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De Jávea a Moraira: el verano y el fin de la pandemia traen otra vez las invasiones de bañistas
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COSTA BLANCA

De Jávea a Moraira: el verano y el fin de la pandemia traen otra vez las invasiones de bañistas

Las calas de Alicante vuelven a enfrentarse a un torrente de visitantes. Los ayuntamientos tratan de gestionar accesos. Conservan algunas medidas de la etapa covid para el control de la gente

Foto: Los coches colapsan el acceso a Granadella. (Cedida)
Los coches colapsan el acceso a Granadella. (Cedida)

Drones con altavoces, boyas ecológicas, barreras, guardias de seguridad, aplicaciones con aforos… La temporada alta arranca con inmejorables expectativas para el sector turístico y la protección de calas y playas se deja al buen entender de los ayuntamientos. Cada localidad tiene su geografía y sus problemas y julio comienza sin controles de aforo tras dos años de pandemia. La costa norte alicantina es rica en calas y rincones cuyas fotos, por su espectacularidad, saltan de móvil en móvil, pero pasar una mañana en algunos de estos recónditos parajes puede ser cualquier cosa menos algo parecido al paraíso. El adiós a las limitaciones y el afán por recuperar el tiempo perdido, vuelven a dejar paso a las tradicionales invasiones de coches y bañistas.

Las calas de Jávea de la Granadella y El Portet o Barraca —la de casas blancas con puertas azules añil— tienen su acceso limitado por coche. El Ayuntamiento optó hace tres años por instalar unas barreras para evitar que los vehículos aparcados colapsaran las estrechas carreteras que dan acceso a dos aparcamientos. “Había un riesgo importante si ocurría algo. No podían pasar ni ambulancias ni bomberos, así que desde entonces hay un servicio de vigilancia que empieza a las 9 de la mañana”, explica Antonio Miragall, concejal de Medio Ambiente y Playas del Consistorio javiense.

placeholder Control policial en el acceso a las calas de de Jávea. (Cedida)
Control policial en el acceso a las calas de de Jávea. (Cedida)

Hay dos pequeñas zonas de aparcamiento con 130 plazas en la Granadella y unas 60 en el Portixol, pero los fines de semana es fácil que para las 09.00 ya estén llenas. “Esperamos poner en marcha, aunque sea a mitad de julio, un servicio de autobús para las calas”, avanza el edil. En caso de no encontrar sitio, el paseo es de dos y un kilómetro, respectivamente, con un pronunciado descenso.

El Ambolo, catalogada como cala virgen en la propia web del municipio, permanece cerrada desde hace años por riesgo de desprendimientos. El Ayuntamiento ha puesto un cartel de prohibido el paso al inicio de la urbanización que daba acceso.

Foto: Turistas toman el sol en Tabarca. (Alamy/Dave Henrys)

Pero la avalancha turística también llega por mar para visitar la Cova Tallada. Situada dentro del parque natural del Montgó y en el límite con Dénia, las excursiones en kayak se han terminado convirtiendo en una especie invasiva. Hasta un centenar de embarcaciones se llegaban a congregar a las 09.00. “Se habló con las empresas y a pesar de las primeras reticencias, ahora han visto que es más práctico que cada una tenga una hora”, comenta Miragall. El acuerdo es un máximo de 20 embarcaciones por un tiempo de 45 minutos.

Tanto efectivos del parque como de los dos ayuntamientos han acordado aumentar la vigilancia sobre esta cueva tras registrarse numerosos accidentes. Los bomberos del consorcio alicantino han tenido que actuar en más de una ocasión, ya que el acceso a pie es complicado y, sobre todo, resbaladizo.

Finalmente, ambos consistorios han optado por mantener su canal de Telegram para informar de los aforos con el objetivo no de prohibir, sino de sensibilizar y proteger la zona. La cueva se encuentra en un entorno protegido, pero la ‘mala’ curiosidad ha sido la artífice de muchos accidentes.

El carácter de rincón apartado o cala virgen se ha convertido en un hándicap. Mientras atrae a más visitantes, también se pone en riesgo su protección. Otro ejemplo es el de cala Paradís (Jávea), solo accesible por mar. La difusión en redes sociales de que se puede acceder a primera hora de la mañana, con la marea más baja, ha provocado colas de tablas de paddle surf y kayaks con el objetivo de lograr una foto en su diminuta lengüeta de piedrecillas.

placeholder Vista de la playa de la Granadella. (EFE)
Vista de la playa de la Granadella. (EFE)

Este tipo de enclaves no se controlan. Están fuera de la vigilancia reglada que licitan las concejalías cada año. El resultado es la aparición de plásticos y suciedad en la costa. A pesar de los llamamientos al civismo, los resultados dependen de a quien se le pregunte.

Las patrullas ‘picker’ y los paneles

Este hecho provoca dos consecuencias: la conservación de algunas medidas de vigilancia de la pandemia y la aparición de grupos de voluntarios y nuevas prácticas de limpieza ambiental. En este segundo caso, el nacimiento de grupos o asociaciones de voluntarios es habitual.

En Teulada-Moraira y en general en la comarca de la Marina Alta, están 'The litter pickers, zwerfvuilruimers, picadores de basura of Jalon' y, en Alicante ciudad, se puso en marcha la práctica del plogging (deporte más limpieza) con RREvolution. En numerosas poblaciones, empresas de las comarcas apoyan iniciativas de este tipo. También colaboran los clubes náuticos y las cofradías de pescadores, aunque ya a otro nivel.

