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El alegato feminista tras la cerámica Nolla que transformó la psicología europea
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JUICIO HISTÓRICO

El alegato feminista tras la cerámica Nolla que transformó la psicología europea

Tras el Palauet Nolla, un edificio a las afueras de Valencia que simboliza el esplendor cerámico de su fundador, se esconde la historia de Juana Sagrera, ingresada contra su voluntad en un manicomio

Foto: Vista del Palauet Nolla (Cedida)
Vista del Palauet Nolla (Cedida)

La cerámica Nolla, que cubre los suelos de muchas de las viviendas más flamantes de España, que reviste la Casa Batlló, ha vuelto a ponerse de moda muchas décadas después de su ocaso. Sus mosaicos con piezas de 4x4 fueron una revolución en la segunda mitad del siglo XX. Recorriendo pavimentos, de España a América Latina, aupados por mosaiqueros que los colocaban como quien compacta píxeles.

De colores vivos, un material resistente, con una producción en serie, Nolla fue la creación de un industrial catalán afincado en Valencia: Miguel Nolla (tatarabuelo de Rita Barberá). Tras coquetear con marcas similares en Inglaterra, se decidió a crear su imperio pieza a pieza. Y lo hizo desde un palacio entre huertos, en la localidad de Meliana, a un paseo de la capital valenciana. Allí levantó el Palauet, convertido en showroom para la burguesía y la aristocracia del momento. Pasarían desde los Romanov, los Hohenzollern, los reyes Amadeo de Saboya y Alfonso XII hasta Vicente Blasco Ibáñez o el director de orquesta Hans von Benda.

Les atraía la fiebre del gres, la promesa de conocer un enclave insólito donde, mientras en el palacete se celebraba, en la fábrica adyacente se producía a buen ritmo fabril. Aquel espacio “tenía como objetivo representar lo más atrevido, delicado y suntuoso que se podía realizar con la cerámica Nolla”, explican Xavier Laumain y Ángela López Sabater, responsables del Congreso Nolla.

El edificio, que todavía hoy sigue rodeado de huerta, ha sido recuperado tras años de decadencia y poco a poco retoma el esplendor. Paradójicamente, ahora atiende a los visitantes como prueba fehaciente del primor del trabajo cerámico. Un nuevo showroom adaptado a la divulgación general.

Foto: Dos cocineros sirven una paella en el World Paella Day. (EFE/Ana Escobar)

En cambio, detrás de este relato de éxito, del empresario hecho a sí mismo, apenas ha quedado espacio para Juana Sagrera, la mujer de Nolla, el puntal económico en la construcción del holding, pero todavía algo más trascendente: la artífice de una rebeldía femenista que revolucionó la psicología europea.

Las cartas, que en forma de diario, fue enviando a su círculo de confianza, han quedado como el único legado de una rebeldía velada que sacudió los cimientos del imperio Nolla. Tan solo el trabajo de la investigadora Marta Cuñat ha abordado su testimonio. En Las cartas "locas" de doña Juana Sagrera —escrito para la revista de historia de la psiquiatría del CSIC— refleja sus gritos de auxilio en forma de misivas.

Foto: Varias personas pasean por el centro histórico de Valencia capital. (EFE/Biel Aliño)
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Le escribe a su marido, Miguel Nolla: “Con las condiciones que me ponías, mejor era morir como tenía determinado; por fin lloré mucho, y esto me consoló algún tanto; contesté que me convenía. Ahora, Miguel, veo que no puedo resistir más, que creo que me mataría, que sufro mucho”.

Escribe a sus confidentes: “Estoy en una casa de dementes, mis hermanos engañada me han traído aquí (…) sufro mucho, pero no lo manifiesto; quisiera salir pronto de aquí, como corresponde, pronto, pues desde lejos les tengo miedo; velad por mi, no me abandonéis, pues no sé si me encerrarían aún”.

placeholder Exposición en el Palauet Nolla. (Cedida)
Exposición en el Palauet Nolla. (Cedida)

