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Junqueras y Puigdemont se juegan su futuro y el 'trono' soberanista ante Arrimadas
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los extremos (PP y CUP), sin esperanzas

Junqueras y Puigdemont se juegan su futuro y el 'trono' soberanista ante Arrimadas

¿Quién tiene más que perder este jueves? ¿Quién se alzará con el liderato del indepedentismo? ¿Será Ciudadanos una posibilidad real de gobierno en Cataluña?

Foto: Inés Arrimadas junto a Carles Puigdemont en el Parlament. (EFE)
Inés Arrimadas junto a Carles Puigdemont en el Parlament. (EFE)

Hoy, todos los candidatos o formaciones se juegan algo importante. Unos más que otros, están obligados a sacar un buen resultado aunque a algunos ya se los disculpe de antemano. De hecho, y curiosamente, los que menos se la juegan son los partidos que se encuentran en los extremos ideológicos. El PP y la CUP partían como caballos perdedores. Sabían desde el primer momento que era imposible ganar los comicios y, menos aún, poder acceder a dominar las instituciones.

[ACTUALIZACIÓN: Ciudadanos gana en votos y escaños, pero la mayoría absoluta se la lleva el independentismo]

Pero las demás formaciones sí se juegan mucho en este 21-D. El ‘expresident’ Carles Puigdemont, por ejemplo, se juega el liderazgo del PDeCAT. De los resultados depende que pueda dar un revolcón al partido, barrer a la vieja guardia y transformarlo en un partido a su medida y con dirigentes afines a él. Esta transformación difícilmente se puede llevar a cabo con unos resultados pobres.

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En estas elecciones, el ‘expresident’ no ha concurrido con las siglas de su formación, sino con las siglas de Junts per Catalunya (JxCAT). Y es más: las relaciones con el PDeCAT han sido muy tirantes. La formación no intervino siquiera en la confección de las listas, que corrió a cargo del propio Puigdemont, asesorado por un grupo de fieles, algunos de los cuales no militan ni siquiera en el PDeCAT. Por tanto, con la victoria, el también exalcalde de Girona no solo lograría retener el sillón presidencial, sino que tendría el camino libre para someter al partido de Artur Mas y reformarlo a su conveniencia. Por el contrario, un pobre resultado sería su tumba política.

Los deberes de ERC

La Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) liderada por Oriol Junqueras es también uno de los que más se la juegan en estas elecciones: sobre la mesa tiene el reto de convertirse en el partido catalán de referencia, honor que hasta ahora había recaído en Convergència. Los republicanos comenzaron su escalada hacia el estrellato político hace cinco años, cuando doblaron el número de diputados. Era el inicio del fin de la ‘era CiU’. Pero ahora han de consolidar su ascenso.

Foto: Oriol Junqueras. (EFE) Opinión

De hecho, los republicanos tienen al alcance la victoria en los comicios, según todos los sondeos, a pesar de que en la recta final de campaña hayan perdido un poco de fuelle. De momento, parece que tienen asegurada su primacía en escaños, aunque habrá que esperar a los resultados finales para saber si también tienen el favor del mayor porcentaje de votos. Esquerra necesita ganar para ser el futuro gran partido catalán. De lo contrario, puede pagar caro el desgaste sufrido en los últimos años no solo con el ‘procés’, sino con su alianza con la derecha independentista heredera de Convergència.

Aun así, este será solo el comienzo de esa preponderancia. Ganando, ERC puede alcanzar a ser solo un pequeño gran partido: las encuestas le dan poco más de una treintena de escaños, una nimiedad. Necesita mucho más. No hay que olvidar que, en los buenos tiempos, la coalición que encabezaba Jordi Pujol, CiU, había llegado a los 70 diputados (mayoría absoluta). Y el propio Artur Mas, antes de coquetear con el separatismo, había logrado unos nada despreciables 62 escaños en 2010. Por tanto, aun en el caso de ganar, ERC tiene deberes arduos para el día después: ir ensanchando el apoyo ciudadano para consolidarse como primera fuerza política.

La meta de Arrimadas

En el otro plato de la balanza, Ciudadanos se juega el convertirse definitivamente en la alternativa al independentismo. En las últimas autonómicas, con 25 diputados, el partido que lidera Albert Rivera y cuya lista catalana encabeza Inés Arrimadas se convirtió en el partido de la oposición, con mayúsculas. Pero ahora tiene el reto de aumentar su presencia en el Parlament, ya que los 25 escaños del principal partido de la oposición son, en realidad, muy poca cosa.

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Arrimadas tiene sobre sí la responsabilidad de romper moldes y ubicar a su formación, un partido abiertamente antiindependentista y unionista, en el olimpo político catalán. Tiene la dificultad de que Ciudadanos era hasta hace no mucho una formación casi residual y que se define españolista sin complejos. Romper la barrera del miedo a lo español a pesar de la propaganda independentista es un reto difícil, pero que está al alcance de su mano. De hecho, algunas encuestas dan a su partido incluso la victoria en votos, aunque eso es solo una intención de voto. Lo que está claro es que no puede defraudar: o se convierte tras el 21-D en la referencia del constitucionalismo en Cataluña o sus días como líder de Ciudadanos en esta comunidad pueden estar contados. Pero, igual que ocurre con ERC y el espectro independentista, el partido líder de la oposición no puede tener ‘in eternum’ la treintena de diputados que le dan los sondeos: el 22 de diciembre comienza otra etapa en la que tiene que ensanchar su espectro y consolidarse como un gran partido de oposición.

