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La lenta desintegración valenciana de Ciudadanos y por qué se reúnen en un McDonald's
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FIN DE CICLO VALENCIANO

La lenta desintegración valenciana de Ciudadanos y por qué se reúnen en un McDonald's

Las rupturas internas, la centralización en Madrid de los recursos económicos y las malas perspectivas electorales hacen cundir la sensación de fin de ciclo entre los naranjas

Foto: La foto de representantes de Ciudadanos de Alicante ciudad que circula las redes sociales.
La foto de representantes de Ciudadanos de Alicante ciudad que circula las redes sociales.

Ciudadanos nunca ha sido un partido descentralizado. Desde su nacimiento en Cataluña, y cuando el proyecto comenzó a crecer y decidió abordar el mapa político nacional, optó por una estructura muy verticalizada, también en el organigrama territorial. No queremos barones, se afirmaba, asumiendo el riesgo de que cortar las alas de forma deliberada a sus líderes regionales frenaba la implantación naranja en el conjunto del país. Esa configuración orgánica puede haber contribuido ahora a que la progresiva crisis de respaldo electoral que Ciudadanos sufre desde el fuerte retroceso que sufrió en las generales de noviembre de 2019, con la renuncia de Albert Rivera y la sustitución por Inés Arrimadas, se haya extendido como un castillo de naipes hacia los territorios, sin que hayan ejercido de dique de contención del proyecto nacional. Elección tras elección, la marca naranja va desapareciendo de las instituciones.

La Comunidad Valenciana, un territorio en el que Ciudadanos llegó a escalar al tercer puesto en las últimas autonómicas en 2019, no ha sido ajeno al proceso de descomposición de la formación. Desde la renuncia de Rivera y, posteriormente, de Toni Cantó como portavoz autonómico, se han sucedido las salidas del grupo parlamentario en las Cortes Valenciana. De los 18 parlamentarios autonómicos, solo quedan 13. Cinco se han pasado al grupo mixto, sin renunciar al acta del partido, cuyo liderazgo regional sigue siendo difuso.

Foto: Edmundo Bal en la convención autonómica de Ciudadanos en mayo. (EFE/Juan Carlos Caval)

La parlamentaria y portavoz de Economía en el Congreso, María Muñoz, ahora alineada con Edmundo Bal, es la coordinadora autonómica, pero pasa casi toda la semana en Madrid. Ruth Merino, portavoz en las Cortes, lleva la dirección política en la Cámara, pero siempre pendiente de las directrices centralizadas. Jesús Gimeno saltó de la dirección como responsable de Acción Institucional en desacuerdo con la moción de censura de Orihuela que descabalgó al PP de la alcaldía. y ha sido sustituido por Narciso Estellés, concejal de Valencia afin al portavoz municipal Fernando Giner. Este último ha anunciado su intención de volver a presentarse a las municipales y está recibiendo presiones de la prensa conservadora, especialmente de Las Provincias, con articulistas que le piden abiertamente que de un paso atrás para beneficiar al Partido Popular.

A día de hoy, se desconoce quién encabezará la lista autonómica. La coordinadora autonómica María Muñoz, partidaria de no tirar la toalla y presentar todas las candidaturas posibles, es uno de los nombres que suenan. Pero el enfrentamiento que vive ahora la organización entre Arrimadas y Bal puede cambiar los equilibrios internos.

Ninguna encuesta otorga representación autonómica o en las tres capitales de provincia a Ciudadanos. Todo eso, unido a la decisión de la dirección central en Madrid de cerrar las sedes de Alicante y Castellón y recortar el gasto cambiando de sede en Valencia, todavía en obras, ha arrojado una sensación de progresiva desintegración del proyecto en la región. Tras el cierre de sede está el sistema de cuentas centralizadas de Ciudadanos. La economía y los recursos dinerarios se gestionan completamente desde la calle de Alcalá, que ha aplicado recortes a nivel territorial. Oficialmente no se reconoce, pero no son pocos los cargos públicos en parlamentos autonómicos o municipios que han comenzado a devolver el recibo con la aportación económica de parte de su sueldo al partido. La foto que circuló la semana pasada de cuadros naranjas reunidos en un McDonald's ante la ausencia de sede física en Alicante ha contribuido a alimentar la percepción de fin de ciclo.

