito del cantautor más influyente del siglo XX.

Foto: Alberto Haller, editor de Barlin. (Irene Civera)

Hasta entonces, la vida entera de Rotolo había sido jibarizada por el título de Musa De. Ella misma acogió con resignación la etiqueta: “El tiempo que pasamos juntos nutrió su trabajo. Sé que fui una influencia para él. Marcamos la vida del otro profundamente. Una vez me dijo que no podría haber escrito algunas de sus canciones si no me hubiera conocido. [...] Significa que fui su musa durante el tiempo que estuvimos juntos. Eso ni me importa ni me cuesta admitirlo”.

Eso comenta ella en una autobiografía que, sin embargo, se rebela contra cualquier simplificación. “Te das cuenta del personaje central que fue para que hablemos de Dylan en los términos en los que lo hacemos hoy en día, principalmente porque él era un chaval de pueblo que llega a Nueva York sin conocer a nadie, con el sueño romántico de triunfar en la música. Es ella la que le introduce en ciertos círculos”, remarca el editor de Barlin Libros, Alberto Haller.

Rotolo, nacida en Nueva York, tenía un trayecto mucho más corto desde su barrio de Queens hasta al Village, kilómetro cero del ambiente bohemio, contracultural, en el que descolló Dylan, quien había llegado allí desde Hibbing, Minnesotta. El padre de Suze, artista de vocación, pero que rebotaba de fábrica en fábrica para sobrevivir, era afín al Partido Comunista de Estados Unidos; como también lo era su madre, quien dirigía una versión del diario italiano L'Unità.

De sus memorias –la película también refleja este punto– se extrae que es ella, quien creció en una familia humilde pero culturalmente rica –presume ella misma– la que alienta a Dylan, un joven que recorría los clubes de folk versionando tonadas clásicas, a escribir sus propios temas, y a explorar cuestiones políticas en sus composiciones. Se habían conocido en una de esas salas de conciertos, el Folk City, cuando él tenía 20 años y ella 17. Al poco tiempo ya estaban viviendo juntos en un apartamento de Manhattan.

“En los sesenta Bobby llevaba una gorra negra de pana sobre sus rizos color caqui, con el cierre lateral despasado. Vestía con ropa informal, rara vez de su talla”, describe Rotolo a quien fue su novio. Vivió y convivió junto a él en su gran salto, cuando firmó por Columbia Records y temas como Times they are a-changin' o Blowin' in the wind le confirieron status de cabeza visible de una revolución musical y política.

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Suze Rotolo, el gran amor de Bob Dylan

“En el caso del hombre artista –Bob, Picasso– no importaba lo que otros esperaran o sintieran o pensaran de ellos; lo hacían y ya está. Yo podía identificarme con ellos todo lo que quisiera, pero en mis tiempos no podía actuar igual. No tenía permiso. Las mujeres éramos invitadas, pero no participantes”, reflexiona Rotolo.

Foto: Un visitante pasa por delante de la obra 'Busto de mujer con los brazos cruzados detrás de la cabeza'. (Europa Press/ Álex Zea)

La pareja Suze-Bob dejó una fotografía para la historia del pop: la portada del disco que encumbró por primera vez a Bob, The freewheelin' Bob Dylan, una estampa en la que ambos se vistieron con demasiado poco abrigo para una sesión publicitaria por las calles heladas de Nueva York. Nadie, dice Rotolo, como era normal en aquella época, le hizo firmar nada sobre derechos de imagen.

Cuando la relación se rompió, Dylan era ya una estrella cuyo nuevo status reducía a su compañera a un discreto papel en su séquito. Cuenta ella: “En mi desorden de juventud todavía no conseguía ser yo misma. Todo lo que se me ofrecía como novia de un músico era ese papel de «su chica»; una cuerda más de su guitarra. Y en el caso de la ascendente fama de Bob, yo era la que guardaba la puerta; un paso más cerca del ídolo. La gente solo querría conocerme para acercarse a él. Lo que yo era se basaba en lo que él consiguiera. Esa idea no me gustaba”.

Rotolo construyó su propia vida lejos del estruendoso campo electromagnético que acompañó al músico y durante décadas apenas concedió ni un apunte sobre su historia. Desapareció. «Siempre me ha costado trabajo recordar o hablar sobre aquellos años debido a mi cercanía a Dylan [...] Soy una persona discreta por naturaleza, y mi instinto siempre ha sido el de proteger mi privacidad, y consecuentemente la de él», explica en su obra. De hecho, en el título original de la autobiografía, Rotolo no cita a Dylan, dejando el título en A freewhelin' time: a memoir of Greenwich Village in the sixties (Un tiempo despreocupado: memoria del Greenwich Village en los sesenta).

“El libro describe un ambiente en el que acaba despuntando una figura, que surge de algo colectivo, muy idealista, de un momento histórico y de un sitio muy concreto del mundo”, expresa el editor de Barlin Libros, quien para la edición en castellano incluyó un mapa de los bares y clubes en los que transcurre la historia, recogiendo esa vocación geográfica que transmite la historia. Y, eso sí, se tomó la licencia de incluir a Dylan como gancho en el título. “Pero no pusimos En el camino de Bob Dylan, sino En el camino con Bob Dylan, para reflejar esa idea de que ambos se acompañaban”, apunta Haller.

Quizás fue Suze la última en ver a Bob sin una máscara. Lo cuenta en las memorias: una noche llegaron borrachos a casa y a él se le cayó el carnet militar, en el que figuraba su nombre de nacimiento: Robert Allen Zimmerman. Él nunca le había contado a la novia con la que convivía su verdadera identidad, si es que el término 'verdadero' significa algo en la construcción de uno mismo. Para hacerle rabiar por ese desagravio, ella le llamaba por sus iniciales secretas, Raz.

Foto: Bob Dylan en Tel Aviv en 2011. (EFE)

Cansada de que otros la incluyeran en las ficciones que crecieron en torno a Bob Dylan, Rotolo finalmente se descolgó con unas memorias que se despliegan, como apunta Alberto Haller, como la crónica de un grupo de amigos en un lugar y un momento azaroso –o no tanto– de la Historia, con mayúsculas, en la que germinan ideas que rompen el molde y figuras con el talento para darles un altavoz universal.

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Suze Rotolo y Bob Dylan (Barlin Libros)

Con el estreno de la película, la autobiografía de Rotolo ha regresado a la primera línea de las librerías, como una manera de completar el puzzle, con el relato de quien no solo fue invitada, también partícipe, de la creación de esa bomba nuclear llamada Bob Dylan, cuya onda expansiva llega a nuestros días.

A la salida del cine, una pareja se adentra en el delicado territorio de compartir sensaciones sobre la película. Ella le dice algo así como que la protagonista, Bette Davis, al final regresa a su lugar de origen siendo una mejor versión. Él replica: “mejor no, diferente”

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