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Paco Cerdà, un enviado especial al 14 de abril
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Paco Cerdà, un enviado especial al 14 de abril

El autor de 'El peón' publica su nuevo libro sobre el día de la proclamación de la Segunda República. Es un acercamiento a los invisibles de aquella jornada que refuerza su apuesta por la no ficción, obsesionado con dar voz a quienes dejaron de tene

Foto: Paco Cerdá posa con su anterior nivela, 'El peón'. (EFE/Biel Aliño)
Paco Cerdá posa con su anterior nivela, 'El peón'. (EFE/Biel Aliño)

Paco Cerdà es de un pequeño pueblo de la comarca valenciana de La Costera. También es el autor de El peón, finalista a mejor libro extranjero en Francia (2022) y ganador de los Premios Cálamo (2020). Acaba de publicar 14 de abril, tras llevarse el premio de No Ficción de Libros del Asteroide. Antes había escrito Los últimos: voces de la Laponia española (2017).

Pero todo eso queda eclipsado por la verdadera especialidad de Paco Cerdà: la de encontrar el origen de sus libros en lugares insospechados. 14 de abril (Libros del Asteroide) nació en una pizzería, El peón, mirando la televisión del AVE. El próxima quizá le venga a ver en un parque acuático.

placeholder 14 de abril de Paco Cerdá
14 de abril de Paco Cerdá

Convertido ya en un rostro reconocible de la no ficción española, el género se le impregnó desde la adolescencia y allí sigue. Con 13 años lee a Ben Bradlee, atendiendo a cada detalle de la memoria del Watergate. En la Universidad llegan las clases de reporterismo de Joan M. Oleaque (guardián del relato de la Ruta del Bakalao). Practica el fetichismo en torno a la banda que escribía torcido: Tom Wolfe, Jimmy Breslin, Gay Talese, Hunter S. Thompson, Joan Didion, John Sack, Michael Herr. “No me ha interesado nunca ser novelista, lo que he querido es escribir reportajes. Por eso los mitifico”. Reportajes, reportajes, reportajes. Y más periódico. Se convierte en alevín del diario Levante, informando desde su comarca. De 2009 a 2017, desde Valencia, pasa a ocuparse en sus páginas de reportajes con cariz social: sigue el rastro de aquella gente que aparentemente no está cerca de las portadas.

Foto: Alice Kellen, en una imagen de archivo. (EFE/Manuel Bruque)

Entonces el Paco Cerdà de La Costera, el que se asoma a lo imprevisto, el de las prácticas cerca de su pueblo, un buen día, entrado 2020, está en la pizzería Luigi de Xàtiva. Mientras espera su pizza, horneada a leña, sigue dándole vueltas al próximo libro. Por primera vez siente cierta presión por publicar. El peón ha funcionado y el síndrome del libro de confirmación va haciendo de las suyas. En esa espera, recuerda 14 de julio, el libro de Éric Vuillard. “Si tuviera que hacer esto en un día de la historia de España… ¿Cuál sería? El 14 de abril”, piensa. “Un día del que apenas sabía”.

El salón lleno de periódicos

Acaba de comenzar su libro. Se pone a escribir en el aire. Rastrea los periódicos del 14 de abril de 1931. Los imprime y cubre el suelo de su salón de un manto de noticias que pisará durante los siguientes meses. “Podía haber comenzado consultando libros, pero quería ponerme en el lugar de una persona en ese momento”. En los fines de semana, toma el rotulador como quien siega y va cultivando una historia que todavía no existe. “Leyendo me llaman la atención las noticias sobre los muertos. Un día que nos ha llegado como una jornada de celebración pero que en realidad se había vivido con enorme tensión”.

Foto: Bárbara Blasco. (Sara Llopis)

La decisión de embeberse primero de los noticieros del día acaba siendo decisiva para componer un libro que, fragmentado por el avance de la jornada en la que se proclamó la Segunda República, trae al frente a personajes que nunca antes tuvieron voz, y enfoca sin interpretaciones ni juicios a algunos de los protagonistas principales del día. En una presentación, una experta en televisión vino a decirle que su libro era como ver a un realizador pinchando en distintas cámaras del país al mismo tiempo. En realidad era un autor trazando decenas de reportajes al unísono, sintiéndose parte de esas horas, sin presuponer qué estaba por llegar. “Una premisa importante pasaba por tener en cuenta que yo no iba a saber nada del 15 de abril, ya os apañaréis mañana… quería ser un enviado especial a ese día”.

En este tiempo de confección, obsesiva en detalles, se verá a sí mismo comprando en el Charter y preguntándose a esta hora de la tarde qué estaría pasando el 14 de abril. Un día, otro día. Dos vidas a la vez. Las páginas se encaran a partir de personas anónimas cuyo nombre apenas había trascendido. Es el acercamiento a la historia desde abajo, como el gesto de E.P. Thompson; como la microhistoria de Ginzburg.

