La baja representación femenina en los festivales valencianos: señoras, bajen del escenario
Las mujeres son una minoría en los grandes citas, mientras la pequeña y mediana empresa de la industria musical de la comunidad intenta alcanzar la paridad sobre los escenarios
Woodstock no fue el primer festival de música de la historia, pero aquel cónclave hippie, celebrado entre el 15 y el 18 de agosto de 1969 en el pequeño pueblo de Bethel (Nueva York), permanece en el imaginario colectivo como el acto fundacional de los macrofestivales contemporáneos tras congregar a medio millón de espectadores. Entre sus 32 actuaciones programadas, tres mujeres solista subieron al escenario: Janis Joplin, Joan Baez y Melanie, y otras dos ejercían de vocalista en sus respectivas bandas: Nancy Nevins en Sweetwater y Grace Slick en Jefferson Airplane.
53 años después, de los dieciséis artistas del valenciano Festival de Les Arts hubo tres representantes femeninas y un grupo mixto, y de los cuarenta músicos que desfilaron por el Festival Internacional de Benicàssim, excluyendo a los dj's, solo siete eran mujeres, además de dos compuestos. Iniciada ya la tercera década del siglo XXI, la brecha de género es una de las continuidades del indie canónico con aquel mundo en Guerra Fría.
En cambio, en el Big Sound Festival, la gran cita nacional de nuevas músicas urbanas, en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, Nathy Peluso, Lola Índigo, Ptazeta y Bad Gyal copaban los puestos de honor del cartel junto a Nicky Jam, C.Tangana y Bizarrap. La desigualdad estructural del sector habita en céntricas oficinas de contratación y no en las letras explícitas del rapero de barriada.
Esto no es una anomalía valenciana, la infrarrepresentación femenina en los festivales es estructural, tanto en España como a nivel global. En 2021, la asociación Female Pressure realizó un estudio mundial sobre el porcentaje de mujeres en los festivales entre 2012 y 2021, el resultado tras analizar 87 macroeventos españoles fue del 19,6%.
Frente al modelo del macrofestival valenciano, que recibe ayudas públicas, pero rara vez aplica parámetros artísticos que reflejen la realidad social, en la Comunidad existen otras iniciativas musicales, desde la pequeña y mediana empresa y las instituciones públicas, que sí han logrado evolucionar hacia la igualdad, muchas veces al amparo de los recintos culturales municipales. A lo largo de 2022, en los Conciertos de la Feria de Julio, en Viveros, actuaron catorce grupos masculinos y doce femeninos, el festival Deleste y la Fira Valenciana de la Música-Trovam, en colaboración con la Generalitat, llegaron al 50% de músicas, mientras que el Nusa, en La Rambleta, y Pops Marítims, en La Marina de Valencia, presentan más mujeres que hombres.
En 2014, cuando el asunto de la paridad en los escenarios aún no estaba de pleno en el debate público, Ada Diez y Lourdes Sanz ejercieron como pioneras creando el Truenorayo Festival. Un enclave por el que han transitado Cariño, Hinds, Soleá Morente, Javiera Mena, Melenas, Júlia, Lorena Álvarez, Lisasinson, Las Odio, Ginebras, Lidia Damunt o Luna Valle, algunas cuando su trayectoria comenzaba.
Los próximos 23 y 24 de septiembre, el público valenciano podrá presenciar en la sala Mutant a Natalia Lacunza, Los Punsetes, Soledad Vélez, Xenia o Amor Butano, en el marco de la novena edición. “Nosotras escuchábamos solistas y bandas femeninas y nos dimos cuenta de que el mainstream y los festivales no reflejaba la diversidad musical valenciana. Lanzamos nuestro primer vinilo recopilatorio de grupos femeninos, la iniciativa 'Hits with Tits', porque pensamos que era la forma de reivindicarlas. Un año después, en 2014, creamos el Truenorayo, en el Casal Jove de Puerto de Sagunto, donde estuvimos entre 2014 y 2016. En 2017, nos trasladamos al complejo de Las Naves de Valencia y la acogida ha sido extraordinaria, hemos vendido todas las entradas cada año. Hay público para las mujeres que se suben a los escenarios”, explica Diez.
