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El edredón con el que el asesino de Moraira envolvió el cuerpo tenía su apellido escrito
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Y DESVELÓ SU IDENTIDAD

El edredón con el que el asesino de Moraira envolvió el cuerpo tenía su apellido escrito

Asesina a su mujer y se va de copas por Benidorm

Foto: Imagen del contenedor donde fue encontrado el cadáver en Moraira. (EFE)
Imagen del contenedor donde fue encontrado el cadáver en Moraira. (EFE)

El pasado 17 de febrero, en Moraira, Alicante, unos operarios de la basura localizaron dentro de un contenedor subterráneo el cuerpo sin vida de una mujer. Inmediatamente dieron aviso y al lugar llegó el grupo de homicidios de la Guardia Civil. El cadáver tenía una bolsa de plástico negra cubriendo la cabeza. El cuerpo estaba envuelto en una sábana empapada en sangre y por encima, un edredón. El asesino lo había atado alrededor con cuerdas blancas de tender, en un intento estúpido de ocultar la atrocidad.

Un holandés confiesa el asesinato de la mujer hallada en un contenedor en Moraira

Tras registrar el lugar, no hallaron ningún objeto personal que les permitiera identificar el cadáver. Sin embargo, analizando la escena lograron inmediatamente saber quién era la víctima y quien su posible asesino. Utilizaron dos datos. El primero un tatuaje en la mano de la mujer. Un pequeño dibujo de un corazón perfilado en negro, concretamente en el dedo anular y el nombre de Arthur escrito al lado.

placeholder Agentes de la Guardia Civil registran la inmobiliaria junto al asesino confeso. (EFE)
Agentes de la Guardia Civil registran la inmobiliaria junto al asesino confeso. (EFE)

El segundo dato lo extrajeron del edredón que envolvía el cuerpo. Al revisarlo se dieron cuenta de que en una de las esquinas había un apellido escrito a mano con un rotulador gordo, habitual en la gente de la zona que lleva la ropa de cama a la tintorería para que no se pierda. Juntaron nombre y apellido y tan simple como consultar Facebook. Allí estaban asesino y víctima: Arthur Karvink, a punto de cumplir los 60 años, y junto a él, Alina, de 30.

¿Qué hacía su edredón envolviendo el cadáver de su mujer y por qué no había denunciado su desaparición? Los agentes acudieron inmediatamente al domicilio de ambos a hablar con él, pero llegaron tarde, a esa hora se estaba entregando en el cuartel más cercano.

Al revisar el edredón, vieron un apellido escrito a rotulador, habitual en la gente que lleva la ropa de cama a la tintorería para que no se pierda

El hombre, exmiembro de las fuerzas especiales del ejército de Holanda, confesó todos los detalles del crimen. El Confidencial ha accedido a la confesión que le hizo ante el juez: “El sábado 15 de febrero encontré a Alina besándose con otro hombre en el bar Cucaracha. No era la primera vez que lo hacía. Yo había bebido, me acerqué a ella y le dije que estaba cansado de eso”. Ella, según los testigos, siguió besándolo como si nada. Arthur abandonó el local muy nervioso y poco después Alina se fue con el hombre. Regresó a los veinte minutos. La camarera le advirtió que se había olvidado el bolso y ella respondió: “Quédatelo. Mi marido me va a matar. Tú tranquila”.

placeholder Minuto de silencio en repulsa del crimen machista. (EFE)
Minuto de silencio en repulsa del crimen machista. (EFE)

Poco después víctima y verdugo, que habían bebido mucho, volvieron a encontrase en un pub. “Alina me pidió que fuéramos a la inmobiliaria a meternos cocaína, como otras veces”, recuerda Arthur. “Al llegar, ella fue al aseo. No pensaba matarla, pero estando en el baño, empezó a decirme cosas malas, que era un mal hombre, entonces se me cruzaron los cables. Cogí un cuchillo de tipo carnicero que tenía en la oficina y me acerqué a la puerta abierta del baño. Antes de clavárselo entre los hombros le dije: “Tú siempre con tus putos hombres”. Ella intentó defenderse con los brazos, dándose la vuelta y gritaba: “¡Amor, no!”, pero yo la apuñalé dos veces más en el pecho. Ella cayó al suelo y yo encima. Estaba fuera de mí. Escuché como agonizaba y le pasé el cuchillo por el cuello. Después me senté en la oscuridad mientras ella dejaba de respirar”.

Foto: José Carlos Fernández-Cervera y Rosa Neira, padres de Déborah Fernández, llegan a los juzgados, este jueves, en Tui, Pontevedra. (EFE)

Dejó el cadáver en el suelo y se fue de copas. “Noté que tenía la boca seca y me fui a un bar de Benidorm a tomar algo. Estuve hasta las 7 de la mañana. Al despertar al día siguiente me di cuenta de lo que había hecho. Volví a la oficina con sábanas, bolsas de basura, un edredón y cinta americana. Enrollé el cuerpo en las sábanas y metí su cabeza en una bolsa de basura. Después limpié el baño con lejía que había comprado”.

Estaba muy cansado así que Arthur la tarde del domingo volvió a dejar el cadáver allí tirado y se fue a un pub a ver un partido de fútbol y a beber. Después regresó a casa a dormir. Por la mañana del día siguiente se despertó pronto. “Metí el cadáver en el maletero y lo dejé en un contenedor de la zona de Sabatera. También me deshice del cuchillo y de la ropa que llevaba puesta durante la noche anterior”. Una hora después de deshacerse del cadáver los operarios de la basura descubrieron el cuerpo.

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El pasado 17 de febrero, en Moraira, Alicante, unos operarios de la basura localizaron dentro de un contenedor subterráneo el cuerpo sin vida de una mujer. Inmediatamente dieron aviso y al lugar llegó el grupo de homicidios de la Guardia Civil. El cadáver tenía una bolsa de plástico negra cubriendo la cabeza. El cuerpo estaba envuelto en una sábana empapada en sangre y por encima, un edredón. El asesino lo había atado alrededor con cuerdas blancas de tender, en un intento estúpido de ocultar la atrocidad.

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