El 15 no es el 14

Su método le obliga a escribir, también, desde el Excel. A hacer decálogos, diccionarios de la A la Z. La precisión necesita corsés y Cerdà se los ajusta. Un estructuralista anda suelto.

placeholder Proclamación de la Segunda República en Madrid. (EFE)
Proclamación de la Segunda República en Madrid. (EFE)

Uno de los episodios de mayor frustración ocurre cuando se dispone a abordar la historia propia de su abuelo. El abuelo, al que visita cada semana en el pueblo de Genovés, quien le examina desde pequeño ("¿Con cuántos países limita el Mar Negro?, ¿Quién va primero, Luis XV o Napoléon?"), le había contado que el 14 de abril, con seis años, su padre le subió a hombros y lo llevó a celebrar la llegada de la República a Valencia, sin saber que su padre después sería concejal, sin saber que su padre después será aprisionado, sin saber que su padre después será fusilado. “Toda la vida me había contado que fue el 14 de abril, pero al buscarlo en los periódicos vi que esa celebración había sido el 15. Haberlo incluido sería traicionarme, no era el 14”.

Una partida contra sí mismo

En sus tres libros hay una tensión casi mecánica, al borde de la colisión, entre autor y forma. Quizá en El peón (Pepitas de Calabaza) es todavía más evidente cómo Cerdà se pone pruebas continúas de las que sale vivo. Es la obra que resucitó a Arturo Pomar, la joven gloria del ajedrez español, utilizada por el franquismo hasta que comenzó a pocharse. Usar, tirar.

Foto: Rafa Lahuerta. (Foll/Drassana)

Se encontró con su historia en ese vagón del AVE, Valencia hacia Madrid. Una de las últimas personas que ve la tele del tren —“todavía no tenía internet en el móvil”—, atendiendo a un Informe Robinson en el que recordaban la vida fascinante de Pomar. Entonces su pareja, la novelista Puri Mascarell, se giró y le dijo: "Este es tu próximo libro". La profecía se ponía en marcha. Al bajar del AVE, al llegar al hotel, revisa qué se había publicado. Acercamientos superficiales, ajedrecísticos. “Tenía muchas de las obsesiones que me han acompañado: el deporte, la contraépica de los perdedores, la Guerra Fría, el franquismo, la propaganda, la utilización de una persona… y la invisibilidad de un personaje, que fue importante y ya nadie lo recuerda”.

Pero no bastaba con contar su existencia, con apretujarse a partir de Pomar, de Arturito, el centinela del ajedrez ibérico. Cerdà dibuja una partida que solo está en su cabeza. Entra en el tablero para escribir un relato —también hiperfragmentado— donde las piezas parecen moverse solas. “El año 62 debía ser la clave: la Crisis de los Misiles, el Contubernio de Múnich, la huelga de los mineros en Asturias…”. Y la partida de Arturo Pomar y Bobby Fischer en el invierno de 1962, en Estocolmo, con 77 movimientos. Paseando por Lisboa, Cerdà encaja todas las piezas: “¿Y si montara una historia con muchos peones donde todo llegara hasta el 62 y después del 62 yo ya no sé nada?, ¿y si lo trenzara a través de una partida de 77 movimientos, 77 fragmentos…? Me pongo muchas normas, muchas dificultades. Tenía ganas de hacer algo muy arriesgado en la forma. Era una manera de retarme, ver hasta dónde podía llegar con la forma”. Ordena con el Excel, es Paco Cerdà jugando una partida contra sí mismo que dura cerca de dos años y medio.

placeholder Paco Cerdá. (Cedida)
Paco Cerdá. (Cedida)

Su publicación coincide con la pandemia y el cierre. Interpreta que el trabajo de todo ese tiempo se irá por la borda. “Pero como todos somos peones, a veces hay fuerzas que gobiernan el tablero: sale la serie Gambito de dama y pone de moda el ajedrez”. Es el impulso para El peón, que renace. Si Cerdà había aprendido francés para poder leer Le Monde, de repente ve una crónica del libro en sus páginas. El tablero que se mueve.

La historia minúscula

Las historias del 14 de abril y El peón no comparten ni contextos ni escenarios ni atienden a las mismas pulsiones, pero pueden leerse con la continuidad de algunas claves comunes: la mirada minúscula de la historia (“la escritura nunca es neutral, pero intento tener una voluntad de compasión, sin prejuicios, sin ensañarme”), la escritura intensiva (“hay que sudar cada línea, y cada línea es cada línea”) y la consideración por cada vida que se cruza por el camino (porque, como escribe, “nunca un peón es sólo un peón”).

Foto: Librería Bangarang.

Cerdà, cuando se marcha, camina con la prevención de que ninguna historia se le pase por alto. Los mejores reportajes, como las primeras líneas, andan suspendidos en el aire.

Paco Cerdà es de un pequeño pueblo de la comarca valenciana de La Costera. También es el autor de El peón, finalista a mejor libro extranjero en Francia (2022) y ganador de los Premios Cálamo (2020). Acaba de publicar 14 de abril, tras llevarse el premio de No Ficción de Libros del Asteroide. Antes había escrito Los últimos: voces de la Laponia española (2017).

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