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Las 3 misiones de Eliseu Martínez para que las campanas valencianas no dejen de sonar
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SIGUEN SONANDO AL IGUAL QUE HACE SIGLOS

Las 3 misiones de Eliseu Martínez para que las campanas valencianas no dejen de sonar

Un grupo de jóvenes ha sellado una relación especial con sus mayores, en un ritual desde el campanario que permite salvaguardar la tradición del sonido urbano

Foto: Eliseu Martinez, campanero de la Catedral de Valencia. (EFE/Manuel Bruque)
Eliseu Martinez, campanero de la Catedral de Valencia. (EFE/Manuel Bruque)

Eliseu Martínez Roig comenzó una pasión duradera con las campanas en un cibercafé. A los 15 años entró desde allí —porque no había internet en casa— en una web que agrupa el trabajo y el patrimonio de los campaneros valencianos: campaners.com. Se le abrió el universo. Desde aquel momento, su madre se convirtió en una aliada: teléfono en mano, comenzó a llamar hasta que dio con el presidente de los campaneros de la Catedral de Valencia, Llop i Bayo. "Lo esperamos en el campanario", se oyó al otro lado. En la Navidad de 2000, un adolescente se subió a la torre del Micalet. Desde entonces, dice, "soy un campanero más del grupo".

Martínez Roig tiene hoy 34 años, trabaja en el sector editorial, participa en proyectos de patrimonio inmaterial y escribe su tesis sobre los toques de campanas en Valencia. No se ha bajado del campanario en 22 años. Resulta un buen exponente de una generación nueva que ha quedado prendada por el poder sonoro y social de esas moles hechas para el sonido. Tras el descrédito que sufrieron en los setenta, consideradas antiguallas prescindibles, la combinación que se produce allá en lo alto de los templos —con veteranos y noveles juntos en pleno ritual— simboliza un tiempo de mayor aprecio generacional.

placeholder Varias personas hacen sonar las campanas de la Catedral de Valencia. (E. M.)
Varias personas hacen sonar las campanas de la Catedral de Valencia. (E. M.)

Esos dos grupos de edades diferenciadas actúan como un cuerpo único. "No tenemos jerarquías. Antiguamente existían, dependiendo de la experiencia y la responsabilidad. Pero hoy en día, cuando empezamos a tocar, nos ponemos de acuerdo en cómo haremos, y se genera un diálogo entre nosotros y entre las campanas. Incluso nos ponemos de acuerdo para innovar, introducir matices, sin que el toque cambie de significado".

Comienza ahí una suerte de estrategia corporal con la expresividad de una danza: fijar la posición del cuerpo, de las manos, dónde poner los pies… para no enredarse con las cuerdas. Pero no hay secreto, indica Roig, porque "la campana siempre lleva el timón. No puedes estar en contra de la campana. Lo primero que hay que aprender es que la campana puede contigo. Hay que perderle el miedo, sí, pero no el respeto. Es como una relación amorosa, entrar en armonía, hablar y dejar hablar, dar y recibir energía".

Foto: Foto: iStock.

En el tiempo que transcurre entre el primer contacto en el cibercafé hasta aquí, la generación valenciana de Martínez Roig ha asumido una triple misión que se condensa en aceptar que las campanas en realidad son un transmisor hereditario de nuestra vida en sociedad. Las caras de empeño y concentración en el campanario reflejan una lucha entre la historia.

