El guitarrista valenciano que atravesó el funeral de Franco con un Rolls Royce
Hace 50 años, el valenciano Eduardo Bort grabó una joya del rock progresivo que cautivó al descubridor de Queen en Londres y hoy es pieza de caza mayor entre los coleccionistas de vinilos
Hace ahora medio siglo el rock progresivo dominaba el mundo. En aquel universo denso, rendido al virtuosismo de las cuerdas y los surcos interminables, un músico llamado Eduardo Bort (Valencia, 1948-2020) parió un vinilo sinfónico al que bautizó con su nombre. Hoy, esa epifanía psicodélica, cincelada entre los dedos de un Pink Floyd mediterráneo, es considerada como obra fundamental del progresivo nacional. La pieza valenciana de caza mayor entre los coleccionistas de discos de todo el planeta.
1974 no llegó a ser tan buen año como su hermano menor pero apuntaba maneras. El guitarrista compuso Eduardo Bort en Valencia y lo registró en Madrid con sus músicos del grupo Yann. El contacto de una amiga común, Judith Wardle, le condujo a las oficinas del sello discográfico EMI Odeon en Londres, donde el jefe de contratación, Joop Visser, escuchó cada corte de la obra con atención. Como contaba el propio Bort en la entrevista realizada por Álvaro G. Devís en Culturplaza, en 2019, "veniros a vivir a Londres y sobrevivid tres meses hasta que os consiga el permiso de residencia y una casa". Esta fue la condición de EMI para poder lanzarlos.
La política exterior condiciona quiénes somos y sobre todo quiénes podemos llegar a ser. En 1974 Gran Bretaña pertenecía a la Unión Europea y España a un tardofranquismo insostenible. El Estado asesinaba a los condenados Puig Antich y Heinz Chez con garrote vil, y los españoles sin visado eran inmigrantes ilegales más allá de los Pirineos. España era la anomalía de Europa. Los músicos de la banda rechazaron la aventura: bastante penuria era ser músico en tu propia tierra. Cuenta la leyenda que de aquella partida presupuestaria de EMI destinada para Bort salió la promoción de lanzamiento de Queen.
Vicente Fabuel, cronista musical y copropietario de Discos Oldies hasta su jubilación, mantuvo una buena relación con Eduardo. "Siempre me rechinó eso de que el capo de fichajes de la EMI desechase un contrato (a un precio que podría haber sido de saldo) con Bort y su grupo. Pocos visos de realidad porque entonces y aunque se llamasen Yann, ya eran Eduardo y su grupo, que es lo que siempre fueron las bandas de Bort. La opción de fichar a Queen con sus primeros temazos de 1973 (Keep yourself alive y Liar, nada que ver con la melaza de sus futuros discos) era absolutamente prioritaria.
El bueno de Eduardo, líder absoluto de su grupo, podría haber sustituido a los dos miembros que se habían ido y forzar la opción EMI que no sabemos a dónde le habría llevado, pero fijo que más lejos. Entre bromas y veras el affaire EMI le sirvió a Eduardo para jugar con que Queen, al menos en esos días, fueron segunda opción. Una sonrisa malévola -y al tiempo lastimera- se le escapaba cada vez que el asunto reaparecía en nuestros encuentros".
Desechada la opción internacional, la siguiente parada de Bort fue Madrid. Allí esperaba Gonzalo García Pelayo, hombre fuerte de la industria musical española en la década de los 70 y director del subsello Gong, perteneciente a Movieplay. "El disco de Eduardo Bort fue de los primeros que salieron en la serie Gong en 1975. Era parte de un lanzamiento de rock que también incluía a Tilbury, Granada y Gualberto. Estos tres los había producido yo y el de Eduardo me llegó hecho, producido por él mismo de manera impecable. Me gustaba especialmente su tema Pictures of Sadness, con el mejor solo de guitarra eléctrica que se hubiera editado en España, en el minuto tres de su desarrollo. El disco se ha ido convirtiendo en mítico para coleccionistas de aquí y de Japón", explicaba el productor en sus redes sociales en 2014, cuando presentaba a Bort en su regreso a la madrileña sala Clamores. Bort no quiso cobrar por aquel debut, solo pidió inversión promocional para su música.
A principios de 1975, el empresario musical José Luis Fernández de Córdoba llamó a la puerta del concejal tardofranquista de fiestas de Burgos Antonio García Martín. Ese encuentro supuso el origen y antecedente de todos los acuerdos entre administraciones públicas y promotores de grandes festivales de música pop. El ayuntamiento y el mánager lo denominaron 15 horas de Pop Ciudad de Burgos, la prensa del régimen como El Festival de la Cochambre. El 5 de julio, la plaza de toros de la ciudad castellana vio desfilar a Storm, Triana, Eva Rock, Burning, Gualberto, Companyia Elèctrica Dharma y Eduardo Bort como único cabeza de cartel valenciano, entre muchas otras bandas de rock relevantes del momento.
Finalizada la época de conciertos estivales, era el momento de grabar nuevo material y acordar futuras actuaciones. Bien entrado noviembre, en pleno funeral de Franco, Bort y sus músicos acceden por la Gran Vía madrileña al volante de un viejo Rolls Royce negro, propiedad del guitarrista. "En cuanto llegan a Cibeles tropiezan con una multitud que espera acordonada la llegada del séquito mortuorio. Tres o cuatro bocinazos hacen que la muchedumbre se abra dejando paso al Rolls, que avanza entre miles de madrileños que les vitorea, confundiéndolos con algún embajador extranjero o algo así", cuenta Fabuel en el libro coral Historia del Rock en la Comunidad Valenciana: 50 años en la colonia mediterránea (AvantPress, 2004).
"Los chicos, probablemente bien acompañados de alguna sustancia ilegal, tan satisfechos y orgullosos de su trabajo como ajenos a lo que allí se cuece, comienzan a olerse que aquel recibimiento no se ha montado para aplaudir su LP debut. Cuando la policía les obliga a parar y esos cuatro peludos salen del auto se arma la de padre y muy señor mío", concluye el cronista valenciano.
Con la llegada de la democracia y la nueva cultura de masas, Bort transitó sonoridades jazzísticas para regresar de nuevo al progresivo que demandaban sus giras internacionales por Japón y Sudamérica. Apreciado en el exterior, orillado hacia los invisibles reductos de los distinguidos de la guitarra en su país (el cineasta Isaki Lacuesta rodó su videoclip Amar o Julia en 2014).
En el ocaso de su trayectoria vital, en marzo de 2019, el Institut Valencià de Cultura de la Generalitat Valenciana le reconoció su aportación al legado musical del territorio, homenajeándolo con un concierto en el Teatre Principal de Valencia. La entonces directora adjunta de Música y Cultura Popular, Marga Landete, exponía el sentir de muchos aficionados al rock valenciano. "Ha sido y es un artista avanzado a su tiempo que de manera inexplicable no ha sido reconocido en su tierra. Espero y deseo que este concierto sirva para redescubrirlo y para que, aquellos que tienen como referentes a Santana o Pink Floyd, añadan a sus listas de reproducción los discos de Eduardo".
Hace ahora medio siglo el rock progresivo dominaba el mundo. En aquel universo denso, rendido al virtuosismo de las cuerdas y los surcos interminables, un músico llamado Eduardo Bort (Valencia, 1948-2020) parió un vinilo sinfónico al que bautizó con su nombre. Hoy, esa epifanía psicodélica, cincelada entre los dedos de un Pink Floyd mediterráneo, es considerada como obra fundamental del progresivo nacional. La pieza valenciana de caza mayor entre los coleccionistas de discos de todo el planeta.
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