Foto: Vista de la playa de Poniente. (Ayuntamiento de Benidorm)

Respecto al mantenimiento de medidas, localidades como Benissa mantienen activa la aplicación donde se informa de los aforos de las playas y calas, además de las plazas de aparcamiento cercanas a cada una de ellas. Esta localidad junto a la de Altea forman parte de los planes de sostenibilidad turística y ambas esperan que con esta información se disuada a quienes no siguen las normas.

Teulada-Moraira comparte con Benitatxell una cala muy conocida entre los senderistas: Llebeig. Es necesario caminar una media hora desde el aparcamiento más cercano y estar en buena forma física. Esta circunstancia es la que más la protege. Eso y el hecho de estar fuera de la ruta de autobús que facilita el Ayuntamiento para reducir la contaminación, apuntan fuentes municipales.

placeholder Acceso a una de las playas de Benidorm. (Comunicación Ayuntamiento de Benidorm)
Acceso a una de las playas de Benidorm. (Comunicación Ayuntamiento de Benidorm)

El problema al que se enfrentaban esta temporada era similar al de la Cova Tallada de Jávea. Aquí hablamos de El Portet. Es uno de los puntos de mayor afluencia de barcos para bucear y un estudio encargado a la Universidad de Alicante avisaba sobre el riesgo de pérdida de posidonia. La solución que se ha puesto es la de instalar 22 boyas ecológicas para evitar que se utilicen anclas para el fondeo. Teulada dispone de un autobús gratuito que recorre playas y calas.

En Alicante, se quedarán para ofrecer información los paneles de dos de las playas urbanas: Postiguet y La Albufera. Fuera del ámbito de acciones, queda toda la zona de calas del Cabo de las Huertas, donde los problemas vienen derivados de la suciedad que provoca la invasión de bañistas. La proximidad urbana, con urbanizaciones a pie de costa, deja pocos metros libres.

Foto: Varios turistas toman algo en una terraza de Benidorm. (EFE/Manuel Lorenzo)

Su desgaste recuerda al que sufren los pequeños rincones de la isla de Tabarca, un enclave de 1.860 hectáreas que puede recibir al día 5.000 turistas ávidos de aguas cristalinas.

Vigilancia y aglomeraciones

De la pandemia también se han quedado otras iniciativas para controlar y vigilar las costas alicantinas. La Vila Joiosa, al sur de Benidorm, es una de las poblaciones con más kilómetros de costa de la provincia, concretamente 15. El Ayuntamiento dispone de un sistema de drones. “El dron de la unidad aérea dispone de altavoz que puede emitir mensaje en tiempo real”, explican desde el Consistorio. El sistema ya se utilizó en la época de restricciones para disolver acumulaciones de personas en zonas de arena.

Foto: Turistas ingleses en un bar de Benidorm. (EFE/Manuel Lorenzo)

De los más de 14 puntos que vigila la Policía, hay calas como Bol Nou y La Caleta que tienen el acceso controlado; aunque la más problemática en este aspecto es la nudista del Racó del Conill. En verano, estas circunstancias obligan a la administración local a poner en marcha un dispositivo por mar, tierra y aire.

“En cuanto a la Unidad Marítima son objetivos la colaboración con el servicio de salvamento y socorrismo del DYA, para evitar el fondeo de embarcaciones en zonas de baño y zonas protegidas, control de motos acuáticas, así como controlar la calidad del agua, vertidos, plagas de medusas, etc. Por parte de la Unidad Aérea se realizarán vigilancias en colaboración con la Unidad Marítima y Socorristas para la localización de bañistas y personas en calas, control de zonas de difícil acceso y localización de embarcaciones y de peligros en el mar”, trasladan.

placeholder Varias personas pasean por Benidorm. (Comunicación Ayuntamiento de Benidorm)
Varias personas pasean por Benidorm. (Comunicación Ayuntamiento de Benidorm)

Otras localidades han aprovechado el paréntesis que ha supuesto la pandemia para ofrecer soluciones alternativas o de gestión en sus espacios. Por ejemplo, una de las novedades este verano es el uso de banderas para daltónicos en las playas de Dénia.

Benidorm, municipio pionero e innovador, ha optado por conservar los seis metros de primera línea de playa y permitir el paseo en la orilla del mar. Un auténtico río de gente camina habitualmente de una punta a otra de las playas. La capital turística de la Costa Blanca conserva y aplica numerosas medidas informativas. Desde el Ayuntamiento, explican que se dispone de un plan de gobernanza para el cuidado de las playas; pero se advierte de que, en este arranque de temporada, la gente sigue guardando las distancias.

Drones con altavoces, boyas ecológicas, barreras, guardias de seguridad, aplicaciones con aforos… La temporada alta arranca con inmejorables expectativas para el sector turístico y la protección de calas y playas se deja al buen entender de los ayuntamientos. Cada localidad tiene su geografía y sus problemas y julio comienza sin controles de aforo tras dos años de pandemia. La costa norte alicantina es rica en calas y rincones cuyas fotos, por su espectacularidad, saltan de móvil en móvil, pero pasar una mañana en algunos de estos recónditos parajes puede ser cualquier cosa menos algo parecido al paraíso. El adiós a las limitaciones y el afán por recuperar el tiempo perdido, vuelven a dejar paso a las tradicionales invasiones de coches y bañistas.

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