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Anna Tarrés, éxito y polémica sincronizados: "Nos sentimos cornudos y apaleados"
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la entrenadora, en la lista de puigdemont

Anna Tarrés, éxito y polémica sincronizados: "Nos sentimos cornudos y apaleados"

La exentrenadora de la selección española de natación sincronizada, que va en las listas de Junts per Cat, ganó más de 50 medallas internacionales pero fue despedida por sus técnicas extremas

Foto:  Anna Tarrés. (Ilustración: Raúl Arias)
Anna Tarrés. (Ilustración: Raúl Arias)

El éxito profesional de Anna Tarrés (Barcelona, 1967) es incuestionable. Empezó en la natación sincronizada con 12 años y desde entonces hasta ahora los logros que ha podido tener España en su deporte están íntimamente relacionados con ella. Primero como deportista, pero especialmente desde 1997, cuando se hizo con las riendas del equipo nacional. Bajo su mando se lograron cuatro medallas olímpicas y más de 50 preseas internacionales. Cuando terminó su relación laboral con la Federación Española se trasladó a Francia, a Ucrania y a China en diferentes encargos que siempre resolvió con notable éxito.

Si solo fuese eso, una sucesión de resultados, Anna Tarrés sería intachable y, sin embargo, se trata también de una de las figuras más polémicas de las últimas décadas en el deporte español. Cuando en septiembre de 2012 el presidente de la federación de natación, Fernando Carpena, decidió no renovarla, la sorpresa para los no iniciados fue mayúscula, no en vano se dejaba ir a una persona que había convertido a España en la segunda gran potencia de su deporte solo por detrás de Rusia. Los que sabían de la situación se sorprendieron menos, aunque solo fuese porque conocían bien a Tarrés y la muy depauperada relación que mantenía con sus pupilas.

Foto: En la imagen, Anna Tarrés. (EFE)

Muy pocas nadadoras salieron a defender a Tarrés, más bien al contrario. Una carta llamada "Cuando se puede evitar un mal es necedad aceptarlo", firmada por muchas de las deportistas a las que había tenido bajo su mando, lo dejaba meridianamente claro. El mal, que era la propia Tarrés, se demostraba en un compendio de malas formas, palabras rudas y gestos inaceptables. La fama de estricta, que la tenía de antes, se transformó con el relato de las nadadoras en otra cosa más cercana al abuso y al escarnio que a una alta exigencia.

"Tarrés declara que no entiende las razones del cese de su contrato después de dedicar gran parte de su vida a este deporte… Ahora llegó el momento de explicárselo", rezaba la misiva antes de exponer una lista larguísima de malos modos, de humillaciones y gritos. Una nadadora explicaba que había caído en la bulimia después de que la entrenadora la tratase de gorda, otra recordaba el momento en el que pidió salir de la pileta entre náuseas para vomitar y Tarrés le dijo que se lo tragase, alguna más relataba cómo las obligaba a entregarles sus medallas porque no las consideraba dignas de tanto premio. También estaba aquella que ponía en su boca la frase "no vengas a hacerte la estrecha, si te has follado a todo lo que se mueve" cuando una de las deportistas era incapaz de emular una de las figuras requeridas. Catorce años tenía esa nadadora.

"Nos pone los pelos de punta cuando dice que no tiene la sensación de haber hecho nada mal", decía la carta, un documento durísimo, casi descarnado. Tarrés pertenece a esa estirpe de entrenadores, tan típica de los Balcanes, que justifica cualquier tipo de comportamiento siempre que llegue acompañado de resultados y que cree que una medalla limpia todo aquello que haya sucedido hasta su consecución.

Tarrés era la entrenadora de España, lo fue durante más de una década, pero nunca mostró un gran afecto por el país. En sus entrevistas recientes cuenta que ella siempre perteneció al deporte catalán, que la Generalitat era la principal financiadora de su actividad y que su relación con España era estrictamente profesional. "Que sonase el himno significaba que habíamos conseguido nuestro objetivo, pero no se me encogía el corazón de ninguna manera. Me sentí parte de un estructura muy potente nacida en Cataluña de la que se aprovechó el Gobierno español", explicaba en las últimas semanas para justificar su entrada en las listas de Junts per Cataluña, en el puesto 14 por la provincia de Barcelona. Es cuando menos discutible la afirmación: el Consejo Superior de Deportes ayudó siempre tanto en la financiación de sus equipos como en la del Centro de Alto Rendimiento de San Cugat del Vallés donde tenían su base de operaciones.

placeholder Gemma Mengual y Tarrés cuando aún mantenían relación. (EFE)
Gemma Mengual y Tarrés cuando aún mantenían relación. (EFE)

"Me echó porque le pedí hablar en castellano"

En todo caso, es evidente que en España hay ciertos deportes cuya estructura está fuertemente ligada a Cataluña. Es, claramente, el caso de la natación sincronizada, una disciplina en la que la lengua franca era el catalán y en la que muchas de sus participantes eran nacidas en esa comunidad autónoma. En la histórica carta, de hecho, alguna deportista se quejaba de haber sido despreciada por no hablar la lengua de Ramon Llull: "Me dijo 'fuera del agua, gorda, vete al psicólogo' y me echó porque pedí que me hablara castellano", explicaba esta deportista que, a diferencia de la mayoría de sus compañeras, prefirió no desvelar su nombre.