El reto de Iceta

El PSC, por su parte, se juega también mucho. Para empezar, el 21-D puede ser el inicio de su recuperación como gran fuerza política catalana. Pero, además, su líder, Miquel Iceta, quiere convertirlo ahora en el futuro gran partido catalán de la centralidad. De hecho, Iceta ha jugado durante toda la campaña a convertir al PSC en la nueva CiU, aunque más escorada a la izquierda. El dirigente socialista tuvo la habilidad de congregar en torno suyo a sensibilidades muy diversas pero con un objetivo común: copar la izquierda, el centro e incluso la derecha (por algo lleva como número tres al líder de la democracia cristiana) del mapa político catalán.

Foto: Miquel Iceta, junto al exministro Pepe Borrell y el eurodiputado Javi López, este 21 de diciembre en Barcelona. (EFE)

Iceta tiene a su favor que es un líder que no genera grandes rechazos, que tiene las ideas claras y que también habla muy claro. La imagen que llega a los ciudadanos es la que él quiere proyectar: un político que busca la centralidad, lejos de extremismos, apostando por un catalanismo decidido pero abominando del independentismo. Se convirtió, así, en el paladín de la tercera vía, aunque está por ver si esa alternativa se institucionaliza tras el 21-D. De momento, las encuestas le auguran un crecimiento en votos y en escaños. Si no ocurre así, el proyecto socialista habrá fracasado y las consecuencias se notarán no solo en la política catalana, sino en la española, porque habrá perdido fuerza una de sus principales reivindicaciones: la reforma de la Constitución en un sentido federal.

Colau, al margen de la quema

Por último, queda en el espectro político CECP. Su líder, Xavier Domènech, puede convertirse en la llave final de la gobernabilidad de Cataluña. Disputado por el bloque independentista y por el bloque constitucionalista, Domènech eludió toda responsabilidad y apostó por su propio bloque: el progresista. Es abanderado de un gran acuerdo entre los comunes, ERC y el PSC, aunque republicanos y socialistas descartan ese planteamiento. La jefa de filas de Domènech, Ada Colau, añade la CUP a esa terna, lo que significa un imposible.

Foto: El expresidente Carles Puigdemont, en el Parlament de Cataluña. (EFE)

Las encuestas vaticinan una ligera caída de los comunes y ellos son conscientes de que no podrán permitirse perder muchos escaños. Si la aventura del 21-D sale mal, las guerras internas dentro de la coalición (e incluso dentro de Podemos) se pueden recrudecer. CECP quiere ser el referente de la izquierda en Cataluña. Sus dirigentes alardean de que le disputan ese honor directamente a ERC. Pero si no sacan un buen resultado en estas elecciones, han de replantearse su proyecto y su estrategia. En esa crisis, los liderazgos quedarían en entredicho. Adiós a Xavier Domènech… y adiós a Pablo Iglesias, aunque a los comunes les quedaría la baza personalista de Ada Colau para recuperar votos y presencia en las elecciones municipales de 2019. Porque la alcaldesa es, quizá, la única de los comunes que no se juega nada en estas elecciones (y eso que CECP es un invento suyo): deja que otros se la jueguen por ella.

Los extremos, nada que perder

En el caso de la CUP, su máxima responsabilidad sería hacer de llave para que el bloque independentista pueda gobernar, como en la anterior legislatura. Pero las previsiones de los sondeos echan por tierra incluso esta posibilidad: ERC, PDeCAT y la CUP pueden perder la mayoría absoluta de que habían gozado hasta ahora. Además, las contraprestaciones que exigen los cuperos para dar su apoyo eliminan cualquier posibilidad de acuerdo: solo harán presidente a quien haga efectiva la república catalana y que no inicie el diálogo con el Gobierno central. Sus previsiones son las de perder hasta cuatro escaños (de los 10 que tienen), pero eso es perfectamente disculpable porque lo realmente anómalo era que los antisistema tuviesen 10 diputados en el Parlament.

Por lo que respecta al PP, su protagonismo puede ser aún menor que el de la CUP. Las encuestas vaticinan que los escaños de Ciudadanos, PSC y PP no bastan para formar Gobierno. Y es casi imposible sumar a otra formación a este bloque, ya que Catalunya En Comú Podem (CECP), la formación que engloba a comunes, Podemos e ICV, no entrará nunca en ese juego. Por tanto, la principal misión del popular Xavier García Albiol es tratar de no perder muchos escaños (en algunas encuestas, se atribuye un fuerte bajón al PP, que ahora tiene 11). Pero él se juega más bien poco: Ciudadanos ha ahogado estos años su discurso y muy pocos dudan de que su futuro no pasa ya por Cataluña.

Hoy, todos los candidatos o formaciones se juegan algo importante. Unos más que otros, están obligados a sacar un buen resultado aunque a algunos ya se los disculpe de antemano. De hecho, y curiosamente, los que menos se la juegan son los partidos que se encuentran en los extremos ideológicos. El PP y la CUP partían como caballos perdedores. Sabían desde el primer momento que era imposible ganar los comicios y, menos aún, poder acceder a dominar las instituciones.

Carles Puigdemont Inés Arrimadas Oriol Junqueras Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)
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