Debajo del suelo cerámico, la refriega familiar. El matrimonio entre Sagrera y Nolla había sido un buen match para el negocio común. Pero desde ese matrimonio, en 1839, Juana queda relegada: abandona su trabajo en los negocios textiles y contempla, mientras lee novelas románticas, el progreso empresarial. Al morir uno de sus hijos, los Nolla comienzan a reprender a Juana por actitudes inadecuadas: con el cólera golpeando Valencia, escapa temporalmente a Reus y desde allí los médicos de la familia avisan que Juana había abierto una sombrilla en mitad de una iglesia, se había estado bañando con unos soldados…

El tío de Juana, Gaspar Dotres, uno de los prohombres del momento, sale a su rescate. A la vuelta de Reus, Miguel Nolla le prohíbe la entrada al hogar familiar. Como reacción, Dotres sella sus testamentos relegando a la rama de los Nolla. A los pocos meses, la trama entre los médicos y Miguel Nolla tiende una trampa a Juana Sagreras y en lugar de a un viaje de placer la internan en un manicomio de San Baudilio de Llobregat. Argumentarían la obsesión compulsiva de la paciente. Será el detonante que desatará un enorme fuego en las academias de psiquiatría.

Foto: Vista de la entrada principal del balneario Alameda de Valencia. (Cedida)

Como escribe la investigadora Cuñat Romero, “gracias a la labor de una disciplina joven y en plena búsqueda de reconocimiento como era entonces la psiquiatría, cualquier actitud que presentara algún tinte ligeramente transgresor respecto al modelo establecido de feminidad burguesa pudo pasar a ser estigmatizada como enfermedad mental”.

El mítico psiquiatra francés Brièrre de Boismont elabora el informe Affaire Sagrera. Mediante el análisis de la escritura de Juana en las cartas, concluye que existen “pruebas que hacen inclinar forzosamente la balanza en pro de la enajenación mental de dicha señora”. Por el contrario, la Academia de Medicina y Cirugía de Valencia asegura que doña Juana “no podría estar, ni haber estado, loca”.

Foto: Vista del edificio original del Colegio Alemán de Valencia. (José Hevia/Fundación DOCOMOMO Ibérico)

Era la expresión de cómo la lucha entre las dos familias se había infiltrado en el territorio médico. La fuerza de Gaspar Dotres logra sacar del encierro a Juana. Terminan encausando a Miguel Nolla, a los dos hermanos de Juana, a varios comerciantes de Valencia, a los dos médicos y al director del manicomio. Como explica Cuñat Romero, es reflejo también del enfrentamiento entre las ideas más conservadoras de la psiquiatría y las posiciones renovadoras.

La expectativa del juicio agita a la prensa médica y a la valenciana durante meses. Contra todo pronóstico, Juana gana en los tribunales y los encausados entran en prisión. La sentencia recoge que la excentricidades de Juana o sus tendencias suicidas “eran del todo compatibles con el estado de salud mental”, recoge Cuñat, que expresa su sorpresa ante el “gran enigma de esa actuación judicial. ¿Por qué los jueces decidieron escuchar a Juana Sagrera, privilegiando esos sentimientos de buena madre que los médicos trataron de silenciar, aún arremetiendo contra la honra de profesionales de prestigio y provocando un escándalo sin precedentes?”.

Foto: Varias personas pasean por la huerta valenciana. (Cedida)

Era la victoria de la consideración médica de la víctima, del atrevimiento judicial y, también, del pulso que se cobró Gaspar Dotres y los Sagrera.

Con el tiempo Nolla se repuso, su fábrica despuntó con frenesí, su legado quedó inmaculado. El rey Amadeo I de Saboya visitó su palacete en 1871 para condecorarlo con la Gran Cruz de Isabel la Católica, diez años después de la entrada forzosa de Juana en el manicomio. Ella murió sola en la Calle Barcas de Valencia, él sigue siendo celebrado y el Palauet honra su memoria. La sentencia a favor de Juana Sagrera abrió una brecha decisiva en la psiquiatría.

La cerámica Nolla, que cubre los suelos de muchas de las viviendas más flamantes de España, que reviste la Casa Batlló, ha vuelto a ponerse de moda muchas décadas después de su ocaso. Sus mosaicos con piezas de 4x4 fueron una revolución en la segunda mitad del siglo XX. Recorriendo pavimentos, de España a América Latina, aupados por mosaiqueros que los colocaban como quien compacta píxeles.

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