De hecho, esa misma carta se tradujo al catalán para que quedara "constancia de que las nadadoras catalanas también luchan por un deporte digno", según aclaraban en las últimas líneas del escrito, como si fuese necesario explicitar que lo que ocurría no era un conflicto político sino personal y profesional.

Tarrés rompió su relación con la mayor parte de las nadadoras españolas, incluso se permitió críticas más o menos veladas a las mayores estrellas que ha dado ese deporte, Ona Carbonell y Gemma Mengual. De la primera dijo que se había borrado en un clasificatorio y que por su culpa España no había entrado en los Juegos, jactándose además de que ella sí había metido a Ucrania. Hoy Carbonell prefiere no responder cuando sale el nombre de la que fue su mentora y enfatizar que Tarrés es solo una cosa del pasado. A Mengual la señaló por su vuelta a las piscinas después de haber colaborado con el equipo técnico español y la cargó con el fracaso del equipo nacional en el preolímpico de Río de Janeiro.

"Hace tiempo que los comentarios de esta mujer a mí ya no me interesan. Sus motivos son siempre movidos el rencor, la rabia y la frustración y no me sirven para nada. Me entran por aquí y me salen por allí. ¿Si es venganza? Totalmente, por eso saca veneno", comentaba la nadadora catalana, que no guarda los mejores recuerdos de Tarrés.

placeholder Tarrés (c), con Andrea Fuentes (i) y Ona Carbonell (d). (EFE)
Tarrés (c), con Andrea Fuentes (i) y Ona Carbonell (d). (EFE)

"Nos sentimos cornudos y apaleados"

La entrenadora, según los que la tratan, no pierde un segundo en dolerse por esas declaraciones, al contrario, parecen darle igual. Sus admiradores recuerdan que con ella España era una potencia y que cuando se fue dejó de serlo, que cada país que la contrata encuentra rápidamente el camino del éxito. Tarrés no puede concebirlo de otra manera, en su mente está que ganar es lo más importante y las maneras de hacerlo son absolutamente secundarias, cuando no directamente irrelevantes.

Los modos son similares cuando deja la piscina y coge un micrófono. Su última salida es el independentismo, ser parte de una lista política y, como hacía con su trabajo, defender su posición con pasión y esmero. "Los catalanes nos sentimos cornudos y apaleados. ¿Qué hemos hecho para merecer esto de España? Estamos asfixiados a nivel fiscal y económico", relataba en el informativo de La Sexta para defender el referéndum ilegal del 1-O. "En mi casa siempre hemos visto Cataluña como la nación que perdimos hace 300 años", añadía poco antes de que Puigdemont se fijara en ella como cara conocida para su intento de lista de país.

Foto: Ona Carbonell, en una presentación reciente (EFE)

Por no salirse del guión, no lo hace ni en el léxico que utiliza en el cambio de oficio. "O salimos y competimos y ganamos o lo que nos espera puede ser aterrador", decía en uno de los pocos actos públicos por los que ha desfilado en la campaña electoral. "Nos lo jugamos todo, 155 o dignidad; democracia o sumisión", añadía en un discurso pronunciado, por descontado, en catalán.

Ahora es candidata, aunque no baraja la opción de dejar la natación sincronizada. El deporte ha sido su vida, ha conseguido manejarse siempre con indiscutible éxito. Sus admiradores, numerosos, recuerdan que ese es el objetivo de todo aquel que entra en esa función. Los que la enfrentan, también notable, no aceptan que las malas formas se despachen como algo irrelevante.

El éxito profesional de Anna Tarrés (Barcelona, 1967) es incuestionable. Empezó en la natación sincronizada con 12 años y desde entonces hasta ahora los logros que ha podido tener España en su deporte están íntimamente relacionados con ella. Primero como deportista, pero especialmente desde 1997, cuando se hizo con las riendas del equipo nacional. Bajo su mando se lograron cuatro medallas olímpicas y más de 50 preseas internacionales. Cuando terminó su relación laboral con la Federación Española se trasladó a Francia, a Ucrania y a China en diferentes encargos que siempre resolvió con notable éxito.

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