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Por qué Valencia quiere recuperar su palacio real… y qué significado tiene
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MEMORIA URBANA

Por qué Valencia quiere recuperar su palacio real… y qué significado tiene

El máximo exponente de la consideración de Valencia como capital de un reino fue derribado. Sus restos, enterrados en el olvido. Varias iniciativas piden ahora su reconstrucción

Foto: Ilustración del Palacio Real de Valencia. (Virginia Lorente para la revista Lletraferit)
Ilustración del Palacio Real de Valencia. (Virginia Lorente para la revista Lletraferit)

Valencia, como Barcelona, Zaragoza, Palma de Mallorca o Nápoles, tuvo un palacio real homologable. Pero, a diferencia de todas ellas, no lo conserva. Perdió el edificio que, en palabras del historiador Vicent Baydal, “mejor representaba que el Reino de Valencia era un Estado”. Con el tránsito desde su esplendor hasta su decrepitud, enterrado bajo el asfalto, se pueden zurcir varias lecturas sociológicas emparentadas con la memoria y la autoestima identitaria.

Foto: Vicent Baydal. (Ana Cervera Domínguez)

La cuestión es que el Palau del Real de Valencia no solo no existe, sino que apenas hay asideros en la ciudad con los que conectarse a su historia. Durante estos meses varias voces lo reivindican a través de iniciativas que plantean desde su revalorización simbólica hasta la posibilidad de su reconstrucción. La de esa almunia —de los emires, en época musulmana— transformada en residencia del rey Jaume I y posteriormente en enorme complejo palaciego para sus sucesores.

Como apunta Baydal, se trataba, “junto al Palau de la Generalitat, del gran símbolo del hecho de que Valencia fuera capital de un reino dentro de la Corona de Aragón. Era el símbolo del poder central, del rey de la Corona, dentro de una composición centrípeta: por eso había palacios reales en otras capitales”.

placeholder Vista del Palacio Real de Valencia. (Cedida)
Vista del Palacio Real de Valencia. (Cedida)

Arrasado a principios del XIX por las tropas napoleónicas en la Guerra de la Independencia, tras su paso el capitán general de Valencia decidió demolerlo para evitar que los franceses lo tomaron como punto estratégico con el que atacar la ciudad. Mucho tiempo después, la construcción de La Pagoda se llevó por delante algunos de sus restos. Otros, más tarde, quedarían sepultados por el paso viario. Los restos más visibles se encuentran en los jardines de Viveros, donde pueden verse desnudos algunos elementos de la fachada sur del palacio.

Pero quizá el momento más especial en la conexión de la ciudad con su antiguo Real se produjo en 2004 cuando el geógrafo Josep Vicent Boira —hoy Comisionado del Corredor Mediterráneo— descubrió en París los planos originales que mejor permitían visualizar la composición del complejo arquitectónico. “Los planos del Palacio del Real llegan hoy a Valencia desde París con grandes medidas de seguridad", titulaba Levante-EMV en 2006.

Foto: La Pagoda de Valencia. (Alamy/Jeffrey Isaac Greenberg)

Como cuenta ahora el propio Boira por primera vez, en realidad su objetivo era otro: “Yo iba tras la pista de la actuación del mariscal Suchet en Valencia (un personaje de novela), durante su periodo de Gobierno. Los datos eran pocos, y más escasos todavía los de las autoridades militares de ocupación. Sabemos cosas del Ayuntamiento del momento, pero ¿qué pasaba con el gobierno militar?, ¿con los planes de actuación?, ¿con la policía de las autoridades francesas?, ¿con sus planes urbanos? Su documentación debía estar en algún lugar. Y comencé a buscar en los archivos del mariscal, depositados en París. El resultado, como suele pasar con la ciencia, fue otro al que esperaba: sí, aparecieron cajas llenas de documentos —todavía sin explorar— que tratan este período desconocido (en el que tanto avanzó Valencia en su modernidad urbana) pero una de ellas tenía como título "mapas y planos". Para un geógrafo como yo era vital saber su contenido. Cuando lo analicé apareció un nombre, "Palais de Valence", que llamó mi atención. Cuando pedí verlo, me llevé una de las sorpresas de mi vida: eran los planos más completos y mejor conservados del enorme y lujoso conjunto palaciego, morada de los reyes de la Corona de Aragón en Valencia. Inmediatamente pedí consejo a mi amigo y catedrático de Historia del Arte, Amadeo Serra, quien me confirmó la importancia del hallazgo”.

La toma de conciencia de la ciudad con su palacio ha ido cobrando relevancia al calor del descubrimiento. “El hallazgo de los planos —sigue Boira— fue una suerte de justicia histórica con este pasado nuestro. Los posteriores trabajos de desescombro y adecuación de sus ruinas (trabajos parciales todavía, que podrían ampliarse e integrarse mejor en el jardín de Vivers), la edición de libros, las campañas de personas como Lluis Mesa, las visitas guiadas, incluso proyectos en marcha de reconstrucción virtual gracias a nuevas tecnologías, devuelven a la vida lo que la incuria, la avaricia y la ignorancia derribó a principios del siglo XIX. Pieza fundamental de la memoria histórica de una ciudad, epicentro del gobierno de la Corona y también de la cultura virreinal, me gustaría hacer un llamamiento a recuperarlo de manera más activa todavía. En lo material y en lo inmaterial”.

Foto: Playa de la Malvarrosa. (EFE/Biel Aliño)

La llamada a su reconstrucción define las ambiciones con las que los expertos piden abordar el Real. “Soy partidario de la reconstrucción, aunque sea parcial, como se ha hecho en muchos lugares de Europa, donde se han levantado edificios completamente asolados”, reclama Baydal. “Sería un símbolo de la importancia y las aspiraciones de Valencia y de aquella estructura política de unión y pluralidad. Pero sobre todo sería una rebelión contra la propia historia del olvido sistemático al cual somos adictos los valencianos, que hemos destruido sin miramientos nuestro patrimonio a lo largo de los siglos”.

Boira recuerda como el poeta Teodor Llorente escribía que ojalá “por manos de hadas” aquel palacio pudiera reconstruirse. “Hay una asignatura que no se da en ningún centro urbano, que es la memoria urbana. Sin embargo, determina el futuro de las ciudades”. Ligado justo a ese porvenir, Vicent Baydal valora que levantar de nuevo parte del Palau “sería el símbolo de un cambio de rumbo: el hecho de que por fin los valencianos nos tomemos en serio a nosotros mismos”.

Valencia, como Barcelona, Zaragoza, Palma de Mallorca o Nápoles, tuvo un palacio real homologable. Pero, a diferencia de todas ellas, no lo conserva. Perdió el edificio que, en palabras del historiador Vicent Baydal, “mejor representaba que el Reino de Valencia era un Estado”. Con el tránsito desde su esplendor hasta su decrepitud, enterrado bajo el asfalto, se pueden zurcir varias lecturas sociológicas emparentadas con la memoria y la autoestima identitaria.

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