Alicante, zona cero

Si la situación del partido es preocupante en general, en el caso de la provincia de Alicante, donde Ciudadanos tocó poder en el Ayuntamiento de la capital y en la Diputación dando apoyo al PP, se vive en caída permanente. La fortaleza exhibida en las pasadas elecciones locales se ha desvanecido a medida que se van conociendo tanto los distanciamientos internos como las salidas.

En la Diputación de Alicante, los diputados Javier Gutiérrez, concejal por Xixona, y Julia Parra, edil por Sant Joan d’Alacant, sostienen al gobierno del Partido Popular de Carlos Mazón. Las exigencias iniciales de la formación naranja, con un pacto sellado con Toni Cantó de padrino en el arranque de la legislatura, se han desvanecido. Solo hay que asistir a un pleno para verlo. El acercamiento al equipo del actual PP es tal que resulta complicado acallar los rumores de integración en las próximas listas y más cuando los populares precisan un punch para reconquistar las dos localidades.

Foto: Inés Arrimadas, en un mitin en Valencia en la generales y autonómicas de 2019. (EFE) Opinión

En el último mes, se han producido varios hechos relevantes. Entre las salidas más sonadas y previsibles está la del exconcejal de Sant Vicent del Raspeig, Pachi Pascual, quien ya ha sido presentado y proclamado como candidato a la alcaldía del PP. El otro más reciente es una anécdota que ha circulado con sonido de fondo y es el hecho de que el alcalde de Sant Joan Santiago Román (Cs) y pareja de la diputada provincial asistiera a la puesta de largo de Carlos Mazón esta semana en Madrid. Sorprende porque Román es de los pocos candidatos que ya cuenta con el aval oficial para las elecciones locales de 2023.

El rosario de salidas es innumerable y el punto de inflexión, uno nuevo, provocado en octubre por la designación de Juan Ignacio López-Bas como coordinador provincial terminó de romper algunos puentes. El diputado nacional fue una persona clave en la moción de censura de Orihuela, donde la unión con el PSOE despojó al PP de unos de sus feudos electorales. El ascenso de López-Bas, cercano a Edmundo Bal y del que se especula que podría encabezar la lista de autonómicas por Alicante el próximo mes de mayo, también llevó a una cascada de dimisiones que encabezó el coordinador local, Miguel Ángel Sánchez, actual jefe de Gabinete de la vicealcaldesa de Alicante, Mari Carmen Sánchez.

El remate de todas estas fugas y desplantes lo está viviendo las filas del partido de Inés Arrimadas esta semana con la foto viral del equipo de Cs reunido en un McDonalds. Edmundo Bal ha salido en defensa de la imagen y, sin comerlo ni beberlo, nunca mejor dicho, Alicante ha pasado a ser foco mediático. De hecho, en la ciudad, es el único partido que sigue sin designar candidato a la alcaldía.

En la actualidad, no solo se enfrenta a esta crisis mediática, sino que afronta enormes dificultades para reagrupar sus filas. Un militante del partido confesaba a El Confidencial: “Ya no se sabe quién está o no afiliado”. Hay que tener en cuenta que, al menos una decena de cargos de la provincia, se han sumado al movimiento Somos Cs, donde destacan la vicealcaldesa Mari Carmen Sánchez; los concejales de Alicante Antonio Manresa y María Conejero y el diputado provincial Javier Gutiérrez, quien, además fue cesado este verano como coordinador provincial, entre otros.

Ciudadanos nunca ha sido un partido descentralizado. Desde su nacimiento en Cataluña, y cuando el proyecto comenzó a crecer y decidió abordar el mapa político nacional, optó por una estructura muy verticalizada, también en el organigrama territorial. No queremos barones, se afirmaba, asumiendo el riesgo de que cortar las alas de forma deliberada a sus líderes regionales frenaba la implantación naranja en el conjunto del país. Esa configuración orgánica puede haber contribuido ahora a que la progresiva crisis de respaldo electoral que Ciudadanos sufre desde el fuerte retroceso que sufrió en las generales de noviembre de 2019, con la renuncia de Albert Rivera y la sustitución por Inés Arrimadas, se haya extendido como un castillo de naipes hacia los territorios, sin que hayan ejercido de dique de contención del proyecto nacional. Elección tras elección, la marca naranja va desapareciendo de las instituciones.

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