El pueblo que ha salido del fango en tiempo récord: "Nadie ha venido a ayudarnos"
Como tantos pueblos aislados, en Pedralba han tenido que buscarse la vida para seguir adelante. Su autogestión les ha permitido volver a la normalidad en cuatro días
En la plaza Mayor de Pedralba, cuarenta kilómetros al noroeste de Valencia, vuelve a correr la cerveza. Después de cuatro días desfangando a destajo, los voluntarios han conseguido liberar las calles, algunos negocios han levantado el cierre y luce un espléndido sol de domingo. "Cómo se ha notado vuestra llegada, gracias de corazón. ¡Por vosotros!", brinda un vecino con un grupo de voluntarios de los pueblos aledaños.
De repente, ¡bum!, un fragmento de cornisa se desploma a un metro de la mesa. "¡Bueno, otra cosa más que arreglar, qué más da!", ríen en la terraza. Ya nada puede asustarles.
El martes, cuando la Generalitat envió el aviso de emergencia, no sonó ningún móvil en Pedralba. Llevaban una hora sin luz, agua o cobertura móvil. El aviso lo enviaron, de la forma más analógica imaginable, los vecinos. A oscuras y con una lluvia que impedía la visión, el alcalde, dos concejales y un policía municipal obraron el milagro: "En torno a las seis de la tarde vimos que el río crecía muy rápido y fuimos corriendo, puerta por puerta, a avisar a los vecinos", dice el alcalde Andoni León. "No había otra forma de comunicarse y aquí hay vecinos mayores, que a esa hora ya estaban durmiendo".
Como en la Gran Riada de 1957, aquí empezó todo. Hay una placa en uno de los muros que recuerda que "hasta aquí" llegó el agua en el 57; esta vez han superado la marca por más de un metro. De nuevo, la ruptura del barranco de Chiva provocó una rápida crecida del Turia, inundando lo que encontró a su paso. Pedralba se convirtió en una ratonera en pocos minutos. Al río, que delimita la ciudad por el sur, se sumó un torrente que bajaba con fuerza desde las ramblas del norte. De haber esperado al aviso oficial, la cifra de fallecidos habría sido escalofriante.
No todos estaban en el pueblo cuando empezó a llover. A Paco Sánchez, de 75 años, le pilló trabajando en su bar, El Chiringuito, al otro lado del puente sobre el Turia. "A las 7 vio que llovía mucho y quiso volverse al pueblo. Cogió la furgoneta del bar y..." recuerda su hijo, emocionado, a las puertas del bar. "Y le pilló una tromba de agua". La furgoneta de Paco sigue en medio de la carretera, empotrada contra un monte, con signos de haberse agarrado a las puertas con las manos enfangadas.
"Menos mal que el hombre pudo romper una ventanilla trasera, salir, agarrarse como pudo para que no se le llevase el agua y, poco a poco, gatear monte arriba", continúa el hijo. Paco pasó nueve horas agazapado en una pared casi vertical, esperando que le encontrase un vecino antes que el Turia. "A las cuatro de la mañana escucho voces y eran unos vecinos, que se habían encontrado a mi padre... no me lo podía creer", dice, de nuevo emocionado.
A donde no llegó el aviso fue a los diseminados, vecinos que viven fuera del núcleo urbano, al otro lado del Turia. Cuando el alcalde quiso ponerles sobre aviso, ya era imposible atravesar el río. De aquí son las víctimas mortales, una persona mayor que fue encontrada entre los escombros de su casa y un matrimonio de jubilados ingleses que tuvo tiempo para salir de la casa y coger el coche, pero la riada se los llevó antes de llegar al puente.
A los tres los encontraron los vecinos porque, hasta ayer, ninguna institución se dejó caer por Pedralba. "Aquí no ha venido nadie a ayudarnos: por no venir, es que no he tenido una llamada de la Generalitat en cinco días, solo de la diputación para arreglar la carretera. Ahora (por ayer) ha llegado el ejército, que están peinando la zona del río en busca de dos personas que están desaparecidas.", denuncia el alcalde.
Incluso por televisión es posible notar la angustia en la voz de Sonia Vidal. Los desaparecidos son su marido y su hijo, con una discapacidad que le impide valerse por sí mismo en un entorno tan hostil: "Estoy desesperada, lo he intentado todo. Aprovecho la televisión española para mandarle un mensaje a los reyes: como padres, les ruego que me ayuden a buscar a mi familia", implora. "Solos no podemos encontrarlos. Esta es una zona desolada, con poca población, en la que llegamos hasta donde podemos".
Lo cierto es que han podido muchísimo. En cuatro días, Pedralba casi funciona con normalidad. El secreto, desliza el alcalde, es que nunca esperaron a las instituciones. Para la vecina Ángela Aguilar, la cuestión es más pedestre: "Aquí hay muchos agricultores. Eso significa muchos tractores y muchas cubas. Se pusieron a sacar barro y tenías que verlos, funcionaban como una máquina".
A la cadena se han ido sumando vecinos de otros pueblo del Camp del Turia para echar una mano. El sábado se presentaron allí mil personas, un tercio de la población de Pedralba. Primero abrieron el hogar del jubilado para las personas sin casa, después recuperaron el agua conectando con los regantes, y al final recogieron alimentos y ropa para repartir entre los necesitados. Mientras, una legión de voluntarios han conseguido despejar casi todos los accesos para que lleguen los técnicos a valorar el estado de las estructuras, sobre todo del puente viejo, que se ha quedado en el chasis.
Una gestión ideal que comenzó cuando ni siquiera sabían que la DANA había afectado a otras zonas del litoral. No podían comunicarse con nadie y atravesar la única carretera operativa era un riesgo. "Hemos estado dos días a ciegas, sin saber qué había pasado, centrándonos en lo nuestro, que ya era dramático. Ahora, sabiendo lo de Horta Sud, bueno, pues podía haber sido peor", zanja el alcalde.
En la plaza Mayor de Pedralba, cuarenta kilómetros al noroeste de Valencia, vuelve a correr la cerveza. Después de cuatro días desfangando a destajo, los voluntarios han conseguido liberar las calles, algunos negocios han levantado el cierre y luce un espléndido sol de domingo. "Cómo se ha notado vuestra llegada, gracias de corazón. ¡Por vosotros!", brinda un vecino con un grupo de voluntarios de los pueblos aledaños.