1. Las campanas como cohesionador social

"Las campanas han sido, y siguen siendo, un medio de comunicación, pero también un elemento cohesionador, por ser la música de las emociones compartidas. Cualquier elemento que vincula comunidad (personas, grupos) con las emociones que comparten, suele motivar el interés de los individuos. La música de campanas, al reproducirla y escucharla, nos hace sentir parte del todo, miembros de un algo. Nos hacen sentir acompañados.

placeholder Traslado de una de las cuatro campanas de la iglesia del Rosario del barrio del Cabanyal de Valencia tras ser restaurada. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)
Traslado de una de las cuatro campanas de la iglesia del Rosario del barrio del Cabanyal de Valencia tras ser restaurada. (EFE/Juan Carlos Cárdenas)

Por otra parte, el hecho de ser capaz de hacer sonar estos grandes instrumentos supone un intercambio de energía brutal, entre uno mismo y la campana y entre compañeros. Somos capaces de coordinar el sonido de toneladas de bronce con tan solo una mirada o un pequeño gesto. Tocar una campana que es tres veces más grande que tú y pesa diez veces más".

2. Desarticular una falsa idea de modernidad

"Hace un tiempo, mi compañero Marcos definió como un proceso de ‘destradicionalizar’ lo que ocurrió en los años 60-70. Se dejaron de realizar actividades y prácticas culturales debido a una necesidad emocional de modernización. Pero era una falsa modernidad aquella, ya que rompió con los elementos sociales y culturales que reforzaban los lazos sociales y dotaban sentido a la vida, a los días. Años después, se da un proceso de ‘retradicionalización’. Es decir, de búsqueda de los orígenes, de las raíces, de aquello que hacía felices a nuestros antepasados y les consolidaba la idea de continuidad, de estabilidad temporal. Este proceso de búsqueda suele ir acompañado de otro de patrimonialización. De darle un valor añadido a lo que antiguamente era algo habitual, para destacar su importancia a nivel social, y también personal. Así ha sucedido con las campanas y sus toques.

A la gente le ha picado la curiosidad, al saber que en cada torre las campanas se tocan de forma diferente. La gente ha sentido necesidad de conocer cómo sonaban sus campanas, para volver a sentirse identificados con ellas, a través de ellas. Las campanas hablan de nosotros y nos encontramos a nosotros mismos cuando reconocemos nuestras músicas, nuestras fiestas, nuestras formas de hablar, nuestras recetas, y también nos reconocemos a través de nuestras campanas y su música, sus toques. Decenas de grupos han surgido a través de este proceso, conociendo a otros campaneros y buscando su propia música de campanas después".

3. Escuchar el sonido de hace muchos siglos

"Las campanas nunca cambian su sonido, a no ser que se quiebren. Por tanto, cuando escuchamos una campana del siglo XIV, XV, etc. estamos escuchando exactamente el mismo sonido que cuando fue fundida. La conexión con ese momento, con el pasado, es totalmente directa. A su vez, esa pieza, bien conservada, puede sonar durante 700 años más. Pensándolo así, la conexión con el futuro es, si cabe, más emocionante aún. Tener la oportunidad de legar a las generaciones venideras una música intacta del pasado que nosotros hemos sabido seguir reproduciendo. Si dejamos perder esta música, cortamos el discurso, la narración acústica de la historia, de nuestra existencia comunitaria. Los pueblos y ciudades están llenos de sonidos, de músicas y ritmos que los identifican, y que enmarcan el día a día, el paso del tiempo y de las generaciones".

Foto: Joan Ruiz

Vistos de perfil, estos guardianes de las campanas, encaramados en las alturas de la Catedral de Valencia, son como peones entre siglos, capaces de unir con manos, pies y cuerdas un vínculo habitualmente desgajado por el frenesí rupturista. Las campanas siguen sonando.

Eliseu Martínez Roig comenzó una pasión duradera con las campanas en un cibercafé. A los 15 años entró desde allí —porque no había internet en casa— en una web que agrupa el trabajo y el patrimonio de los campaneros valencianos: campaners.com. Se le abrió el universo. Desde aquel momento, su madre se convirtió en una aliada: teléfono en mano, comenzó a llamar hasta que dio con el presidente de los campaneros de la Catedral de Valencia, Llop i Bayo. "Lo esperamos en el campanario", se oyó al otro lado. En la Navidad de 2000, un adolescente se subió a la torre del Micalet. Desde entonces, dice, "soy un campanero más del grupo".

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