Asesinato en el monasterio: un hombre en mallas, “voces interiores” y una botella de Frangelico
El autor del crimen de Gilet ya está en prisión por matar a un monje, intentarlo con otro, causar lesiones y allanar la finca. “Hemos rezado por él”, dice uno de los religiosos supervivientes
Un hombre vestido con mallas de correr irrumpió el sábado en el monasterio del Santo Espíritu del Monte, un recóndito paraje en la montaña de la localidad valenciana de Gilet. Se presentó como Jesucristo y anunció que iba a matar a los siete padres franciscanos que residen allí. Lo consiguió al menos con uno. Al hermano Juan Antonio, de 76 años, lo encontraron tendido en el suelo de su habituación con la sien hundida y a su lado una botella de licor Frangelico hecha pedazos. Llegó al hospital en estado crítico, donde finalmente falleció este lunes. Fueron 30 minutos de terror, según relatan ahora a El Confidencial desde el lugar del asalto.
“Duró una media hora, fue de habitación en habitación. Iba buscando a los frailes porque no llevaba intención de otra cosa. No abrió ningún cajón, ni ningún armario, no rompió ninguna de las imágenes que hay por el pasillo. Iba a lo que iba, a matar a los frailes”, relata uno de los hermanos que sobrevivió al asalto. Este hombre fue detenido el lunes y el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 6 de Sagunto le mandó a prisión. Está acusado de homicidio/asesinato, uno de ellos consumado y otro en grado de tentativa, tres delitos de lesiones y un delito de allanamiento.
El sábado había amanecido como un día normal en el monasterio. Los religiosos celebraron su misa a las 7 de la mañana, cuando todavía es de noche. Después, el hermano Ángel Ramón, que es el cocinero, les sirvió el desayuno como todos los días y se retiraron a sus habitaciones, ubicadas en el piso superior. Al padre Juan Antonio le gustaba sentarse con la radio puesta en un punto de la estancia en la que entran los primeros rayos de sol. Sin embargo, unos gritos perturbaron la paz en el edificio. Los oyó el religioso Ángel Ramón, que atiende a este periódico en conversación telefónica.
“Estando en la cocina, escucho gritos fuertes y subo corriendo. Yo pensé que algún hermano se había caído al suelo”, cuenta Ángel Ramón. Este cocinero, de 54 años, es el más joven de los siete religiosos. El más mayor tiene 96 años. “Subo desde la cocina hasta un patio exterior de la casa y ahí lo que me encuentro es a un señor apaleando a uno de los frailes, concretamente a Fernando, el padre superior. Le estaba pegando con los puños”, dice este testigo.
Fue a él a quien se dirigió el desconocido cuando se presentó como Jesucristo y dijo que estaba allí para matarles a todos. Lo repetía constantemente. El hermano Ángel Ramón y el agresor llegaron a forcejear, pero el religioso se separó unos metros y sacó su teléfono para llamar a la policía: “Es rápido de marcar porque los teléfonos de ahora tienen la tecla de SOS”. Al percatarse el desconocido de que las autoridades se podrían personar en el monasterio en cualquier momento, decidió marcharse. No se fue corriendo, sino orgulloso de lo que había hecho. Además, seguía blasfemando y gritando, destaca este monje.
Al entrar en casa, el hermano Ángel Ramón se percató del alcance del suceso. En el claustro había un fraile en el suelo en sobre un charco de sangre, prácticamente agonizante”. Más adelante, había otro religioso también en el suelo entre restos de sangre. Un tercer hermano caminaba a duras penas “casi como un zombi con la cara destrozada”. “No sabía qué hacer y atendí al que más grave vi, que es Juan Antonio, el que se ha muerto”, explica. A sus 76 años de edad, estaba prácticamente en la agonía.
"Tenía la sien hundida"
Preguntado este testigo por la causa de la muerte, el hermano Ángel Ramón comenta que “le debió pegar con una botella porque estaba al lado de él y esa botella no tenía por qué estar. Y realmente tenía la sien hundida del botellazo. Era una de esas botellas que llevan licor y son bonitas, ¿te suena Frangelico? Esa botella. Estaba en un mueblecito de adorno”. Al padre Carlos, el mayor, le agredió con su bastón. Se lo partió directamente en la cabeza y le rompió la mandíbula y le cortó una oreja. “Con su edad estaba hecho un cristo, literalmente, destrozado”, describe Ángel Ramón, que lleva 15 años residiendo en ese monasterio.
Al asaltante no le conocían de nada. Tampoco en el pueblo de Gilet. Es de Sagunto, un pueblo cercano, ubicado a unos siete kilómetros. Este individuo fue arrestado 48 horas después. “No era una persona visualmente desestructurada”, explica Ángel Ramón para dejar claro que en apariencia era un hombre de mediana edad normal que había salido a correr por la montaña. En el momento del asalto, además de las mallas, llevaba una camiseta deportiva azul y blanca.
Los seis religiosos son franciscanos, que es la orden custodia de los santos lugares cristianos en la ciudad de Jerusalén. De hecho hay uno de los siete frailes, Carlos Sáez Peretó, el más mayor de todos, pasó muchos años en la ciudad santa y es uno de sus mejores guías. Es autor de la guía que a día de hoy usan muchos peregrinos para moverse entre las murallas donde se ubica el Santo Sepulcro, el Muro de las Lamentaciones o la explanada de las mezquitas.
Existe un tipo de trastorno conocido como el ‘síndrome de Jerusalén’. Afecta a algunos turistas que se sienten tan influidos por la ciudad que acaban por creerse un personaje bíblico. El fraile no cree que el asalto en su monasterio tuviera nada que ver con eso, sino con el consumo de “sustancias”: “Hoy en día las drogas no afectan como antes. Antes un yonki era fácilmente identificable, una persona debilitada físicamente, con rasgos propios. Pero las drogas hoy te trastornan psíquicamente”.
“Te encuentras personas vestidas perfectamente, pero que luego ven imágenes, oyen voces… Yo creo que este personaje venía así, mandado por unas voces interiores que le decían mata a los frailes”, opina.
Los frailes que resultaron heridos de mayor gravedad siguen en el hospital recuperándose de sus heridas, el resto está “en casa”, su monasterio. Este martes volvieron a celebrar misa a primera hora como todos los días y rezaron por el agresor. “Justo esta mañana y ayer, en todas las oraciones, no solo hemos rezado por él, sino por todas las personas que, como él, se ven turbadas por esas enfermedades, no sé como llamarlo", zanja el fraile.
Un hombre vestido con mallas de correr irrumpió el sábado en el monasterio del Santo Espíritu del Monte, un recóndito paraje en la montaña de la localidad valenciana de Gilet. Se presentó como Jesucristo y anunció que iba a matar a los siete padres franciscanos que residen allí. Lo consiguió al menos con uno. Al hermano Juan Antonio, de 76 años, lo encontraron tendido en el suelo de su habituación con la sien hundida y a su lado una botella de licor Frangelico hecha pedazos. Llegó al hospital en estado crítico, donde finalmente falleció este lunes. Fueron 30 minutos de terror, según relatan ahora a El Confidencial desde el lugar del asalto.