Todos los festivales reciben dinero público, en mayor o menor cuantía, pero a día de hoy, el porcentaje de mujeres en los carteles de los eventos musicales no se acerca a la paridad en la mayoría del ecosistema musical. “Ese gasto de la administración debe tener un retorno social y fomentar proyectos donde la mujer esté en igualdad de condiciones. Hace unos años no había mujeres tocando en los festivales y nadie protestaba. Los programadores no se planteaban esa ausencia como un problema. Las iniciativas musicales creadas desde las instituciones públicas sí han aplicado estos criterios de paridad, pero en general, en la industria, las decisiones sobre programación y elección de bandas para confeccionar un cartel las toman hombres (aún son escasas las mujeres en puestos de dirección) y estos, de manera natural, ni se plantean esta anormalidad”, incide la promotora valenciana.
Truenorayo Festival se mantiene fiel a sus principios desde 2014, según relata Ada Diez: “Resistimos, como todos los festivales pequeños y medianos. Esto es un ejercicio anual de aguante, aunque tengamos apoyo institucional y de patrocinios privados. El público acude a los conciertos y a las programaciones paralelas de ilustración y otras artes, porque al final, la problemática es la misma en todos los ámbitos culturales: hay corrientes de opinión que no nos considera profesionales, como si las mujeres tuviéramos aficiones y no trabajos culturales. Y si hay menos grupos de mujeres es porque a los hombres se les permite ser mediocres y continuar su carrera pese a ello. A las músicas se les exige más”.
Hace unos años, las Hinds, partícipes del Truenorayo 2020, soportaron unas críticas furibundas por destacar en la escena internacional, las notables reseñas en Reino Unido y Estados Unidos por su frescura, se tornaron acusaciones por falta de destreza técnica en España. “Sigue existiendo una línea mediática que juzga con mayor dureza a la mujer que busca su espacio alejándose del molde tradicional. Deja de ser un juicio musical sino de género. Hay grandes bandas compuestas por mujeres y hay que apostar por ellas, en 2018 contratamos a Cariño y ahora están tocando ante 20.000 espectadores. Esa es la labor de los programadores, dar continuidad a las mujeres que empiezan para que tengan la oportunidad de progresar”, concluye Ada Diez.
Cuando el movimiento feminista consiguió hacer del 8 de marzo una fecha de reivindicación popular masiva, algunos promotores musicales privados y entidades públicas aprovecharon la cita para realizar conciertos de celebración con músicas como protagonistas. Los colectivos y organizaciones de mujeres del sector musical se alzaron contra estos eventos, denunciando las profundas desigualdades de una industria que solo las reclamaba una vez al año y después las orillaba. El llamamiento a la huelga del año 2021 exponía que “cada 8 de marzo surge una competición en los medios, y en las programaciones culturales, en la que se nos usa de manera decorativa como una herramienta de redención que genera una falsa sensación de haber cumplido. Queremos denunciar la hipocresía que esto supone, la sobreprogramación durante el mes de marzo nos invisibiliza y precariza el resto del año”.
Los datos de hace apenas un lustro eran desoladores. La asociación MIM (Mujeres y Música) realizó un informe, en 2017, reflejando que solo un 11% de músicas actuaron en festivales. Este porcentaje ha ido creciendo desde entonces hasta alrededor del 20% en la actualidad, pero en territorio valenciano es el pequeño y mediano empresariado quien desarrolla un compromiso con la igualdad para proyectar y fomentar el trabajo de las mujeres artistas de manera transversal durante todo el año.
Woodstock no fue el primer festival de música de la historia, pero aquel cónclave hippie, celebrado entre el 15 y el 18 de agosto de 1969 en el pequeño pueblo de Bethel (Nueva York), permanece en el imaginario colectivo como el acto fundacional de los macrofestivales contemporáneos tras congregar a medio millón de espectadores. Entre sus 32 actuaciones programadas, tres mujeres solista subieron al escenario: Janis Joplin, Joan Baez y Melanie, y otras dos ejercían de vocalista en sus respectivas bandas: Nancy Nevins en Sweetwater y Grace Slick en Jefferson Airplane.