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El sueño arrasado de la 'Escuela del Pueblo' de L'Horta Sud: "Era un refugio para más de 450 personas"
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El sueño arrasado de la 'Escuela del Pueblo' de L'Horta Sud: "Era un refugio para más de 450 personas"

La pérdida de este centro es un golpe para la comunidad. Un centro que, durante cuatro décadas, ha sido referente no solo para Sedaví, sino para varios pueblos vecinos

Foto: Exteriores de la escuela. (Cedida)
Exteriores de la escuela. (Cedida)

Hablé con María José Gimeno, vecina de Llocnou de la Corona, solo seis días tras la riada de Valencia. Y lo que primero me llamó la atención de ella fue la entereza con la que relataba los sucesos de la noche del 29 de octubre. Una entereza reforzada con una repetición de frases, que acompañaba con una sonrisa y dándome golpes en el brazo: “¡Oye! No nos podemos quejar. Estamos vivos. Hay gente que ha perdido la vida o la de familiares”.

Y eso mismo le decía minutos antes a la alcaldesa del pueblo quien, tras relatar los sucesos de la riada a las cámaras de À Punt, la televisión valenciana, no podía contener el llanto. “Venga, no hay que llorar, Paqui. Vamos, hay que sonreír. Que estamos vivas”.

placeholder Patio interno de la escuela lleno de fango. (Cedida)
Patio interno de la escuela lleno de fango. (Cedida)

Pero tras contarme por encima cómo el fango había arramblado con la parte de abajo de su casa, me empezó a hablar de lo que le había pasado a su lugar de trabajo. Un lugar al que ella llamó, varias veces, "su segunda familia". Ese lugar era el Centro de Formación de Personas Adultas de Sedaví, del que María José es la directora desde hace nueve años.

Un espacio en el que, hasta el fatídico martes de octubre, se ofrecía una segunda oportunidad para muchas personas en la comunidad. Un espacio donde inmigrantes, adultos mayores y jóvenes en situación de vulnerabilidad encontraban el apoyo y las herramientas para transformar sus vidas.

Foto: Estragos de la DANA en Llocnou de la Corona. (E. T.)

"El centro a día de hoy ya no existe. Está ahí, lo puedes ver, pero no existe, es totalmente inutilizable", confiesa María José, hablando del edificio que había dirigido con tanta dedicación. La escuela quedó anegada, arrasada por el agua y el fango. Los esfuerzos iniciales por evaluar los daños y limpiar han sido desoladores. "Hemos conseguido vaciar el fango de una de las aulas nuevas, pero los barracones donde teníamos cuatro aulas, la sala de profesores y la secretaría están destruidos, listos para ser demolidos", cuenta.

La pérdida de este centro es un golpe para la comunidad que lo compone. Un centro que, durante décadas, ha sido referente no solo para Sedaví, sino para varios pueblos vecinos. En el último curso, atendía a unas 450 personas, ofreciendo una educación que iba más allá de los contenidos académicos. "Aquí no solo damos clases, también creamos un espacio de apoyo social, psicológico y de convivencia", explica María José. Pero ahora todo eso ha quedado bajo el fango.

placeholder Barracones y otras estructuras inservibles. (Cedida)
Barracones y otras estructuras inservibles. (Cedida)

La situación ha dejado a muchos estudiantes desorientados. María José recuerda casos como el de Gloria, una mujer venezolana que había encontrado en el centro un punto de referencia tras llegar al país. "Me llamó para preguntar cuándo empezaremos, porque para ella la escuela era una manera de enraizarse aquí, después de haberlo dejado todo atrás", dice. Otros alumnos mayores también están sufriendo. "Muchas son viudas o viven solas. Antes tenían una rutina que les mantenía activas: venían a clase, hacían gimnasia, participaban en actividades del hogar… Ahora, están atrapadas en casa, con miedo incluso de resbalarse al salir".

Pero el daño trasciende lo educativo. El centro era un lugar de apoyo emocional, algo vital para estudiantes como los inmigrantes que dependen de clases de castellano para integrarse. "Algunos ni siquiera pueden comunicarse bien por teléfono porque aún están aprendiendo el idioma. Nos buscan en la puerta de la escuela preguntando cuándo podrán empezar de nuevo. Esto no es solo educación; es socialización y un salvavidas para muchas personas", afirma.

placeholder María José Gimeno, en el centro, lleva casi 10 años como directora (cedida)
María José Gimeno, en el centro, lleva casi 10 años como directora (cedida)

Los colegios e institutos de algunos municipios de la comarca han comenzado a retomar la normalidad, pero el panorama es todavía distinto en el Centro de Adultos de Sedaví. Y es que, aunque el ayuntamiento se muestra comprometido con la reconstrucción, enfrenta limitaciones abrumadoras. "Estaban a punto de homologar un proyecto para un nuevo centro que reemplazara los barracones, pero ahora todo está destruido. No sé cómo podrán afrontar tantos gastos, aunque están volcados con nosotros al cien por cien", explica María José, quien empatiza con la presión que también están enfrentando los alcaldes y concejales de la comarca. "Somos pueblos pequeños, y esta riada ha destruido los comercios locales, el polideportivo, todo. Están desbordados".

María José comparte con alivio un pequeño avance: "Afortunadamente, el instituto público nos ha ofrecido utilizar sus aulas por las tardes. Eso nos permitirá empezar las clases dentro de dos semanas, aunque las condiciones no sean ideales". Un gesto alentador, pero que no resuelve todos los problemas. "No tenemos ordenadores, así que los grupos de informática no podrán comenzar hasta que los repongamos. Es frustrante porque todo el tiempo que pasa juega en contra de nuestros alumnos", comenta.

Foto: El VREC de la Bripac se abre camino por las calles de Benatúser. (G. G. C.)
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Alfredo Pascual Ernesto Torrico. Valencia Fotografías: Guillermo Gutiérrez Carrascal

La solidaridad ha sido un bálsamo en medio de la tragedia. Amigos, familiares y voluntarios de otras ciudades han llegado para ayudar en lo que pueden, trayendo alimentos, ropa y apoyo moral. "Ver una cara conocida, recibir un abrazo… eso es lo que te da fuerzas para seguir adelante", dice. Pero María José no deja de sentir la pérdida. Las instalaciones que tanto había cuidado, los espacios que habían sido un refugio para tantas personas, están hoy cubiertos de barro y en espera de reconstrucción.

Para María José, el camino ahora es incierto, pero no se da por vencida. "Nos agarramos a la esperanza de que podremos levantarlo de nuevo, porque aunque hemos perdido mucho, aún tenemos la oportunidad de comenzar otra vez". Su mirada y su actitud es de quien no abandona la lucha, porque en ese lugar devastado siguen latiendo los sueños y las aspiraciones de una población que no está dispuesta a rendirse.

Hablé con María José Gimeno, vecina de Llocnou de la Corona, solo seis días tras la riada de Valencia. Y lo que primero me llamó la atención de ella fue la entereza con la que relataba los sucesos de la noche del 29 de octubre. Una entereza reforzada con una repetición de frases, que acompañaba con una sonrisa y dándome golpes en el brazo: “¡Oye! No nos podemos quejar. Estamos vivos. Hay gente que ha perdido la vida o la de familiares”.

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